Antenor Guerra-García es comunicador de profesión, pero futbolero por pasión familiar y heredada. Ambos ámbitos de su vida los juntó, por ejemplo, cuando formó parte del equipo fundador del suplemento Deporte Total de este Diario, en 1986. Y como poseedor de una nutrida hemeroteca personal, siempre estuvo entre sus planes editar una historia completa (o casi completa) del balompié nacional.
“El fútbol peruano: protagonistas de su historia”, voluminoso libro que acaba de ver la luz, es el resultado de su paciente trabajo.
Comenzó a prepararlo hace más o menos dos años, cuando las Eliminatorias para Rusia 2018 recién empezaban y la idea de llegar al Mundial parecía demasiado irreal. “Pero he tenido suerte. Conforme avanzaba el proyecto, el equipo fue mejorando. Cerré el libro después de la victoria en Ecuador y ahora ya estamos clasificados. El ‘timing’ ha sido perfecto”, cuenta Guerra-García en la soleada mañana posterior al repechaje contra Nueva Zelanda del último miércoles.
Una dulce resaca envuelve la conversación. El volumen, una imponente publicación autogestionada de casi 400 páginas e impecable edición, atrae la vista en primer lugar por su potencia gráfica. Está compuesto por un riquísimo acervo fotográfico, en su mayor parte inédito, que el autor fue recopilando de diversos medios, en particular del archivo de “El Peruano”. Y es que el diario oficial es a su vez poseedor del viejo archivo del fenecido diario “La Crónica” y de su versión vespertina “La Tercera”, que dirigió el recordado ‘Pocho’ Rospigliosi. De allí se lucen postales bellísimas como la de un jovencísimo Teófilo Cubillas con sombrero de México 70, o aquella que adorna la portada del libro con el ‘Niño Terrible’ Roberto Chale luciendo una sonrisa más pícara que nunca.Aunque muchas de las imágenes originales son a color, en el libro todas aparecen en blanco y negro por una acertada decisión estética de Guerra-García. “Quise que tuviera un aspecto más documental e histórico”, explica.
—La importancia de la táctica—
“La idea la tenía desde hace mucho tiempo porque había visto muchas publicaciones sobre historia o análisis del fútbol, pero nunca una que clasificara a los futbolistas de acuerdo a sus características de juego”, señala el autor. Por esa razón es que el libro se aleja de las estructuras tradicionales –aquellas que se ordenan cronológicamente o se dividen por equipos, por ejemplo– y opta por una clasificación netamente pelotera: en ella, los 146 personajes están dispuestos en categorías como los artistas (jugadores creativos por excelencia, los de buen pie, de Cubillas a Cueto), los palomillas (que incluye a inquietos dentro de la cancha como el ‘Flaco’ Malásquez, o revoltosos fuera de ella como ‘Kukín’ Flores) o los macheteros (cirujanos sin piedad como Rubén ‘Panadero’ Díaz o el ‘Puma’ Carranza).
Otras categorías son los cazadores (goleadores natos), los guardianes de los sueños (arqueros notables), los titanes (defensas de talante), los aleros (extremos que, según Guerra-García, son piezas características del fútbol peruano), los patrones (mediocampistas todo terreno), los caciques (ídolos devenidos en símbolos de sus regiones) y los foráneos (extranjeros que dejaron huella en nuestro país: de Techera a Julinho).Pero, además, el libro no se restringe a los deportistas protagonistas y se ocupa también de otros actores fundamentales, aunque muchas veces ignorados.
Allí están las secciones dedicadas a los mejores y más recordados directores técnicos (del brasileño Didí al responsable de la gesta del Cienciano, Freddy Ternero), los árbitros (entre ellos, Alberto Tejada y Ángel Ziani), las plumas y voces respetadas (como el ya mencionado ‘Pocho’ Rospigliosi, Humberto Martínez Morosini y Óscar Artacho), y un capítulo particularmente importante dedicado a los dirigentes exitosos, donde hay espacio para Ricardo Bentín, Teófilo Salinas, entre otros. “Son personajes que por más que son usualmente criticados, tienen un rol tremendo en el desarrollo de nuestro fútbol –señala Guerra García–. Por eso, Manuel Burga no está. Y Alfredo Gonzales tampoco”.
—Entre la pluma y el balón—
La profusa investigación realizada por el autor, felizmente, no se limita al repaso nostálgico del pasado, sino que abre un espacio para la actualidad gracias a la nueva generación de jugadores que nos han hecho renovar la fe en el deporte más bello de todos.
Por eso en el libro están incluidos seis jugadores de la selección que irá al Mundial de Rusia (Paolo Guerrero, Jefferson Farfán, Christian Cueva, Edison Flores, André Carrillo y Alberto Rodríguez) y también el técnico Ricardo Gareca, quien solo con lo hecho hasta la fecha ya tiene asegurado un lugar en la historia de nuestro balompié. “Gallese es un jugador que me hubiese gustado incluir, pero el libro ya estaba cerrado. Quizá para una siguiente edición”, señala Guerra-García.
Él, con 55 años cumplidos y casi todos viendo fútbol, asegura que ha podido disfrutar directamente de las performances de la mayoría de los jugadores incluidos, salvo los que jugaron antes de los años 60. Eso le ha permitido escribir sus semblanzas –a ritmo de una por día, cuenta– con el cuidado necesario que le permita tocar fibras místicas y con una esencia que trasciende el deporte. “He tratado que todos los textos sean diferentes. He descrito al personaje como futbolista, pero también como humano”, explica.
Guerra-García afirma también que cada vez es menor el prejuicio que separa al fanático del fútbol del intelectual, aquel que cree que ambas disciplinas son irreconciliables. “El intelectual, normalmente, es bien futbolero. Ejemplos hay muchos en Argentina, Uruguay, España o Francia”, dice.
Prueba de ello es que cada sección del libro incluye un texto introductorio escrito por alguna personalidad destacada. Así, se puede leer al escritor Jorge Eslava reflexionando sobre la ingrata labor de los arqueros, a Alonso Cueto sopesando el trabajo del entrenador, al historiador Antonio Zapata ocupándose de los vapuleados árbitros, y a un politólogo como Alberto Vergara despachándose en elogios para los jugadores más finos con líneas como estas: “Nuestro futbolista artista juega con verbos importados del arte. Dibuja como Humareda, la toca como Óscar Avilés, baila a rivales con los pasos de don Amador Ballumbrosio y brinda un recital como García Zárate. Nos recuerda que es día de fiesta”. Porque fiesta es, en efecto. Y este libro es parte de ella.