“Siempre que presiento que me van a dar una mala noticia, me creo que soy otra cosa: un animal, otra persona, un mueble”. Entresacamos esta frase de su más reciente novela, “Yo maté a un perro en Rumanía”, como ejemplo de la estrategia que la escritora desarrolla desde “Pajarito”, su primer libro de cuentos: utilizar especies animales para reflejar sentimientos y debilidades humanas. “Se escribe desde lo que no se tiene”, nos dice la autora limeña radicada en Bodø, ártica ciudad noruega, recordando el desgano familiar por adoptar mascotas.
Ulloa recién pudo tener un gato al mudarse a Noruega para estudiar Sociología y Lengua. “Para mí, los animales resultan una especie de fantasiosa añoranza por lo que no podía tener. Y cuando un gato se vuelve real y concreto, cuando empieza a comer y dormir contigo, lo humanizas: los sentimientos ‘anidan’, el dolor es un aullido”, afirma. Publicada con éxito en España, y con contratos de traducción a siete idiomas, su primera novela se presenta hoy en la librería El Virrey de Miraflores.
— ¿Cuál crees que es el sentimiento más útil para reflejarse en los animales?
Creo que la empatía. Uno empieza a entender que un animal está contento, que sufre o que tiene hambre cuando te acercas y te detienes a observar. La empatía es el sentimiento que nos acerca a todas las especies.
— Desde “Flush”, libro de Virginia Woolf, no recordaba la estrategia de un perro como narrador de la historia. Sin embargo, tu novela también la cuenta una mujer latinoamericana. ¿Cuánto crees que se parecen ambas voces?
Yo diría que muchísimo. Mi intención era que un perro hablara durante toda la novela, pero fue imposible, iba a parecer forzado. Sin embargo, la voz de ese perrito estaba llena de claridad y lucidez. Por qué no decir que también hay mucha claridad y lucidez en la voz de las mujeres. ¡Pero no nos escuchan! Una voz nace de un grito, como es el nacimiento de la voz de las mujeres. Por eso nos llaman “rabiosas”. Por ahí podría haber una asociación.
"La empatía es el sentimiento que nos acerca a todas las especies."
— Tu protagonista busca siempre un momento de lucidez que siempre se escapa, sea por el consumo de pastillas, el vino, o el miedo a ser abandonada. ¿Caracteriza eso la sensibilidad de tu personaje femenino?
El perro negro que aparece en la novela es una clara metáfora de la depresión. Y claro, la mujer de mi historia vive un abandono propio, habita una especie de limbo. Al descubrir ese perro, se encuentran ambos abandonos. Ella quiere salvar al perro y quizá con ello también salvarse a ella misma.
— Rumanía es otro símil para hablar de depresión: un mundo gris, en los extramuros de Europa. ¿Cómo resultó tu viaje a Rumanía que disparó esta novela?
Al conocer Bucarest, sentía que estaba en Lima: el mismo clima, la humedad, el mar. Sentía muy familiar sus edificios, su tráfico violento, la desconfianza, la corrupción. Hay cuadras de bloques muy grises y, de pronto, elegantísimas construcciones antiguas seguidas por un centro comercial. Incluso físicamente la gente es muy parecida. No me esperaba encontrarme en esa especie de dimensión paralela. Ese primer encuentro con un país donde no entiendes la lengua me parece maravilloso. Es el mejor lugar para ejercer tu fantasía.
— Hablando de parecidos, si Rumanía tiene a Drácula, ¿cuáles crees que son nuestros monstruos?
Mi abuela decía que había una mano peluda debajo de mi cama. Pero nuestros monstruos más grandes son el racismo y el clasismo. Lo noto mucho al volver al país, parece algo tan natural.