Fines de la década del cincuenta. Cayuga, Nuevo México. El joven Everett (Jake Horowitz) conduce la única estación de radio. Cuando todos se han reunido para ver un partido de básquet en el colegio local, en la vastedad de la noche, este pueblito del extremo sur de EE.UU. luce aún más aislado. A Everett parece no importarle, y tampoco a Fay (Sierra McCormick), adolescente que maneja la centralita telefónica de Cayuga.
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Las líneas precedentes valgan como sensación o atmósfera general de esta ópera prima de Andrew Patterson. Sin embargo, el filme, desde sus primeros segundos, se presenta a sí mismo desde una pantalla de televisor en blanco y negro: “Paradox Theatre Hour” es el programa ficticio que imita a “La dimensión desconocida”, y funge como prólogo o advertencia de lectura, mientras el blanco y negro se transforma en color.
Un color casi monocromo: sepia y tonos en clave baja. Todo con mucha profundidad de campo, para que la oscuridad se sienta densa y amenazante. Miguel Littín Menz –hijo del mítico director chileno Miguel Littín– es el fotógrafo de esta cinta que tiene de viaje hacia una fábula fantástica previamente advertida, pero también de inmersión en la noche vasta, como reza el título. Aunque la vastedad es también la del tiempo.
Everett y Fay no están interesados en el partido de básquet. Pese a su corta edad –ella más joven que él–, ambos controlan las telecomunicaciones del pueblo. Pero ¿qué hay que comunicar en un rincón del sur donde todos se conocen entre todos? Ambos están fascinados por las nuevas tecnologías del registro de lo real: Fay tiene una nueva grabadora de audio, y le cuenta a su amigo las noticias que trae una revista de ciencia.
Sobre las novedades, Fay cuenta emocionada que, entre los inventos del futuro, habrá un teléfono pequeñito y portátil, que incluye una diminuta pantalla donde uno podrá ver a la persona con la que habla. Everett se muestra escéptico. Pero pronto el descreimiento se convierte en sorpresa. Unos sonidos extraños interrumpen las transmisiones telefónicas y la radio de Cayuga. ¿De dónde vienen esas señales?
“The Vast of Night”, inu-sual producción de Amazon, es un pequeño milagro. Y es una película sobre el milagro. Tanto así que uno no sabe si su desenlace, que no contaré, tiene más de fatalidad o de secreta salvación. Eso sí, la sensación dominante está entre el paso de lo cotidiano, y un tiempo del más allá. Una indefinición de la dimensión temporal que se acentúa por las referencias a un futuro palpable: el que vive el espectador.
Todo en “The Vast of Night” está hecho de expresiones sutiles, de detalles subliminales, de motivos susurrantes. También es una experiencia sonora extraordinaria. Los sonidos intrusos aparecen en un espacio de silencio, casi de desolación. La única alegría y luz que parece habitar en Cayuga está concentrada en el partido de básquet, con sus porristas y todo el catálogo de la ‘american culture’ que luce tan tópico como anodino.
Nos atenemos, entonces, a múltiples códigos de lectura. Con la promesa del contacto o el avistamiento de lo insólito, en sintonía también con Spielberg, se proponen retos para la visión del filme. Uno de ellos es la disyunción entre ver y leer (o escuchar): nada de efectos especiales, solo el poder de la imaginación. A la vez, los testigos que pueden ayudar a imaginar lo que pasa son anónimos, subalternos, ciudadanos sin nombre de esa historia no oficial de Estados Unidos: mujeres solas, afroamericanos, trabajadores olvidados. Pero “The Vast of Night” es más que eso: es una obra de arte, y muy bella.
LA FICHA:
“The Vast of Night”
Género: drama, misterio, ciencia ficción.
País: Estados Unidos, 2020.
Director: Andrew Patterson.
Actores: Sierra McCormick, Jake Horowitz, Gail Cronauer.
Se puede ver en Amazon Prime.
Calificación: ★★★★★