
Hace más de 20 años, el mundo conoció a Bridget Jones (Renée Zellweger), una treintañera londinense que, entre cigarrillos y copas de vino, plasmaba en su diario las vicisitudes de su vida amorosa y profesional. “El diario de Bridget Jones” (2001) presentó a una mujer con inseguridades y el anhelo de encontrar el amor ideal, debatiéndose entre el encantador pero poco fiable Daniel Cleaver (Hugh Grant) y el serio pero honorable Mark Darcy (Colin Firth).
La comedia romántica, basada en la novela de Helen Fielding y dirigida por Sharon Maguire, se convirtió en un éxito de taquilla, recaudando más de 280 millones de dólares a nivel mundial. Su combinación de humor, romance y una protagonista con la que muchos se identificaron la consolidó como un clásico moderno. La interpretación de Zellweger le valió una nominación al Óscar, y Bridget Jones se convirtió en un ícono cultural.

En 2004 llegó la secuela, “Bridget Jones: Al borde de la razón”, donde Bridget enfrenta nuevos desafíos en su relación con Mark Darcy, incluyendo celos y malentendidos. Aunque no tuvo el mismo nivel de aclamación que su predecesora, marcó el inicio de una evolución en el personaje que se profundizaría en las siguientes entregas.
Doce años después, “Bridget Jones’ Baby” (2016) mostró a la protagonista en sus cuarenta, separada de Darcy y con un nuevo amor en su vida, Jack Qwant (Patrick Dempsey). La historia se complicó cuando descubre su inesperado embarazo sin certeza sobre la identidad del padre. La película fue bien recibida, pero los seguidores de la saga tendrían que esperar nueve años para la cuarta entrega, que ya se encuentra en cines.

Un amor para recordar
Las comedias románticas han evolucionado con el tiempo, dejando atrás la fórmula de “chico conoce a chica” para explorar relaciones más complejas y realistas. Abandonando también ciertas tendencias de las que hoy se critican como la normalización del acoso o la rubia ingenua. Aunque el amor sigue siendo el eje central, las historias ahora abordan la independencia emocional, el crecimiento personal y la felicidad más allá de la pareja ideal.
De la misma forma, el personaje de Bridget Jones cambió con cada película. Lo que comenzó como la historia de una mujer obsesionada con encontrar el amor y encajar en ciertos estándares se transformó en el retrato de alguien que, con errores y aciertos, aprende a aceptarse tras superar desafíos: la inseguridad en la primera, la estabilidad en la segunda y la maternidad en la tercera.

Ahora, en la cuarta entrega, la vemos lidiar con la pérdida de su esposo, Mark Darcy, y criando a sus dos hijos como madre soltera al filo de los cincuenta. Su prioridad ya no es su apariencia ni encontrar al “hombre perfecto”, sino ser una madre presente, aunque un viejo amor del pasado, Daniel Cleaver, regresará para acompañarla en esta travesía de redescubrir el amor después del amor.
Si hay una certeza sobre la historia de Bridget Jones es que nunca se trató de príncipes azules ni finales perfectos. Su encanto radica en el caos, en los tropezones y en las decisiones cuestionables, en las largas sesiones de lectura de “Orgullo y prejuicio” y en esa eterna lucha por encontrarse a sí misma. Porque, al final del día, con o sin pareja, la vida sigue siendo un enredo divertido, y quizá ese sea el mayor aprendizaje de las cuatro cintas: que no se trata de buscar una media naranja, sino de aprender a estar completos por cuenta propia.











