Fue una noche de buena música. Mucho swing, bebop, jazz rock, funk y hasta ritmo soca. Y también de inesperadas risas. Porque Arturo Sandoval, además de ser un maestro de la trompeta y el piano, sabe cómo animar a su público con chistes, o cuentos, como él los llama.
Un público ansioso por escuchar al artista cubano apuró con aplausos la presencia en el escenario de los músicos que acompañaron a la figura principal. Mike Tucker en el saxo, Will Brahm en la guitarra, Maxwell Haymer en el piano, Daniel Feldman en percusión, Mark Walker en batería y Max Gerl en el bajo se lucieron con su arte, para calentar la fría noche del jueves último en el auditorio del colegio Santa Úrsula. Intercalando el protagonismo y nuestra atención, este arranque fue genial.
A continuación, entra en escena Sandoval -zapatillas, blazer a cuadros azul y camisa negra- y tras los saludos de rigor, decreta: ¡Hay que darle candela! A la mano tiene dos trompetas (una de ellas lleva colgando un crucifijo), timbales y campana (más tarde confesó que estaba hecha en Perú, y que era buenísima); también tiene un platillo y un sintetizador, que el músico intercala toda la noche a discreción.
Momentos notables regaló el músico cubano, como para dejar claro por qué ha recibido 10 premios Grammy, entre otros muchos galardones y reconocimientos. Uno de ellos fue la sesión de bebop: combinando la ejecución de ritmos frenéticos, Sandoval compartió historias de íconos de este estilo, como Dizzy Gillespie y Charlie Parker. El otro, escuchar su voz entonando “Smile”, creación de Charles Chaplin en 1936, y cuya letra fue agregada casi 20 años después. “Un día sin reír es un día completamente desperdiciado, dijo Chaplin, y tenía razón”, anotó Sandoval, y luego cantó en inglés, caminando entre el público, la letra que al inicio se traduce así: “Sonríe, aunque te duela el corazón/ Sonríe, aunque esté roto/ Cuando haya nubes en el cielo/ Tú lo arreglarás”.
“Maní, maní, maní”. Sandoval nos recuerda: En 1920, Moisés Simón escribió una canción antológica. “¡Manisero!”, gritó una voz entre el público. Y tras regalar -cual es su estilo- algunos chistes colorados, el trompetista recita el coro, para que el respetable lo acompañe cantando: “Mami dónde quieres que te ponga el cucurucho”. Los timbales esta vez son todo suyos.
A continuación, el maestro anuncia “Sureña”, un tema de su disco “My Passion For The Piano” que reúne ritmos latinoamericanos en clave de jazz, y es un homenaje a todos los países de la región. Presenta a la banda que lo acompaña en esta gira Latinoamericana y luego con su trompeta ensaya acordes de “La flor de la canela”. Promete aprenderla bien para regresar y tocarla completa.
Dijo Sandoval que fue el piano el instrumento que primero tocó, pero que por tontos prejuicios de la época él mismo no hizo notar su gusto personal a los demás. En este escenario del colegio Santa Úrsula, el maestro se sentó y tocó, acompañado de maracas, secundado luego por guitarra acústica y el resto de músicos.
Ya para cerrar la noche, Sandoval anuncia una sorpresa: “Una familia del pueblo donde nací y me crié. Son tres hermanas que viven aquí”. Daylin Curbelo ingresa y con él al piano canta “Contigo aprendí”. Luego se le unen sus hermanas mellizas.
Pero el público pidió más. “Tengan compasión, que soy una persona mayor”, dijo el músico de 72 años que no deja de divertirse, gozar y menear la cadera con cada interpretación. Y fueron dos horas de show.
Y así llegó el final, con un tema de su próximo nuevo álbum, “Rhythm & Soul”. Sandoval animó a todos a pararse, bailar y cantar: “Vengo tocando timba de la buena, pa’ que lo goces báilalo como quieras”. Hasta la próxima, maestro.
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