Desde una Madrid contemporánea llena de dilemas personales y metas inconclusas, hasta una Nueva York en guerra, llena de barbarie y sueños distorsionados, toma lugar “El mundo que vimos arder”, la más reciente novela de Renato Cisneros. A lo largo de sus páginas, se presenta la historia de un periodista peruano recientemente divorciado, quien regresa a España después de un periodo de liberación -o huida- en su país natal. Por otro lado, Cisneros narra paralelamente el camino de Matias Giurato Roeder, otro compatriota con un destino completamente inesperado: enlistarse como soldado en la Segunda Guerra Mundial.
“Durante la pandemia, estuve revisando los recuerdos de Facebook, actividad que no suelo realizar normalmente, y encontré una columna que escribí hace casi 10 años, llamada ‘El bombardero sentimental’, donde previamente había entablado la historia de Marías, este personaje que llega a Estados Unidos con el objetivo de ahorrar dinero para conocer Hamburgo, tierra de la que viene su familia materna. Sin embargo, el destino le depara algo distinto, pues finaliza enlistándose en la armada para combatir en la Segunda Guerra Mundial. Cuando la volví a leer, sentí la urgente necesidad de reabrir este relato y ahondar en él. Hallé una historia que no terminó de ser contada, por lo que decidí volver a indagar en ella”, señaló Renato.
“El mundo que vimos arder” es una novela llena de cuestionamientos. A pesar de que el lector inicia cuestionando las decisiones e ideales de cada uno de los protagonistas, de acuerdo con el autor, la novela también puede servir como un punto de reflexión sobre nosotros mismos. A través de ella, surgen múltiples discusiones sobre el sentido de pertenencia, la patria, el azar y la guerra, tanto la bélica como las personales, aquellas que no se ven con facilidad.
―Matías, por un lado, es un joven que necesita pisar tierra de una forma u otra y termina haciéndolo de la manera más brusca posible: la guerra ¿Por qué contar su historia paralelamente a la del periodista, un hombre con un conflicto tan externamente sosegado?
Las historias se cruzan. Una, en primer lugar, es una historia bastante contemporánea. La línea del periodista ocurre en Madrid, en una cabina de taxi, en una conversación entre dos peruanos. A simple vista, el periodista no tiene nada en común con Matías, más luego te das cuenta de que sí. Ambos son sujetos que sintieron la necesidad de salir de su país, de emigrar, pues no se sentían contentos en el lugar donde nacieron, sentían que su destino iba más allá. Del mismo modo, me interesaba establecer todo este conflicto bélico, el cual vive Matías, y contrastarlo con esta otra historia que transcurre en un espacio algo asfixiante, como lo es un taxi en medio de un atracón de tráfico. Contraponer estas dos historias de distintas épocas y contextos era una forma de mostrar que, si bien los dramas actuales, como la discriminación y el arraigo, no tienen la épica de una Segunda Guerra Mundial, son parte de las cosas por las que la ciudadanía del mundo discute. Además, ambos han salido de su ciudad en busca de un sueño pretendido, pero también llegan a un punto en el que se dan cuenta de que no solo por desearlo lo van a conseguir. Sus historias son una forma de esclarecer esta filosofía banal de la autoayuda que afirma que “los sueños se consiguen”. Es mentira, pues, por mucho que te esfuerces, la fatalidad también puede impedirte alcanzarlos. La búsqueda de aquel sueño también puede deberse a los vínculos peculiares con sus familias, los cuales ambos poseen. Una de las razones por las que el periodista se va del Perú es porque dejó de entenderse con los suyos. En el caso de Matías, tiene una relación con el padre absolutamente atroz, por lo que busca alejarse de su sombra y todo lo que representa para él.
―Tomando en cuenta aquella relación familiar tan tormentosa que mencionas del lado de Matías, ¿Ese podría considerarse como el motivo por el que se aferra tanto a volar a Hamburgo a ver a su abuelo?
Matías tiene una relación terrible con el padre, pero una muy buena con la madre. Por eso, siente un vínculo con Hamburgo, por las cartas tan descriptivas que el abuelo le manda. Siente que su lado alemán es el más genuino, pues le brinda ese vínculo que nunca pudo percibir y espera recibir de ellos al conocerlos. Yo creo que todos siempre buscamos pertenecer a algún tipo de clan. En ciertos casos, no encontramos ese sentimiento en la familia en la que nos tocó nacer y nuestro tránsito por el mundo se convierte en una búsqueda de los hermanos de los que la vida nos privó. Del mismo modo, considero que, en estos tiempos, los lazos familiares se han deteriorado por la polarización que hay en todo el mundo que, de alguna forma, también estamos viendo arder.
―Como lo mencionas, la historia está protagonizada por personas que huyen de su patria, al igual que el taxista que acompaña al periodista durante toda la ruta. No obstante, podemos darnos cuenta de que cada uno llegó a Europa de manera distinta, ¿Cómo surge la idea de plantear este contraste entre ambos?
En mi experiencia viviendo fuera, me di cuenta muy pronto de que el exilio puede tener ciertos privilegios. Yo llegué a Madrid con una idea de dónde iba a vivir y lo que quería ser, pero conocí a muchos peruanos que llegaron con una mano atrás y la otra adelante. A pesar de lo mucho que les ha costado, hasta el día de hoy, no tienen la más mínima intención de volver. En el caso del taxista, él siente que encontró un lugar que le permite vivir con la dignidad estándar y tener una familia. Con esto, quería contrarrestar esa idea algo fantasiosa de que afuera siempre se está cómodo, pues el simple hecho de vivir fuera de tu país te ubica en una posición incómoda, sobre todo al momento de opinar.
―Tal y como lo menciona el título, los protagonistas están viendo su mundo arder. Por un lado, Matías se ve atrapado en un conflicto bélico, lleno de armamentos y explosiones. Por el lado del periodista, ¿Cuál sería la guerra con la que está luchando?
La guerra de Matías es la Segunda Guerra Mundial, una guerra épica, en la que se involucra porque está en un momento en el que Estados Unidos es parte de esta etapa bélica. Después de Pearl Harbor, los estadounidenses reaccionan con fervor militar extendido, mientras que los inmigrantes ven la oportunidad de hacerse de un lugar de trabajo, de ser alguien. Eso es lo que ocurre con Matías. La del periodista es una guerra un poco más privada, más no por eso es menos dolorosa. Es una guerra que tiene relación con la frustración de no haber podido ver su matrimonio consolidarse, de no haber podido tener hijos, de no haber concretado su vocación. A veces creemos que las grandes tragedias suceden cuando hay una catástrofe épica, pero no necesariamente es así. Las tragedias suceden más dentro del individuo, con asuntos relacionados a la intimidad, las emociones, la convivencia del uno con uno. Esas son parte de las grandes tragedias que también tenemos que resolver.
―A pesar de que el libro atraviesa una constante barbarie, se logra equilibrar la intensidad del relato, ¿Cómo lograste este efecto en el lector?
Al principio, estuve tentado a narrar solo la parte histórica, la de Matías. Sin embargo, la del periodista sirve como un contrapeso, un descanso de esta historia bélica. Lo hice por dos razones, primero, porque leí un cuento de Roberto Bolaño, llamado “El hijo del coronel”, donde el narrador cuenta que la noche anterior ha visto una película de zombies y el lector se cuestiona el propósito de la historia. Sin embargo, a medida que el lector avanza, se da cuenta de que es la historia de la vida del narrador. Por eso sentí que tenía que haber un narrador contando la historia de Matías. En adición a eso, también adicioné la historia del periodista porque, en esa etapa de mi vida, yo mismo venía discutiendo mi relación con el Perú y quería que este tema también esté presente. Asimismo, me interesaba que hubiera gente conversando y es lo que se puede observar en la relación del periodista con el taxisto o la de Matías con el banquero Gordon Clifford. Algo que debemos dejar de hacer es posponer esos diálogos que pueden definir tu futuro y el de los demás. De cierto modo, un libro es una invitación a conversar con el lector.
―Cuéntanos un poco sobre la relación de Matías y Gordon Clifford, ¿Por qué, después de tanto tiempo sin frecuentarlo, Matías aún se siente tan apegado hacia él?
Me interesaba que el banquero Clifford cumpliera un rol paternal. En él, Matías encontró una persona que se preocupa por él por primera vez. Al mismo tiempo, en Matías, Gordon Clifford encuentra a este hijo que perdió y no pudo salvar. Por eso quiere que el joven cumpla todas sus metas, aunque sea delirante. En esa línea, el evento con el hijo de Gordon Clifford sirvió para darle protagonismo al fuego desde un inicio, tal y como lo menciona el título. El fuego está presente en los bombardeos de Madrid, en esa Lima que se vio sacudida por los ataques terroristas, en la Segunda Guerra Mundial. Este mundo que vemos arder representa las heridas de cada personaje y cómo se conectan entre ellas.
―Al descubrir y exponer estas heridas, ¿Cuál de los protagonistas consideras que evoluciona más?
Definitivamente Matías. Matías literalmente cambia de identidad en la armada, donde designan que su nuevo nombre será ‘Matthew’. Empieza siendo un chico trujillano un poco inquieto y descontento de su suerte. Luego, empieza a sufrir un conjunto de variaciones donde migra y se siente golpeado por la inmensidad de Nueva York. Posteriormente, va a la guerra y termina envuelto en una escalada de violencia mental. Su vida está dominada por la violencia, a pesar de que él llega a huir.
―¿Qué esperas del lector cuando finalice de leer tu novela? ¿Con qué idea quieres que se marchen?
Siento que todos los libros nacen de una incomodidad. Alguien se sienta a escribir un libro porque está disconforme con algo, con el mundo, con su historia, con su familia, con su suerte o con su pasado. Siento que existe algo que, como escritores, nos incomoda y buscamos corregirlo estéticamente escribiendo una novela. Quiero lograr que esa incomodidad se traslade al lector, que no sea la misma persona que empezó a leerlo. Quiero que salgan con menos certezas sobre el mundo y más propuestas. De la misma manera, también busco que surjan preguntas como ‘¿Qué relación tengo con mi país?’ o ‘¿Qué es la patria después de todo?’, pues hay una gran discusión sobre las lealtades patriotas. Cuando era chico, no te criaban para salir del Perú. La misión generacional era quedarse en el país. Si salías a estudiar algo fuera, tu misión era volver para volcar tus nuevos conocimientos a favor del país. Aquel paradigma ha cambiado en la nueva generación, quienes son individuos globales y no ven las fronteras estructuradas que quizás sentía mi generación. Quiero que los lectores salgan problematizando su relación con el país, pensando en aquel sueño de vida que pensaron conseguir, analizando cómo el azar también opera en nuestras vidas y replanteando la conquista de sus metas. Para finalizar, lo más importante es el reconocimiento de que estamos muy próximos a la violencia y que es fundamental huir de ella para entablar una convivencia cívica. Conversen, busquen empezar conversaciones.
La presentación de la novela será el domingo 23 de julio en la Sala Blanca Varela de la Feria Internacional del Libro de Lima.