
Basta con unos segundos de interrupción tecnológica—un colapso masivo del sistema informático—para destruir cualquier país cuya rutina dependa de celulares, tablets, laptops o sistemas de comunicación. Es decir, nadie está a salvo. Bajo esa premisa inicia la nueva serie de Netflix, que pone sobre la mesa una catástrofe digital orquestada por hackers, una amenaza que no está lejos de la realidad.
“Construimos un thriller que fuera entretenido y lleno de giros inesperados, pero también queríamos hablar de un problema fundamental que enfrenta el mundo en este momento: las grandes amenazas que nos quitan el sueño”, menciona Noah Oppenheim, cocreador de la serie junto a Eric Newman y Michael Schmidt.

La trama nos sumerge en un escenario donde la desinformación y el caos digital pueden derrumbar gobiernos en cuestión de horas. En el centro de la historia está George Mullen (Robert De Niro), un expresidente de EE.UU. que, tras años de retiro, es llamado nuevamente a la acción cuando un ciberataque masivo amenaza con colapsar el país. Junto a él, la presidenta en funciones, Evelyn Mitchell (Angela Bassett), intenta contener la crisis mientras enfrenta presiones políticas y militares.
A medida que las teorías conspirativas se multiplican y la incertidumbre crece, la congresista Alexandra Mullen (Lizzy Caplan), hija de George Mullen, se ve atrapada entre la lealtad a su padre y su carrera política. Mientras tanto, el enigmático Roger Carlson (Jesse Plemons), exasistente de Mullen, indaga sobre quién está detrás del ataque.

Un héroe político
El término “zero-day”, al que hace referencia el nombre de la serie, alude a un ataque que explota vulnerabilidades informáticas antes de que sean detectadas. El crimen perfecto: sin rastros. Sin embargo, ese es el reto al que se enfrenta George Mullen, un hombre retirado que debe lidiar con su pasado y una crisis que amenaza con destruirlo todo.
“Lo más aterrador es darnos cuenta de que en la vida real no hay un Robert De Niro que venga a salvar el día. Nuestra esperanza es que, en algún lugar, haya alguien que aún no ha declarado su posición, pero que esté dispuesto a tomar decisiones difíciles”, menciona Oppenheim.

A diferencia de los diversos personajes que interpretó en su carrera —gánsteres, criminales organizados o incluso un suegro furioso—, en esta ocasión Robert De Niro encarna a un político querido por su mandato anterior que, en su retiro, enfrenta un pasado que lo atormenta y la posibilidad de redimirse a través de este complejo caso.
“Actuar con De Niro es como conectar con tu infancia. Uno crece viéndolo interpretar personajes que te dan muchas ideas sobre cómo es él, y al mismo tiempo, no. Cuando está en el set, hace que todos estén en su mejor nivel”, explica la actriz y coprotagonista Lizzy Caplan.

A lo largo de sus seis episodios, la serie aborda temas como la verdad y la conspiración en un contexto donde la interconexión digital hace que la amenaza de un ciberataque sea más real que nunca. Si hace treinta años un ataque de este tipo podía parecer una teoría conspirativa más—como el recordado Y2K—, hoy la posibilidad de un colapso tecnológico es un riesgo tangible que se gesta desde la infancia de los “nativos digitales”.
“Aunque algo así no haya ocurrido, sigue siendo aterrador ver cuánta información se tiene sobre nosotros en internet. Lo saben casi todo. Además, ahora criar a un hijo es verlo sumergido en el mundo digital, con todos sus datos almacenándose desde que nace. No me sorprendería acabar viviendo en Matrix”, concluye Oppenheim.
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