En “Matrix” se utilizaban como alta tecnología unos teléfonos Nokia. Claro, era recién 1999 y el siglo XXI parecía un albur. Entonces, el uso de esos entrañables ladrillos era apenas un detalle entre los varios desaciertos y fallidos pronósticos en que las hermanas Wachowski cayeron al momento de moldear su visión cibernética y posapocalíptica sobre el futuro.
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Este 2021, dos décadas después, conviene reconocer que el deslumbramiento tecnológico y virtual que planteó “Matrix” luce un poco naíf. En especial por su consternación en torno a la apabullante virtualidad, la restricción de las libertades individuales y la vigilancia de un supuesto ente superior que tiene a los seres humanos bajo un yugo.
Parece broma, pero no es descabellado pensar que algunas de las teorías de la saga hayan contribuido a la ola de conspiranoias que cunden en el mundo actual: desde los nuevos terraplanistas hasta los antivacunas convencidos de que la inoculación es un mecanismo de control social. Así se ha perfilado el nuevo milenio y así hemos vivido estos tiempos escépticos y extravagantes.
Pero incluso si hablamos estrictamente de lo cinematográfico, “Matrix” también puso su cuota peculiar y hasta cierto punto nociva. El popular efecto “bullet time”, por ejemplo (que mediante la interpolación de las imágenes le permitía construir sus icónicas escenas ralentizadas), también marcó en parte el camino para que el cine comenzara a perder la cabeza por los artificios computarizados.
Esto pasó en especial con las dos secuelas que se estrenaron en el 2003, “Matrix Reloaded” y “Matrix Revolutions”. En ellas, el abuso de efectos especiales que se derramaban por la pantalla llegó hasta el límite del ridículo: los héroes voladores y sus superpoderes, los personajes multiplicados con un solo clic, los paisajes que parecían un simple ‘render’ informático. Toda una parafernalia que fue mermando el discreto encanto de una saga con premisa interesante.
UN PASO ADELANTE
Sirva todo este preámbulo para hablar del relanzamiento de esta historia con su cuarta entrega, “Matrix Resurrecciones” (”The Matrix Resurrections”), que se estrena este miércoles 22 de diciembre y confirma, para bien, que 20 años no han pasado en vano. Porque vale la pena decirlo desde ya: esta “Matrix Resurrecciones” es la mejor película de todas las que se han hecho en la saga. Para ello le sobran razones.
Primero, y esto es lo más importante, porque ya no se solaza en esa suerte de filosofía ‘new age’ cargada de referencias religiosas, ideológicas y mesiánicas. O por lo menos no lo hace hasta la saciedad que alcanzó en sus tres primeras entregas, y que se volvieron un lastre cansino, repetitivo, inútilmente críptico y hasta algo tonto. “Matrix Resurrecciones” –ahora solo dirigida por una de las hermanas cineastas, Lana Wachowski– parece haber entendido que la madurez de su discurso no tiene por qué parecerse a un panfleto sectario y lleno de obsesiones.
En cuanto a su estética, esta nueva película tampoco abusa de los efectos especiales que supuestamente serían el futuro del cine (¿se acuerdan del furor por el 3D?), sino más bien encuentra la manera más inteligente de utilizarlos. Y no es que prescinda de artilugios: de hecho, mantiene al ya mencionado “efecto bala” como una de sus marcas registradas, solo que lo aplica con la justa contención, siendo consciente de su potencialidad y de los riesgos de su exceso.
En contraparte, es para destacar la preferencia por la lucha cuerpo a cuerpo y su simpático regodeo en el cine de artes marciales (“I still know kung fu”, es una línea que a los fans encantará), así como las logradas persecuciones sobre ruedas (cómo no recordar a Trinity en moto, entre lo poco salvable de “Matrix Reloaded”). Ese conjunto de coreografías bien desplegadas contribuye a que “Matrix Resurrecciones” exhiba sus méritos como película de acción más que de ciencia ficción.
ESTRELLAS RESUCITADAS
Y en medio de todo, de nuevo Keanu Reeves en el papel de Neo/Thomas Anderson, con una actuación marcada por el envejecimiento y la sobriedad, por la calma que trae la sabiduría. Actitud recia pero a la vez serena que el actor ha logrado trasladar con eficacia a esta película: porque es mediante su imagen desgarbada, atormentada y misteriosa que se refuerza la impresión de que esta “Matrix” ha aprendido varias lecciones de “John Wick”, la otra saga protagonizada por Reeves. Tremendo punto a favor.
A su lado, y no menos destacable, Carrie-Anne Moss volviendo a interpretar a Trinity, sin duda uno de los rescates más acertados de la película gracias a su aporte de personalidad y emotividad a la trama. En la otra orilla, las ausencias de Laurence Fishburne (Morfeo) y de Hugo Weaving (Agente Smith) definitivamente se dejan sentir, aunque son huecos que los guionistas consiguen resolver con suficiente ingenio.
De más está decir que “Matrix Resurrecciones” no es una película perfecta. En ciertos tramos peca de un afán explicativo y un poco obvio; en otros, apela al rollo épico y colectivo que, como en su segunda y tercera entregas, la acerca feamente a “Star Wars”. Pero si pasamos por alto esas falencias, es en general una cinta entretenida, inteligente y de sofisticada factura, que ha sabido darle vuelta a su propia esencia.
Dejo para el final un comentario a otro de sus valores, quizá el más divertido de todos: la fórmula metanarrativa que utiliza le permite tomar con humor las metáforas y sobreinterpretaciones de las que la saga ha sido víctima, así como burlarse del fenómeno de los ‘reboots’, tan propios del Hollywood de hoy. Puede sonar cínico, pero en realidad es un mérito: si caes en el juego del reciclaje como “Matrix”, por lo menos mejóralo, admítelo y ríete de él.
Calificación
4 estrellas de 5 posibles
El dato
- “Matrix Resurrecciones” se estrena este miércoles 22 de diciembre.
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