El Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (Prolima) está restaurando el monumento a Francisco Bolognesi. Se desea restituir en la cúspide la estatua creada por Agustín Querol, conforme el expediente aprobado por el Ministerio de Cultura. De esta manera, se devolverá su carácter primigenio al conjunto escultórico. Sin embargo, hay opiniones particulares que se oponen, argumentando que, dado el contexto de <<lucha contra la pandemia>>, la ciudadanía necesita paradigmas victoriosos y triunfantes. Según ellos, ese es el mensaje que transporta la estatua, colocada en tiempos del general Odría.
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Esta pretensión es equivocada, inadecuada e inconveniente, porque nos presenta un Bolognesi inventado. En Arica no hubo victoria, ni triunfo militar; por tanto, no hubo la apoteosis del guerrero. Francisco Bolognesi fue un héroe en el sentido clásico de la palabra. Para los antiguos, el héroe era un ser intermedio entre los dioses y los hombres.
Eso los hacía capaces de un acto sublime, extraordinario, hazañoso, que se rubricaba con la muerte. Querol supo representar, en un solo golpe de vista, el valor, la determinación, la voluntad y el sacrificio del anciano coronel, de sus oficiales y sus soldados. Ese es el Bolognesi real. Esos son los héroes de Arica, que opusieron la superioridad moral a la superioridad material y numérica de sus atacantes.
En la crisis espiritual del presente, que falsifica todo y que corrompe todo, volvemos a oír en boca de voluntarios, enfermeras, médicos, policías, bomberos y militares, la respuesta de Bolognesi: <<Tengo deberes sagrados que cumplir>>. La plasticidad de la muerte del Bolognesi queroliano, expresa mejor el sacrificio sereno de los Héroes de la Pandemia; porque, como el Bolognesi de Querol, han entregado la vida, teniendo en sus manos el destino de la Patria. El bronce de Querol, es a nuestros ojos como el oro de Ofir. ¡peruano!: Esa es la Doctrina Patriótica que debemos guardar. Ese es el ejemplo que se nos ha confiado. Es la herencia que hemos recibido de nuestros mayores. Si recibimos oro, debemos entregar oro. No permitamos que lo substituyan por el plomo de una efigie nacida de la propaganda y del oportunismo político.
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