
Sin la guitarra, Charlie Parra del Riego —diagnosticado con TDAH desde la infancia— seguiría buscando dónde poner las manos. Pero el instrumento no solo le dio un oficio, sino también una brújula. Con el tiempo, su energía se tradujo en riffs, y esos riffs en una identidad que lo llevó de tocar en su cuarto a convertirse en un referente del rock nacional dentro y fuera del país. Prueba de ello es el reconocimiento de Gibson, Epiphone y Kramer, que le dedicó los modelos Charlie Parra Nite-V Plus y Kramer Charlie Parra Vanguard.
Sin embargo, antes de convertirse en el primer artista latinoamericano con dos guitarras signature a su nombre, Parra entendió que el camino al éxito como guitarrista pasaba por bares pequeños y covers interminables. No importaba si el escenario era apenas una tarima improvisada o si las luces fallaban: la regla era simple, tocar bien. Sin banda, sin repertorio propio, pero con la certeza de que la guitarra lo llevaría lejos, comenzó a abrirse paso en un circuito donde el ruido y la actitud pesaban más que cualquier diploma.

Luego llegó Difonía, la banda con la que Charlie empezó a sonar con más fuerza. No fue un camino fácil: cargar amplis, ensayar en salas minúsculas, tocar por cerveza. Pero con cada acorde, su identidad se afianzaba. Después vendrían proyectos más pesados, como Serial Asesino y M.A.S.A.C.R.E, además de experiencias con Leusemia, Cuchillazo, Mar de Copas, Kobra and the Lotus, Olaya Sound System, Zen, Barrio Calavera, Inyectores e incluso la Orquesta Sinfónica Juvenil Bicentenario. Entre colaboraciones y escenarios, también fue tomando forma su carrera en solitario.
“Ahora la gente es melómana, pero de singles, porque no son capaces de escuchar discos completos. El algoritmo les propone algo y lo escuchan. Los que crecimos escuchando discos, casetes y vinilos somos inmunes al algoritmo porque nosotros armamos nuestras playlists a mano”, reflexiona Parra en entrevista con El Comercio.

Somos rockeros, seámoslo siempre
Han pasado 25 años desde el inicio de Charlie Parra en la escena rockera de Los Olivos, las noches de tocar en bares en el Centro de Lima emulando a sus ídolos como Eddie Van Halen, Randy Rhoads, Marty Friedman, Kirk Hammett o Johnny Ramone. Por aquellos años, experimentó con su estilo y se adentró no solo en géneros subyacentes del rock, sino también en el mundo digital con un canal en YouTube, donde daría un paso arriesgado al publicar la primera versión heavy metal del Himno Nacional del Perú.
“Se creó porque no me sentía identificado con la letra del himno nacional, con frases como ‘el peruano oprimido’. Lo sentía derrotista, aunque la letra es muy hermosa y tiene un final esperanzador”, menciona Parra, quien marcaría una gran polémica tras publicar el cover. “Hubo gente que dijo que profané un símbolo patrio, que hice algo imperdonable para el Perú, pero también hubo personas quienes gustaron del tema, un cambio a lo clásico”.

Al año siguiente, su canal se convirtió en uno de los más vistos de YouTube en Perú y Sudamérica, donde hacía covers de diversos temas, así como canciones populares latinoamericanas, openings de videojuegos, entre otros. La popularidad que recibió a raíz de este video le abrió numerosas puertas, además de captar la atención de diversos grupos y públicos en el mundo, y sin saber que su ídolo de su infancia, Slash, también lo vería.
“La primera vez que vino, él buscaba un artista soporte y fue la misma gente peruana que impuso su voz para que yo sea quien acompañara. Luego toqué con él en Francia y una vez más en su último concierto en Lima, ahí recién reuní valor para pedirle un autógrafo. Él solo sonrió y lo hizo. Cuando conoces a Slash, te das cuenta de que su valor como guitarrista no solo está en su fama, sino en su calidad como ser humano”, recuerda Parra, quien mantiene un vinculo de amistad con el ícono del rock.

Al ritmo del Perú
Fueron más de 1,300 veces las que Charlie Parra tocó en Barranco, interpretando covers de Guns N’ Roses y otras bandas de rock. Atravesó la etapa de la estigmatización por el uso de la guitarra eléctrica, así como las incontables puertas que se tocan antes de dar el gran paso. Durante esos años, aprendió varias lecciones, pero quizá la más importante fue entender que el rock es un eterno cambio de mentalidad.
“Lo primero que aprendes afuera es cómo realmente se vive una gira. En Perú se tiene la mala costumbre de pensar que salir de tu ciudad o región y luego volver después de un concierto es una gira. Aunque es comprensible porque no hay espacios para hacer conciertos, o son muy difíciles de tramitar, un concierto en cada parte del Perú. Por eso, cuando vienen artistas de afuera, solo van a Lima, Arequipa o alguna ciudad del norte”, comenta Parra.

Otro de los grandes retos que, según el guitarrista, aún deben terminar de desaparecer es el purismo. “Es una gran mentira que la gente de mi generación era o rockera, o metalera, o punkera. Todos, al llegar a casa, escuchábamos por un tío, un abuelo o nuestros padres algo de Madonna, Los Destellos o Chacalón. Negar ese hecho sería negar ser peruano”, sentencia.
Hoy, quienes lo saludan por la calle ya lucen largas barbas, brazos tatuados y un hijo que se asoma también a verlo. Y quien lo espera en casa es su guitarra, esa que al caer en sus manos lo acompaña fielmente en otro canción, otro viaje u otro concierto. “Ser rockero ya no es sinónimo de hacer música precaria. Las cosas cambian, y el rock no se quedó atrás”, concluye.
El artista lanzará junto a su banda su nuevo single, "El Centro de atención”, durante la misma semana del festival, además de tocar en vivo el tema.
Lugar: Lurin Live (Panamericana Sur Km 32)
Fecha: 29 de marzo
Hora: 12:00 p.m.
Entradas disponibles en Ticketmaster. Suscriptores del Club El Comercio cuentan con un 25% de descuento.












