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“He visto a europeos, asiáticos... tocarla y lloro de emoción”: la historia detrás de “Cariñito”, himno que nació en una toma improvisada de guitarra y Dua Lipa cantó en San Marcos
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“He visto a europeos, asiáticos... tocarla y lloro de emoción”: la historia detrás de “Cariñito”, himno que nació en una toma improvisada de guitarra y Dua Lipa cantó en San Marcos

“He visto a europeos, asiáticos... tocarla y lloro de emoción”: la historia detrás de “Cariñito”, himno que nació en una toma improvisada de guitarra y Dua Lipa cantó en San Marcos

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El último martes en Lima, “” volvió a sonar como si el tiempo se abriera para dejar pasar una misma emoción. En el escenario, y la interpretaron con una fuerza inesperada: ella, icónica, dueña de un pop global; él, heredero de la tradición cumbiambera que ha mantenido vivo este himno. Bastó el primer “Lloro por quererte…” para que el estadio entero se transformara en un solo coro. El país completo, por un instante, cantó su propia historia.

Para entender por qué esta canción sigue conmoviendo a generaciones, hay que viajar al origen. A una Lima distinta, a finales de 1975, cuando Ángel Aníbal Rosado—conocido por su talento para la música criolla y afroperuana—decidió apostar, una vez más, por la cumbia. Su incursión previa no había tenido suerte. Y fue en ese punto, casi final, cuando ocurrió el encuentro clave con José Luis Carballo, el guitarrista que cambiaría el destino de la canción.

En ese tiempo yo trabajaba en el área de finanzas de varias disqueras y colaboraba con el maestro Enrique Lynch en Sono Radio. Una tarde, al salir de la disquera, me encontré en la puerta al señor Ángel Aníbal Rosado. Yo no lo conocía personalmente, aunque sabía de él por sus composiciones exitosas. Me dijo que me necesitaba para una grabación y me invitó a su casa, que quedaba cerca. ‘He averiguado sobre guitarristas y tú eres el indicado para hacer unos arreglos musicales”, relata Carballo a El Comercio.

Entonces me dijo: ‘A esta canción le tengo fe. Pero no tiene introducción ni arreglos, y como he escuchado tu guitarra, me gustaría que tú los hagas’. Luego, empezó a cantarla: ‘Lloro por quererte, por amarte, por desearte’. Yo sentí la melodía entre triste y alegre, sobre todo cuando decía: ‘Ay, cariño, ay, mi vida’. Le dije que sí, que lo haría. A los tres días ya tenía listo el arreglo musical”, detalla.

Ahí comenzó el verdadero despegue. Rosado reunió a Carballo y a sus músicos de confianza —Hinostroza, Novoa, Valles y Siu— y decidió sumar hasta seis cantantes, entre ellos tres coristas femeninas, para darle al tema un aire monumental. En apenas dos tomas, “Cariñito” quedó registrado. La reacción fue inmediata.

“Llamé a Ángel Aníbal Rosado a su casa para que fuera al ensayo y escuchara los arreglos que había preparado, y también para fijar fecha de grabación. Cuando la oyó, me dijo: ‘Oiga, está muy bonito, me gusta’. La grabamos y, bueno, fue un éxito hasta el día de hoy. Cuando terminamos, la escuché en toda su dimensión y me sorprendí. Dije: ‘Wow, esto suena formidable, esto va a ser un éxito’”, refiere el guitarrista.

“En ese tiempo todavía no existía el grupo que interpretó la canción, y me dijo que me encargara de prepararlo. Así nació Los hijos del sol. El éxito fue tan grande que en menos de un mes ya estábamos trabajando en provincias”, remarca.

Agrupación Los hijos del sol, creada por Ángel Anibal Rosado y José Luis Carballo. (Foto: archivo personal de Carballo)
Agrupación Los hijos del sol, creada por Ángel Anibal Rosado y José Luis Carballo. (Foto: archivo personal de Carballo)

Musa de la inspiración

El corazón de la canción nació en casa. Eugenia Acosta, viuda de Rosado y fallecida en el 2022, contó en una entrevista al diario Ojo en agosto del 2019 que su esposo nutría su música de la vida doméstica. “Creo que todos sus temas fueron dedicados a mí. Las cosas que yo le decía, él las convertía en canciones. Cuando cayó enfermo me repetía: ‘Nunca me abandones’. Y, al final, quien me abandonó fue él”, recordó. Por eso la letra sigue doliendo. Por eso sigue abrazando.

“Cariñito” fue registrada en la Asociación Peruana de Autores y Compositores del Perú (APDAYC) en 1980.

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Es una súplica hecha melodía. Es directa, festiva y triste a la vez. Se baila con el corazón roto. Se celebra lo que duele. Ese equilibrio perfecto entre alegría y nostalgia es lo que la convirtió en un clásico que ha cruzado fronteras y generaciones. La adoptó Colombia con Rodolfo Aicardi; la llevó a México Lila Downs; en Chile, España, Argentina y Ecuador encontró nuevas vidas; en el Perú, Bareto, La Sarita y Mesones la reavivaron para nuevas audiencias.

Yo vivo como más de 30 años en Estados Unidos y he visto a norteamericanos, europeos y hasta asiáticos tocar la canción. Y a veces se me sale la lagrimas de emoción porque forma parte de nuestra cultura”, confiesa Carballo.

Y el último martes 25 de noviembre, en Lima, cuando Dua Lipa la cantó ante miles de personas, quedó claro que la canción que nació en una consola de ocho canales y en una toma improvisada de guitarra sigue intacta y poderosa. Porque los himnos no envejecen. Se transforman, se expanden y regresan.

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