La más reciente encuesta de Datum arroja un 64% de desaprobación para el alcalde Rafael López Aliaga hasta la fecha. La seguridad, la formalización y los peajes son sus grandes pendientes en este primer año de gestión frente a la Municipalidad de Lima.
A continuación, dos regidores y tres especialistas analizan lo que fue el primer año de gestión de la máxima autoridad en la capital.
¿Qué nos deja el primer año de gestión de Rafael López Aliaga?
El alcalde Rafael López Aliaga llega al primer año de su gestión acumulando fracasos en cuatro sectores claves: seguridad ciudadana, formalización, peajes y transparencia. Todo esto nos lleva a asegurar que Lima está muy lejos de ser la potencia mundial que el líder de Renovación Popular prometió en campaña.
En seguridad ciudadana, López Aliaga está lejos de cumplir con su promesa de 10.000 motos. Se la pasó todo el año hablando de que usaría el modelo de alquiler de motos, porque así evitaría actos de corrupción. Le advertimos que ese proceso no era tan sencillo y, faltando un mes para el cierre del año, nos da la razón y anunció que cambiaría el modelo de alquiler por el de compra.
En formalización, prometió un espacio digno y seguro para los comerciantes informales, pero la realidad de La Huerta Encontrada fue otra. No funcionó su plan y llegamos a fiestas navideñas sin una real reubicación de los informales. En peajes, la historia es corta: prometió que los eliminaría y no lo hizo.
Por último, el alcalde se ufana de tener una gestión transparente. Lo que no muestra es que su gestión demora para responder los pedidos de información de la oposición. Pedí información sobre perfiles de funcionarios y se demoraron siete meses en responder. Además, su gestión es de puertas cerradas para quienes no piensan como él. Un alcalde que no sabe escuchar, no puede tener una buena gestión.
El alcalde Rafael López Aliaga llevó a cabo la rendición de cuentas de su primer año. Resaltaría la voluntad de realizar una administración austera, eficiente y con énfasis en los más vulnerables, empezando por ahorrar S/187.200 por el “sueldo cero” que se impuso. Ha ordenado la institución municipal para ahorrar S/80 millones que se dedican enteramente a proveer de alimentos al programa de las Ollitas Comunes.
Ha colocado instalaciones de agua de emergencia en las zonas más altas que rodean la capital, donde las familias tenían que proveerse de la misma trepando cerros con gran dificultad. Añado la creación del Hogar de Paso, para la atención a las personas que pernoctan en las calles.
El programa de voluntariado universitario es un aporte novedoso, incentivando en los jóvenes la actitud de servicio al bien común, especialmente en momentos de emergencia, como fue el caso del ciclón Yaku y para la solución de problemas ambientales.
Resalto sus avances en seguridad, trabajando de manera integrada con los distritos. La creación de la Comisaría Mayor, el monitoreo de 4.000 cámaras que permiten identificar a los delincuentes y la adquisición de las primeras 4.000 motos. Avanza, también, la firma de convenios con la cooperación internacional para la recuperación de la Lima histórica para el turismo internacional y el inicio del ‘shock’ de inversiones con la obtención de los primeros S/1.200 millones.
Lima siente la ausencia de un liderazgo claro, que era muy necesario para remontar los efectos de la pandemia por COVID-19, capear la crisis económica y atender las necesidades de una sociedad que debe adaptarse para convivir bien con migrantes venezolanos.
Lamentablemente, solo vemos cómo aumenta la inseguridad –con robos de celulares y extorsiones–, cómo se afianza la xenofobia y cómo se desincentiva el impulso a las economías locales al eliminarse espacios culturales, restringir el uso libre de los espacios públicos y entorpecer las atenciones básicas, como el acceso a alimentos por parte de las ollas comunes.
Ni qué decir del desinterés en los temas ambientales y climáticos, cuando deberíamos prepararnos para el fenómeno de El Niño (no, los rezos no serán suficientes).
No sorprende que la desaprobación del alcalde Rafael López Aliaga haya alcanzado el 64% de acuerdo con la última encuesta de Datum. Son pocos los esfuerzos positivos que se ven, entre ellos, la continuación del proyecto especial paisajístico del río Rímac (Prolima) o el impulso a las acciones de supermanzanas en algunos distritos de la capital desde la Gerencia de Movilidad Urbana con apoyo del Banco Mundial. Estamos en vilo.
Estamos muy lejos de llegar a ser una potencia mundial, como ofreció el alcalde. Impotencia describe mejor el sentimiento ciudadano ante el incremento de la inseguridad en Lima. Según INEI, pasamos de 25,9% (diciembre del 2022) a 35,2% de victimización (agosto del 2023) en solo 8 meses de gestión. Un fracaso de grandes dimensiones y alto riesgo para la población.
Fracaso compartido con las autoridades del Consejo Regional de Seguridad Ciudadana (Coresec). Los anodinos e indolentes acuerdos de las pocas sesiones de este año reflejan falta de liderazgo y magra capacidad para exigir y coordinar resultados.
Con respecto a los ofrecimientos de campaña, su avance es muy pobre y, en otros casos, inexistente. Un demerito para un alcalde que se vendió como un gran y eficiente gestor.
Continuamos sin las 10.000 motos con GPS, sin identificación obligatoria de motociclistas, sin sistema integrado de videovigilancia en Lima. El mercado negro de celulares continúa y las comisarías integradas con la fiscalía y el poder judicial no se encuentran operativas.
Esperemos que el alcalde reaccione y nos lleve, al menos, al nivel de victimización de cuando asumió el cargo.
El alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, se movió en su primer año de gestión en dos escenarios principales: de un lado, con un mensaje de principios y defensa de fueros con los peajes, y otro con señales hacia los sectores más vulnerables.
Con los peajes trató de corregir los entuertos de alcaldes anteriores, pero ya fue. Esa empresa nunca debió perderse. Y con su apoyo a las 2.200 ollas comunes y a la gente sin agua, cumple con su promesa de acercamiento a los sectores más vulnerables. El Centro Histórico de Lima se erige como la joya de la corona y paramos de contar. Me he reunido con el alcalde varias veces y sabe escuchar, pero le falta equipo.
Está pendiente el enfrentamiento a la inseguridad y el recuperar competencias de gobierno regional. También el consolidar una cultura de planteamiento urbano y lanzar proyectos emblemáticos como la Costa Verde, que sigue en el limbo, o una línea más del Metropolitano, y no hay que olvidar a fenómeno de El Niño global.
Es clave vender la imagen de una administración que está en contra de la corrupción. Que se sienta que hay un jefe de ciudad. Hay tanto para hacer en Lima y tanta desesperanza que no es difícil alcanzar el éxito, pero es indispensable tener una hoja de ruta y sintonizar con la gente.
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