El Templo San Pedro Apóstol de Andahuaylillas, una de las iglesias de la Ruta del Barroco Andino.
El Templo San Pedro Apóstol de Andahuaylillas, una de las iglesias de la Ruta del Barroco Andino.
/ Declercq
Redacción EC

La Ruta del Barroco Andino, desarrollada en Cusco, es un recorrido turístico que apunta a ser algo más. Se presenta como una experiencia trascendente, un espacio de transformación para el viajero, conectándolo con el arte, la historia y la espiritualidad. A diferencia del turismo tradicional, el turismo trascendente busca una conexión más íntima entre el viajero y su entorno, ofreciendo momentos que dejan huella.

Los templos de la Ruta del Barroco Andino, construidos entre los siglos XVII y XVIII, representan un momento en la historia donde el arte se utilizaba como instrumento para la evangelización. La Compañía de Jesús, impulsora de esta ruta, se preocupó por aprender las lenguas locales para evangelizar. Además, se enfocaron en la cultura y vivencias de los de las personas, con énfasis en la cultura preexistente.

Las iglesias de la ruta son el Templo San Juan Bautista de Huaro, la Capilla Virgen Purificada de Canincunca, el Templo San Pedro Apóstol de Andahuaylillas y el Templo de la Compañía de Jesús. Todas estas edificaciones tienen una riqueza histórica por las obras de arte que guardan, así como por su arquitectura y lo que representan para sus respectivas comunidades. El proyecto es financiado por el Instituto de Investigación, Transferencia e Innovación (ITEI) del Vicerrectorado de Transferencia de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

“El barroco, este movimiento artístico que nace en Europa y que mezcla un sinfín de tendencias estéticas, adquiere una dimensión aún más brillante cuando se mezcla con la estética propia de las colonias, que en este caso son México, en donde se crea el neobarroco, y Perú, donde se crea el barroco andino. Entonces tienes al barroco europeo mezclado con la estética peruana, que tiene elementos de sierra, de selva”, contó Isabel Miró Quesada, promotora de la ruta, para quien este mestizaje de culturas le da una capa de complejidad adicional al arte. Ella contó que la gestión inicial para recuperar estas iglesias empezó con la labor de Marcela Temple, filántropa.

“La idea de crear la Ruta del Barroco Andino surgió a través de un proyecto financiado con el Fondo Contravalor Perú-Francia, en el que también participó la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. La propuesta era integrar los tres templos jesuitas en el Valle Sur (Andahuaylillas, Huaro y Canincunca) y poder mostrar así una propuesta más integral”, dijo por su parte Meritxell Oms, directora de Sempa, ONG que gestiona la ruta.

Los ingresos generados por la Ruta del Barroco Andino se destinan principalmente a las obras sociales de las parroquias jesuitas en la provincia de Quispicanchi. Estas obras incluyen comedores, ludotecas, salas de cómputo, salas de lectura, bibliotecas y defensorías. Además, se fomenta el desarrollo de la comunidad local a través de talleres.

“La RBA permite, a través de los ingresos económicos de los templos, poder mantener las obras sociales de las parroquias, en la que se atienden a personas vulnerables, pero además se trabaja con 35 señoras del distrito de Andahuaylillas. (…) Gracias a la visita a los templos se ha generado una actividad turística de la zona, que ha permitido el desarrollo de iniciativas privadas de artesanos, restaurantes y personas relacionadas con el turismo, que está dinamizando estos distritos”, añadió Oms sobre el impacto de la ruta.

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