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Un cuarto de siglo sin Pepo: todos vivimos en Pelotillehue
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A los dos años ya garabateaba las paredes de su casa y a los diez, su padre —un médico radiólogo de Concepción, Chile— le organizó su primera exposición. Él era un niño algo subido de peso, a quien llamaban cariñosamente Pipón, y había dedicado sus primeros años a dibujar a familiares, amigos y a ciertos personajes del barrio. Ese ímpetu por delinear historias no lo perdió nunca. A los 19 años, ingresó a la facultad de Medicina, pero dos años después abandonó sus estudios para irse a Santiago a probar suerte en la Escuela de Bellas Artes.
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En la capital, René Ríos Boettiger cambió el sobrenombre de Pipón por Pepo. Sus primeros trabajos los realizó en distintas revistas santiaguinas, como la recién fundada Topaze, publicación dedicada a la sátira política y social y liderada por Coke, uno de los ilustradores chilenos más conocidos de entonces. Esa fue su verdadera escuela. Ahí se convirtió en caricaturista profesional y autor historietas que retrataban con humor a presidentes de turno; aunque la crítica política nunca lo atrajo tanto como eso que el ensayista y humorista chileno Jorge Montealegre llama el género “picaresco”.
En esa línea, Pepo fue el gestor de la revista Pobre Diablo, que mezclaba tiras cómicas con temas de farándula. “En Pobre Diablo —escribe Montealegre en un ensayo— nacieron personajes memorables de Pepo como ‘Don Rodrigo’, la armadura pícara, eternamente enamorada de las mucamas de palacio; y ‘Viborita’, hermosa viñeta con los venenosos pelambres de una veinteañera ‘hijita de su papá’, dibujada con pincel”. Personaje femenino que serían el preámbulo de los que poblaron, años después, el universo gráfico de Condorito, ese plumífero y disparatado héroe que elevó a Pepo a ícono de la cultura popular.

Uno como nosotros
El surgimiento de Condorito en la revista Okey forma parte ya de la memoria latinoamericana: a inicios de la década de 1940, Walt Disney había ideado el personaje de Pedro, un torpe avioncito que cruzaba la cordillera y supuestamente representaba a Chile, algo que no gustó a los vecinos del sur. Entonces, Pepo creó en 1949 un personaje que más que una respuesta a Disney buscaba fusionar la figura de un cóndor (presente en el escudo chileno) y un huaso (un típico habitante del campo central de Chile). “Por eso te hice bajar a ti de la cordillera, te calcé ojotas, te puse sombrero de huaso, te hice hablar y vivir en el mundo de los humanos. Tú serías uno más de nosotros, Condorito”, le dice Pepo a su personaje en un diálogo recogido en un libro perteneciente a la colección “Nosotros los chilenos”, de 1972.
En ese sentido, el escritor y guionista de cómics Hernán Migoya destaca el hecho de que Condorito pertenezca, como Cantinflas, a la tradición “del héroe callejero que está del lado del perdedor, del humilde, de la gente del pueblo, del que sabe ganar la batalla siempre con triquiñuelas de barrio frente al personaje guapetón, bacancito y al mismo tiempo opresor”.
“Igual como supo hacer aquí, en el Perú, Monkey, con Coco, Vicuñín y Tacachito —continúa Migoya—, estos personajes representan a la clase trabajadora y no privilegiada y eso, aunque a lo mejor no sea conscientemente, el público lo percibe. Por eso yo creo que estos mitos duran tantos años”.
Exijo una explicación
La revista Condorito se hizo popular a partir de la década de1970. Luego, comenzó a distribuirse en los países de la región y el pueblo imaginario de Pelotillehue (donde abundan las pelotas), creado por Pepo, formó parte de la geografía latinoamericana. El artista gráfico peruano Andrés Edery cuenta que de niño se hizo seguidor del cómic, cuando este aparecía quincenalmente. “Me fascinaba el hecho de que una historia te atrapara durante 10 viñetas para que en la última te hiciera reír. Eso me parecía mágico”, dice. “Al menos cuando empecé a leerlo —añade— la historieta era más underground, aparecían sogas de ahorcado, cocodrilos saliendo de alcantarillas, como guiños que insertaba Pepo y que no tenían nada que ver con los chistes”.

Para Edery lo mejor de Condorito se publicó entre las décadas de 1970 y 1980. “Era un humor más universal y comprensible para todos —afirma—, a diferencia de Mafalda, por ejemplo, que era más sofisticado. Además, representaba a los de abajo. Los personajes de Condorito siempre estaban misios”.
Sin embargo, como ocurre en muchas historietas antiguas o clásicas algunos de sus chistes exacerbaban elementos que hoy resultan cuestionables como el machismo, cierto gag racista o historias relacionadas con suicidas o con el abuso del alcohol, como hacía gala el personaje Garganta de Lata. “Había muchos chistes que se burlaban del cuerpo de la pobre suegra y el machismo de muchos de ellos era casi un subgénero de época. En otras ocasiones se jugaba con el erotismo de los personajes femeninos”, comenta Migoya. En su opinión, eso se controló muy bien en la película Condorito estrenada en 2017: “Realmente, estaba superbien actualizado el personaje. Habían expurgado todo el machismo e incluso a la suegra le daban un protagonismo muy bonito dentro de la película”.
Para Edery ese cambio en el humor resulta destacable: “Yo prefiero el humor —dice— que se mete con los poderosos y no con las minorías”.
La sencillez y la alegría
“Pepo y Condorito se identifican en la sencillez, la espontaneidad y la alegría. No soportan la ingratitud y el orgullo, que consideran los peores defectos del ser humano. Aunque muchos crean que con modestia no se llega lejos, ellos han demostrado lo contrario”, escribió el propio René Ríos en la edición especial por los 40 años de Condorito. Y no le faltó razón, pues él quedó mimetizado con su emplumada creación. Por más de cuatro décadas, Pepo fue Condorito y viceversa.
Sin embargo, en los años 90 diversos males lo alejaron del equipo de dibujantes de Condorito, tiempo en que se dedicó solo a supervisar, con su hijo René, el trabajo de las historias impulsadas entonces por la editorial Televisa. Por eso, luego de su fallecimiento, ocurrido en la mañana del 14 de julio del 2000, como consecuencia de una enfermedad gástrica, la vida en Pelotillehue no se detuvo. Hubo quizás un sentido duelo, pero ahí, entre el bar El Tufo, la sastrería El Desastre o el restaurante El Pollo Farsante, Condorito, su cumpa don Chuma, Coné, Yayita, doña Tremebunda, Huevoduro, Pepe Cortisona, el perro Washington, entre otros, continuaron contando sus historias a nuevas generaciones de lectores.
“Es el único personaje latinoamericano que todavía puede verse en los quioscos peruanos —comenta Migoya—, cosa que a mí me alegra mucho, porque realmente los cómics ya casi no se ven en los quioscos a excepción de los de superhéroes estadounidenses”. Y para demostrar esa aceptación que Condorito tuvo y tiene en el Perú, el año pasado por los 75 años de creación del personaje, la Municipalidad de Barranco y la Embajada de Chile inauguraron una escultura en su honor en una esquina del malecón Souza. Ahí, frente al mar, Condorito y el perro Washington reciben a diario a visitantes de todas las edades que buscan tomarse una foto con dos personajes que con un sonoro ¡Plop! alegraron sus infancias.
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