Imaginemos un primer plano de dos dados rebotando contra el piso sucio. El clásico inicio de la novela, “Cuatro -dijo el Jaguar”, podríamos leerlo ‘en off’, dentro de un bocadillo. Todos nuestros recuerdos de aquella historia publicada en 1963 nacen de ese resultado: es el número que determina la suerte de Porfirio Cava, el cadete elegido para robar el examen de Química. Ese hurto pone en marcha la maquinaria de “La ciudad y los perros”: en su intento, el cadete rompe accidentalmente un vidrio, ese vidrio es la pista que conduce a que los ladrones sean descubiertos, que determina que el ‘Esclavo’ se convierta en soplón para evitar el castigo, y que, por ello, recibe un tiro en la cabeza en medio de una práctica militar. Quizás fue el Jaguar quien jaló el gatillo, pero nunca lo sabremos: lo único claro es que es el azar lo que nos gobierna, esos dados que suman cuatro.
Esa ambigüedad en la primera novela de Mario Vargas Llosa siempre fascinó a su colega, el español Hernán Migoya. “Cada lector tiene su versión. Eso le añade al libro una cualidad mística”, señala. Una cualidad con la que tendrá que lidiar en su próximo proyecto: adaptar “La ciudad y los Perros” al cómic, reto respaldado por el sello Penguin Random House en España y Perú. Como señala el autor de “La flor de la limeña”, el proyecto, pensado en 120 páginas, tiene como horizonte de publicación el 2021, reservando seis meses para la escritura del el guion, y un año y medio para la realización gráfica que, idealmente, combinará el lápiz de un dibujante peruano y uno español.
Migoya es un experto en las lides adaptativas: en Europa circula con éxito su versión al cómic de “Tatuaje” (Norma editorial), novela negra protagonizada por el entrañable detective Pepe Carvalho creado por el catalán Manuel Vázquez Montalbán, y cuya segunda entrega, “La soledad del Manager”, llegará en el otoño español con dibujos de Bartolomé Seguí.
— ¿Cómo surge el proyecto?
Hay dos líneas convergentes. Primero, el éxito que ha tenido del proyecto de llevar las novelas de Pepe Carvalho al cómic. Eso me dio mucha seguridad. Segundo, siempre he sentido un enorme agradecimiento hacia Vargas Llosa y admiración por su obra. Siempre lo tuve, y más aún desde que estoy en el Perú, como una figura casi paternal. Fue quien se batió por mí cuando me atacaron por mi primer libro de cuentos. Hubo un antes y un después de su intervención.
— ¿Cómo fue ese antes y después?
Cuando salió la primera edición de “Todas putas”, se montó todo un escándalo político contra su editora, Miriam Tey. Hubo una reacción virulentísima contra el libro. Y en el mismo diario que hizo una campaña de acoso y derribo contra mí, apareció un artículo de Vargas Llosa en defensa de mi libro y de la libertad de creación. Fue tan categórico que me eché a llorar. Y de pronto, todos los que me estaban apedreando escondieron la mano. Desde entonces, siento un agradecimiento brutal hacia él. Cuando vine a Lima por primera vez me recibió en su casa y se portó de maravilla. Más allá de todos los clichés que puedan decirse sobre él, me di cuenta de que era un tipo que escuchaba. Años después, cuando le propuse directamente llevar el universo de su novela al cómic, aceptó de inmediato. Por eso le estoy muy agradecido al editor Jerónimo Pimentel que acogió el proyecto con mucho entusiasmo, y al editor de Reservoir Books en España, Jaume Bonfill. Entre ambos han manejado los hilos.
— ¿Es muy diferente adaptar “La ciudad y los perros” frente a una novela de Pepe Carvalho?
Mucho. En el caso de Pepe Carvalho, hay unas directrices muy claras. Primero, el género negro que lo enmarca y segundo, la pátina de “novela de época” que ha ido ganando con el tiempo. Junto al dibujante Bartolomé Seguí, debo ofrecer una obra policial, con la gracia de recrear una España que ya no existe. Pero “La ciudad y los perros” no es una novela breve policiaca. ¡Es un libro de 500 páginas! Enseguida me di cuenta que, desde el guion, el enfoque no puede ser el de una adaptación fiel. Tiene que ser una interpretación más amplia, donde entren muchas lecturas. Lo bonito es que, con el lenguaje del cómic, se puede aportar esa ambigüedad jugando con planos subjetivos. Podríamos contrastar, con diferentes dibujantes, el mundo realista del Leoncio Prado y el mundo de Lima, más sinuoso y mágico. Vargas Llosa tenía claro que había escrito una novela realista en su momento, con impresionantes pasajes de osadía formal para alguien de 27 años.
— ¿“La ciudad y los perros” fue tu primer mapa literario de Lima?
No. La leí hace muchos años, y ya no tenía ese puente con la novela cuando llegué. La Lima que mejor se me representó fue al leer “Duque”, de José Diez Canseco. Y luego, “El pez en el agua”, de Vargas llosa, eso sí.
— ¿ Qué crees que hará contemporánea una adaptación de la novela?
Así como la película que hizo Francisco Lombardi está bien, creo que a estas alturas, con la pátina que ha ido adquiriendo la novela, escoger un enfoque naturalista o de realismo sucio sería una equivocación. Mi acercamiento será menos realista: así como el mundo del Leoncio Prado es absolutamente mundano y cruel, al ras del cemento, Lima parece otra cosa: es la ensoñación de los personajes, el color tras el concreto del colegio militar. Para los personajes, Lima es una especie de oasis de libertad. Creo que se puede hacer una adaptación bastante experimental, contrastando ambos mundos. No quiero hacer un trasvase del argumento de la novela en un cómic, sino una aproximación mucho más sensorial.
— Está también el tema de la homosexualidad...
Algo que siempre me ha fascinado en la literatura latinoamericana de los años 50 y 60 con respecto a la española, es su libertad. Mostraba una explicitud sexual y sensual mucho mayor que la que se podían permitir los escritores españoles bajo el franquismo. Y mi especialidad es poner en relieve esa sexualidad subterránea y los instintos reprimidos que afloran en toda la novela.
— Decías de Vásquez Montalván que la Barcelona de sus novelas ya no existe. ¿Sigue existiendo la Lima de Vargas Llosa?
Yo creo que no. ¡Aunque hay gente que aún lo cree y se comporta como si aún existiera! (ríe). Pero la Lima de “La ciudad y Los perros” o la de Ribeyro ya no existen. Esas calles bonitas como Diego Ferré, de la Lima señorial, sobreviven como un residuo. Yo soy muy fan de Lima, ¡de todas las Limas! Y me gusta mucho recrear una Lima casi idílica, porque no es lo que acostumbra el limeño actual. Vargas llosa instauró una promisoria visión de Lima para después destruirla en “Conversación en La Catedral”, con una perspectiva más derrotista.