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 “El cine se piensa hacia afuera; la literatura, hacia adentro”
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 “El cine se piensa hacia afuera; la literatura, hacia adentro”

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Una pistola en la cabeza antes de cumplir los catorce. Un batazo en el cuello que lo dejó paralizado de cintura para abajo durante seis horas a los diez. Y cigarrillos apagados sobre su piel a los ocho. Cualquier otro niño habría salido marcado por la violencia. no. Él lo convirtió en combustible narrativo. Creció en un barrio peligroso de Ciudad de México mientras asistía a una escuela privada donde nadie sabía lo que era mirar a la muerte de cerca. Cada vez que algo así le pasaba, pensaba: “Esto me está pasando a mí, no a ellos. Y por eso tengo algo que contar”. Así empezó su vocación, no con libros, sino con sobrevivencias.

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Por eso no sorprende que sus historias —en el cine o en la literatura— estén habitadas por personajes fracturados, impulsados por decisiones que siempre huelen a pólvora y desesperación. El guionista de “Amores perros”, “21 gramos” y “Babel” siempre tuvo claro que no escribe guiones como quien busca una película, sino como quien persigue una novela que evoque a los recuerdos de aquellos años formativos.

“La cinta "Amores Perros" es la ópera prima de Alejandro González Iñárritu escrita por Guillermo Arriaga en el 2000".
“La cinta "Amores Perros" es la ópera prima de Alejandro González Iñárritu escrita por Guillermo Arriaga en el 2000".

Esas fronteras —las de la ficción y la historia— se vuelven aún más difusas en su nuevo libro, “El hombre, ambientada entre el siglo XIX y la contemporaneidad, sigue la vida de Henry Lloyd, un personaje tan brutal como carismático, que forja su imperio a punta de sangre y decisiones difíciles. Es un asesino, sí. Pero también es un padre admirable y un jefe justo. El dilema moral vuelve a aparecer mientras las fronteras de países se desdibujan a través de la violencia y el caos, así como la vida de otros cinco personajes que, en distintas épocas, conforman su nueva novela polifónica, escrita a lo largo de más de dos décadas.

—¿Cómo se escribe una historia sobre la violencia estructural sin caer en su glorificación ni diluir su brutalidad?

Retratando lo normalizada que fue la violencia en un siglo convulso como lo fue el XIX. El continente americano comenzaba a generar su propia identidad, siendo delimitado por gente blanca que aún no llegaba a consensos, y con un pueblo con una idea muy joven de país y nación. En ese contexto, la violencia encontraba cabida en lo cotidiano: el genocidio de los nativos, los despojos territoriales, el desencuentro entre culturas.

—Justificar la violencia siempre es una constante en la historia.

Vivimos en el siglo menos violento de la humanidad; no hay una brutalidad tan extrema como la vivida en aquellos tiempos. El concepto de nación madura cada vez más, y nos asentamos en un espacio delimitado. Aún vemos la brutalidad en Israel y Palestina o en Rusia y Ucrania, donde se apela a la delimitación territorial como casus belli.

—A pesar de tratados y registros históricos, aún existen polvorines por todo el mundo.

El ser humano siempre estará desafiado a inclinarse por la civilización o por su naturaleza. Cuando la naturaleza gana —algo que siempre sucede— el territorio cobra mayor importancia, lo mismo que ocurre en el reino animal. Por eso, en épocas de violencia, se vuelve borrosa la línea que separa a un grupo humano del de una manada, una parvada o una piara.

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Este año se cumplen 25 años del estreno de "Amores perros", película que se proyectará en el Festival de Cine de Lima el 15 de agosto a las 4:00 p.m. en el Teatro NOS PUCP.

—“El hombre” fue un proyecto pensado para el cine. ¿Qué espacio le da la literatura que el cine no puede concederle a esta historia?

Me di cuenta de que necesitaba interiorizar en los personajes. La literatura reclamaba la historia en sus fronteras: en el lenguaje, el ritmo, la sintaxis, el tono y la profundidad emocional. Cada personaje en el libro tiene su propio contexto e historia, y ofrece una mirada distinta. Eso el cine no siempre lo permite.

—Aunque el cine ya fue un espacio para trabajos suyos como “Babel” o “21 Gramos” ...

Mi trabajo es bastante similar en ese aspecto, pero hay una diferencia esencial: el cine se piensa hacia afuera; la literatura, hacia adentro. Además, un guion siempre se concibe en tercera persona, mientras que, en una novela, incluso si está narrada en tercera persona, siempre se explora el interior del personaje como si fuese en primera.

—Tanto en la literatura como en el cine se corre el riesgo de que tu trabajo sea alterado por decisiones de terceros.

Yo tengo muy claro lo que quiero y sé cómo lo quiero. Puedo escuchar a una editora o a un productor, pero tengo una regla personal: puedo conciliar, pero no conceder. Si te vendes como alguien dispuesto a darlo todo, te tratan así para siempre. No se trata de ser radicalmente hermético, pero no debemos aceptar que destruyan nuestro trabajo hasta convertirlo en un Frankenstein.

El hombre es una novela de Guillermo Arriaga publicada en 2025 por Alfaguara. Con 688 páginas, es una obra ambiciosa que consolida su voz narrativa más allá del cine.
El hombre es una novela de Guillermo Arriaga publicada en 2025 por Alfaguara. Con 688 páginas, es una obra ambiciosa que consolida su voz narrativa más allá del cine.

—¿Hubo un momento específico en el que puso ese límite?

Sí. Fue haciendo televisión en Estados Unidos. Noté que querían transformar mi trabajo en algo que no era. Me retiré. Un escritor no viene a esta vida a conceder. Puedo dar clases como profesor, ser mesero, incluso hacer Uber, pero no voy a malvender mi trabajo en aras de ser complaciente.

—¿Cuánto debe estar uno dispuesto a sacrificar al elegir ese camino?

Yo digo con mucha frecuencia “no” al dinero. Es fácil hacerlo porque esa misma decisión es la que acaba trayéndote el dinero. No hablo de decir “no” por miedo, sino por convicción. Hay que ser un negociador duro, dispuesto a levantarte de la mesa sin ganar un centavo. Me pueden decir que lo hago desde el privilegio, pero viví situaciones económicas difíciles por esas decisiones. Tenía dos hijos pequeños cuando rechacé el dinero. Esto no es fácil, uno no nació rico. Me cuesta pararme de esa mesa e irme, pero cuando lo hago, estoy dispuesto a perder. Y son famosas las veces que lo he hecho…

—¿Cómo se llega a tener ese nivel convicción contigo mismo?

Estando preparado para saber que voy a fracasar en el 99 % de las veces que hago algo. Así se me quitó la frustración por la derrota. En este negocio se pelea centímetro a centímetro, y si me rechazan, sigo adelante; si me va mal, sigo adelante. Imagínate que un escritor peruano dejase de escribir porque le fue mal, teniendo un Nobel como referente nacional. Es imposible ceder ante la derrota, pero sí abrazarla como una amiga.

—Aquella persistencia por seguir nos recuerda a Amores perros. ¿Qué cosas no se cedieron cuando llegó la oferta del cine?

Cuando la hice, me ofrecieron convertirla en una comedia aspiracional porque era lo que funcionaba. Fue una de esas veces en que me puse firme. Y me siento bien por haberlo hecho. Si no, muy poca gente vería su realidad reflejada en esa historia, personas que ni habían nacido cuando se escribió o se estrenó.

—Si esa película se propusiera hoy, ¿cree que lograría hacerse con la misma libertad creativa?

Hay personas que lo quieren todo masticado y otras que quieren ser confrontadas con aquello que les incomoda. La gente políticamente correcta que no tolera estos temas hace más ruido que los demás, pero no son mayoría. ¿Cuántos campesinos hay que sean políticamente correctos? ¿Cuántos obreros? Ninguno. Las cuestiones políticamente correctas son un asunto de élites desconectadas de la realidad.

—Aunque no fue la intención de la cinta retratar una realidad social…

Las películas que intentan retratar una sociedad terminan por volverse caducas muy rápido. Hay algunas películas que, sin esa intención, como El Padrino II, te explican al ser humano porque te cuentan una historia. Las novelas que buscan lo mismo también suelen envejecer mal. Lo importante es contar nuestras historias. Incluso cuando dejemos de escribir, seguirán hablándonos de nosotros mismos.

—“Amores perros” y El hombre repasan temas constantes, a pesar de ser historias que al inicio parecen lejanas en el tiempo.

El avance tecnológico nos separa de aquellas historias, pero en lo social no hemos cambiado mucho. El país más viejo de nuestro continente tiene 250 años. Mi tatarabuelo peleó en la independencia de México, lo cual, en perspectiva de la historia humana, es muy reciente. Cada nación americana sigue siendo un proyecto muy joven.

—Frente a la urgencia de continuar con ese proyecto de nación, y de vislumbrar una continuación de las historias de El hombre, ¿por dónde empieza el cambio?

Esa constante que aparece en toda historia nos da una pista clara: lo fundamental es que todos puedan tener oportunidades. Y aunque también sea eso lo que más lo impide, lo económico es la pieza clave para el cambio.

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