Por Katherine Subirana y Enrique Planas.
María Conchita Alonso es una diva polifacética. Reina de belleza, ícono de la época dorada de la telenovela venezolana, sensual estrella del pop latino y actriz que derribó las puertas de un Hollywood que recién empezaba a sentir la furia latina. Pero también feroz opositora al régimen de Maduro, anticomunista militante y autodeclarada defensora de los derechos de la mujer y de la comunidad LGTBQ.
La artista venezolana llegó al Festival de Cine de Lima PUCP para promocionar “¡He matado a mi marido!”, ópera prima del director venezolano Francisco Lupini. En esta comedia negra, el personaje de María Conchita accidentalmente mata a su infiel esposo, a pocas horas del homenaje oficial que su cónyuge, un prestigioso arquitecto ganador del premio Pritzker, iba a recibir. ¿Cuántas mujeres en América Latina quisieran, simbólicamente, hacer lo mismo?, le preguntamos. “¡Yo creo que muchas!” –dice sonriendo–. “Y todo por el machismo, el control, el no dejarlas ser. Se trata de una comedia muy oscura, una historia muy profunda, con verdades que la gente no quiere reconocer”, afirma.Para cualquiera que creció en los años 80 resulta imposible no imaginarla sentada en el asiento del copiloto del auto fantástico al lado de David Hasselhoff, enfrentando al cazador extraterrestre de “Depredador 2” o compartiendo la tina y las penas de migrante con Robin Williams en “Moscú en Nueva York”. Ahora, la actriz venezolana nos demuestra su vigencia con una cinta que, tras presentarse en el festival limeño, entrará a la cartelera local el 22 de agosto. Producida en Los Ángeles, acompañan a la diva en la cinta Assumpta Serna, Eduardo Yáñez, Guy Ecker, Alicia Machado y Gaby Espino.
— Katherine Subirana: ¿Dirías que la película trata sobre romper el paradigma de la familia ideal: el hombre exitoso con la mujer elegante al lado?
No lo había visto así. La cinta habla también de la homofobia y el racismo, realidades que mucha gente no quiere ver ni aceptar, pero que existen y hay que hacer algo al respecto. Siempre he dicho que cada quien tiene derecho de hacer con su vida lo que le dé la gana, mientras no se meta con los otros. Es el derecho de cada quien a tener el control de su vida.
— Enrique Planas: El festival tiene una divertida publicidad televisiva: en un cásting, un cineasta estadounidense le pide al actor latinoamericano que baile salsa, evidenciando un estereotipo real. ¿Al inicio, cuando buscabas entrar en Hollywood, tuviste que bailar mucha salsa?
[Ríe] Siempre bailé a mi propio ritmo.
— E.P.: ¿Cómo lo hizo la joven actriz que eras en los 80?
Pienso que todo se basa en la familia. Tus padres tienen que haberte dado una educación donde te inculquen creer en ti, que puedes lograrlo todo trabajando. Yo nunca, gracias a Dios, me he sentido discriminada. Cosa distinta a muchos actores.
—K.S.: ¿Ni encasillada?
Ni encasillada. ¡Mi primera película hice de italiana! Pienso que, gracias a “Moscow in the Hudson” (“Moscú en Nueva York”) empecé a generar un cambio para que nos viesen no solo a través de un estereotipo.
— E.P.: Eva Longoria dice que fuiste la actriz que abrió el camino a las siguientes…
Yo tuve suerte. Era una época más difícil. Llegue a Hollywood diciendo “lo voy a hacer”, pero no me puse plazos. Llegué, como siempre hago en mi vida, a gozar. Pero soy muy trabajadora y muy responsable. Me pasaba el día entero tomando clases, de ballet, de jazz, de actuación con Lee Strasberg. Iba a audiciones. Tuve la suerte de que una actriz inglesa, novia de un amigo mío, me presentó a quien se convertiría en mi representante. Y todo me empezó a salir bien. Lo que hice primero fue un episodio de “La isla de la fantasía” con Ricardo Montalván. ¡Y otra vez hice de italiana! Creo que también me ayudó no tener negatividad. Yo nunca dudé, nunca pensé que era inferior a nadie.
— K.S.: ¿Te podría haber ayudado el hecho de que tenías una carrera como cantante que te daba mucha visibilidad?
Ah, claro. Tenía una carrera de cantante en Venezuela, al haber lanzado mi primer disco, “A’mbar”. Pero en esa época los cantantes no viajábamos a otros países a cantar. ¡Imagínate! Cuando me mudé a Los Ángeles, tenía todavía contratos en Venezuela, así que iba y venía todo el tiempo. Y fue allí que me contrató A&M, el sello disquero de Herb Alpert. ¡Yo era jovencita! Allí salió mi disco “Acaríciame”. Estaba tranquila entonces, tenía dinero, no hacía otra cosa que estudiar. Eso sí, salía todas las noches. Esos primeros años fueron muy intensos [ríe].
— K.S.: Se te recuerda mucho por las canciones del disco “Acaríciame”, con tu estilo desenfadado, tus canciones sensuales, con letras que rompían con lo acostumbrado. ¿Cómo ves esa imagen tan sensual y sexy con la que se te identificó siempre?
¡Soy un bebe de pañal comparada con lo que suena hoy día! [ríe]. De verdad, mis canciones ahora son para dormir niños. Es increíble lo fea que está hoy la mayoría de la música.
— E.P.: ¿Haber sido una ‘sex symbol’ en los 80 y 90 trajo para ti algún tipo de responsabilidad?
No, en absoluto. Como todo ser humano, cometemos errores de juventud, pero creo que cuando uno se guía por el corazón, esos errores son más aceptados que cuando son premeditados. Cuando las cosas salen del corazón, es más fácil encontrar perdón.
— E.P.: Supongo que odias el reguetón...
No me gusta el reguetón. Da pena y vergüenza que permitan que saquen canciones con tan mala influencia para la juventud. Mi música era sensual, no sexual. ¡No sé a dónde vamos a llegar! ¡El Bad Bunny ese! También es culpa de los sellos disqueros que invierten para metérselo en la cabeza a la juventud. ¿Qué artistas me gustan? Sia, Taylor Swift y Camila Cabello.
—K.S.: ¿A qué te refieres con errores de juventud? ¿Crees que fue un error haberte creado la imagen de ‘sex symbol’?
¡No! Quizá habré hecho alguna cosa que no debía, herir a mis padres, por ejemplo. Pero no me arrepiento de mi vida. Me arrepentiré de alguna cosita por allí. No haber invertido en bienes raíces, como me aconsejaba mi papá, por ejemplo. No me avergüenzo de nada. Y eso es algo increíble después de haber hecho tanto desde tan jovencita.
— E.P.: ¿Qué recuerdas de una película de culto como “Depredador 2”? Tú y Rubén Blades eran el elenco latino más importante entonces…
Me divertí mucho haciendo esa película. Y, fíjate, hoy en día hay un roce extremadamente fuerte entre Danny Glover y yo. Él había apoyado a Chávez desde el principio porque le pagan bastante bien. Quién iba a decir en esa época, que nos caíamos tan bien y que nos queríamos, que iba a llegar un momento en que él se iba a poner del lado del diablo.
— E.P.: Hace poco Gael García nos hablaba de lo difícil que lo tienen ahora los actores latinos en un Estados Unidos cada vez más xenofóbico en tiempos de Trump. ¿Cómo ves la industria hoy?
Yo no puedo estar de acuerdo con una persona que haya votado por Andrés Manuel López Obrador. Simplemente. Será porque no le está yendo bien a él que dijo eso. Tantos artistas que se pusieron a defender al presidente mexicano, y ahora mira. Y él es uno de ellos. La gente comete el error de pensar que por ser latino ya te van a fregar. ¡Tú atraes esa negatividad! Ellos se sienten mal por ser latinos y agarrándose de eso le echan la culpa 100% a Trump. A mí no me cae bien Trump, pero entre él y la Hillary [Clinton], voto por él. ¡No había otra opción! Trump es el único que ha hecho algo por Venezuela, sea por el motivo que sea, no me importa. Que es un antipático, lo es. Que es un prepotente, lo es. Tiene las estupideces propias de un multimillonario. Pero quiere lo mejor para su país. Tampoco estoy de acuerdo con sacar del país a todas las personas que estén indocumentadas, pero tampoco le voy a abrir la puerta de mi casa a cualquier persona que no conozca. ¡Le tienen un odio tan grande! Repito: Trump no me cae bien, pero actualmente la economía está mejor en Estados Unidos.
— K.S.: Además de la oposición a Trump, otra cosa mueve ahora a Hollywood: el feminismo, el Me Too, las denuncias de acoso sexual. ¿Durante tu carrera en Hollywood has palpado estos problemas hoy denunciados por las mujeres?
Creo que se están excediendo un poquito. Si a mí viene alguien y me dice algo, como me lo han dicho, yo ahí mismito, te lo juro, le digo: “¡Fuck you!”, y le cuelgo el teléfono. Me pasó con una superestrella: me volvió a llamar y cuando empezó con sus vulgaridades, le dije lo mismo, y más fuerte todavía. ¿Qué ha pasado? Que algunas actrices lo aceptaron y siguieron trabajando con esa persona, por el miedo a decir algo y no trabajar nunca más. Por miedo a que te pongan en la lista negra. Eso es culpa también de las personas que lo aceptan y no hablan en su momento. No sé, a lo mejor yo soy muy fuerte, mis padres me inculcaron el respeto. A la primera que me digan algo, lo mando ya sabes pa’ donde.
— E.P.: ¿Sientes que tus declaraciones políticas te han traído problemas?
Mi visión política es muy distinta a la de la mayoría de los californianos. Vivo en un estado extremadamente izquierdista. La mitad de Hollywood me odia y me cierra las puertas, mientras que la otra mitad me acepta. No voy a contar cosas, pero si Dios quiere, saldrán en una serie biográfica mía que está en camino. ¿Qué sucede? Pues que soy de centroderecha. Hay cosas de los republicanos y de los demócratas que me gustan y cosas que no. Sin embargo, supuestamente los demócratas representan el respeto a las libertades, y son ellos los primeros que te tachan si no piensas como ellos. Si las miradas mataran, las que me han dado muchas estrellas demócratas ya me habrían dejado bien muerta. ¿Entonces qué? ¿Son hipócritas? Mis mejores amigos votaron por Hillary [Clinton]. ¿Y sabes qué? Los adoro. En Hollywood hay mucha hipocresía, pero también mucha gente buena. Y a mí me encanta vivir allá. Pero es muy fuerte la cuestión política, y el irrespeto hacia las personas que no piensan como ellos. Yo no estoy de acuerdo con eso: yo respeto. ¡Mientras no seas comunista! [ríe]. Porque el comunismo mata, abusa.