Llevar el apellido del almirante Miguel Grau es un honor y un deber. Honor, al saberse descendiente de un héroe nacional de trascendencia mundial; y un deber, porque obliga a seguir y difundir su ejemplo de honestidad, lealtad, integridad y liderazgo. Crecer en un entorno familiar donde la figura de Grau estaba presente, facilitó las condiciones para que decidiera seguir la carrera de marino. Tal fue así que, contando 14 años ingresé a la Escuela Naval del Perú, de la cual, egresé a los 19 años con el grado de Alférez de Fragata.
Un recuerdo imperecedero, como cadete, fue el viaje a Chile para recoger la reliquia y objetos personales de mi bisabuelo. Contaba con 17 años. Asistió a la ceremonia el presidente de Chile. Igualmente, a nuestro retorno, fuimos recibidos por el presidente del Perú. La carrera naval me llevó a prestar servicio, entre otros, en el destructor de línea Villar y en la fragata misilera Carvajal, buques con nombres de héroes peruanos ligados al almirante en los combates de Abtao y Angamos. También fui comandante de la Primera Zona Naval con sede en Piura, lugar donde nació mi bisabuelo.
Igualmente, serví en fuerzas operativas. Fui agregado naval en Italia y director de la Escuela Naval, etc. En todos los empleos he tratado de impregnar en mis acciones los valores y virtudes del héroe. Estos mismos principios se infunden en los centros de formación del personal naval. Hablar del peruano del milenio es destacar muchos aspectos de su vida. Quisiera referirme al de la educación, por ser un tema tan sustancial para lograr el desarrollo del Perú. La educación y capacitación del recurso humano es la mejor inversión de capital de los Estados. Grau lo consideró, así. En lo personal, tenía presente que la mejor herencia que un padre puede dejar a un hijo es la educación, tal como lo manifiesta en una de sus cartas a su esposa, y madre entonces de ocho hijos, Dolores Cabero y que fue escrita a bordo del Huáscar, ya en plena campaña naval. En ella se lee que “(…) lo que deje de fortuna se destine a ese propósito”. Así también, en la Memoria de la Marina de Guerra que presenta al Congreso, como comandante general, en 1877, informa la necesidad urgente de mejorar la capacitación profesional en la institución.
Precursor del derecho internacional humanitario
En el aspecto del ser humano, Grau fue un adelantado a su época, pues fue calificado, recientemente, por la Cruz Roja Peruana como “Precursor Calificado del Derecho Internacional Humanitario en el Combate Marítimo”, por el rescate de los 62 náufragos del buque chileno Esmeralda, durante el combate de Iquique, del 21 de mayo de 1879.
Otro aspecto a destacar en él, es el liderazgo. El héroe fue un líder que supo mantener el control y la mística del personal a su cargo, en base a compromiso, respeto y unidad, aún en condiciones adversas. Ello explica cómo un pequeño navío, el Huáscar, evitó, por casi seis meses, que el enemigo de entonces desembarcara en nuestra patria, antes de su tránsito a la inmortalidad, el 8 de octubre de 1879, en Punta Angamos.
Tal vez la frase más significativa de Grau fue: “Si el Huáscar no regresa triunfante al Callao… tampoco yo regresaré”. Expresión que sintetiza el compromiso y amor de quien está preparado para dar la vida por su patria, y cuyo significado forja la identidad de ser peruano. Hoy, el Perú vive la lucha contra ese enemigo invisible que es la pandemia denominada Covid 19, me siento orgulloso de ver cómo la Marina de Guerra conforma la primera línea de batalla para contener su expansión. Muchos han caído heridos, pero se han levantado y continúan batallando como los marinos que los precedieron en las diferentes situaciones extremas que les tocó vivir. En estas circunstancias, la figura y legado de mi bisabuelo, cobra mayor vigencia. Nos convoca a la unidad de todos los peruanos, civiles y militares, para que, con su ejemplo y liderazgo, sumemos esfuerzos para superar la crisis actual.
El Contralmirante (r) Fernando Grau Umlauff es bisnieto de Miguel Grau.