“¿De dónde sale esa voz?”, le preguntó una pareja catalana a Madeleine Gutiérrez, hija de José Abelardo Gutiérrez Alanya, el recordado Tongo, al final de su presentación en La Marató de TV3 (canal emblema de Cataluña), todavía maravillados por la potencia y el sentimiento de su interpretación del Acerba Volutta de Francesco Cilea. “Seguro que eso viene de familia”, añadieron. La cantante lírica asintió con orgullo: “Sí, es una herencia familiar. Mi padre tenía una voz inmensa”.
“Muchos se sorprenden al escucharme. Por mi tamaño, esperan una voz aguda y ligera, pero lo que sale es una voz profunda y resonante, casi ajena a mi apariencia. Mi timbre llama la atención; es inusual ver voces graves en mujeres. ‘¡Salí sorteada!’”, bromea la cantante mezzosoprano a través del hilo telefónico desde España.
En septiembre del 2023, Gutiérrez Lupinta viajó a Barcelona con una beca para estudiar una maestría en Interpretación de Ópera en el prestigioso Conservatorio Liceu. Durante su trayectoria, se presentó la oportunidad de realizar una segunda especialidad, y no dudó en aprovecharla. Así, también cursó la maestría en Música Académica y Contemporánea, culminando ambas con notas sobresalientes: 9 puntos de 10. Gutiérrez dedicó sus logros a la memoria de su fallecido padre, quien siempre la inspiró.
“Ha sido un proceso difícil, porque uno llega aquí no solo como estudiante, sino también como migrante. Hay que adaptarse a una nueva vida, iniciar proyectos, y hacerlo lejos de la familia y los amigos que se quedan en Perú”, señala la cantante lírica. Además, recién habían pasado seis meses desde el fallecimiento de mi papá. Nada fue fácil”, admite. “Sin embargo, siento que su espíritu está cerca, guiando cada uno de mis pasos. Siempre me decía que iba a triunfar en el extranjero, tenía mucha fe en mí”, añade con nostalgia.
Nuevos caminos
Tras culminar una etapa crucial en su formación de posgrado, Madeleine alcanzó una nueva meta al unirse al Coro de la Ópera de Cataluña. “Fue un desafío que asumí con mucho esfuerzo, pero logré ingresar, y estoy inmensamente feliz. Este trabajo no solo es una fuente importante de ingresos, sino una oportunidad invaluable para seguir creciendo como artista. Con esta compañía nos hemos presentado en casi todos los teatros de Cataluña, incluyendo el Sabadell”, comparte con entusiasmo.
Además de su labor en el coro, la hija del recordado intérprete de “La Pituca” ha llevado su gran talento a otros prestigiosos escenarios del mundo, como el Carnegie Hall, en New York; el Triffo Theatre, en Canadá; el Palau de la música de Barcelona; el Scar Teatro, en Brasil, entre otros.
“También tuve el honor de cantar en un concierto en la majestuosa Basílica de la Sagrada Familia. Fue una experiencia impresionante, un lugar colosal”, recuerda. En ese evento compartió escenario con David Bisbal y Pasión Vega.
Madeleine ha decidido establecerse en Barcelona, un lugar que considera estratégico para su carrera artística. “Desde aquí puedo moverme con facilidad a los distintos teatros de Europa. Seguiré tomando clases particulares porque siempre hay algo nuevo que perfeccionar cuando eres cantante de ópera”, reflexiona.
El próximo año, la artista peruana tiene una agenda cargada de proyectos: presentará conciertos en Barcelona entre febrero y marzo, participará en el estreno de una ópera contemporánea y continuará su formación asistiendo a clases maestras.
Herencia musical
Madeleine Gutiérrez no solo sigue su pasión por la ópera, sino que también rinde tributo a sus raíces familiares con proyectos que conectan su mundo artístico con la herencia de su padre. Uno de los más significativos fue la orquestación sinfónica de “La Pituca”, interpretada por la Orquesta Sinfónica de los 200 años.
“Fue un proyecto profundamente emotivo, una fusión entre mi formación clásica y el legado de mi papá. El arreglo quedó hermoso lo hizo mi pareja, el compositor Diego Berrospi. Cuando regrese a Perú, me gustaría crear una versión lírica para cantarla yo”, confiesa con ilusión.
Asimismo, reconoce con orgullo la influencia musical del creador del ‘tonglish’, y resalta su talento innato y su imponente voz.
“Le encantaba The Beatles, especialmente Paul McCartney. De niña, lo escuchaba cantar música lírica, y cuando yo cantaba el ‘Ave María’, él me acompañaba, como jugando. Siempre me ganaba”, recuerda. “Tenía una voz inmensa, impresionante, con las condiciones físicas y vocales para ser un tenor increíble. Si lo hubiera querido, habría destacado en la música lírica”, concluye con un profundo respeto hacia su legado.