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¿Lanzará dardos contra Trump? Bad Bunny cantará en el Super Bowl: del reguetón a la denuncia política con alcance global
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El anuncio de que Bad Bunny será el acto central del medio tiempo del Super Bowl LX reaviva especulaciones políticas: ya circulan memes que sugieren que “le dé su chiquita a Donald Trump”. Pero no sería un giro improvisado: el puertorriqueño ha tenido una trayectoria de declaraciones firmes —desde tuits incendiarios hasta canciones de protesta— que perfilan a su arte como plataforma de resistencia.
Con millones de espectadores, el Super Bowl no es solo un escenario musical, sino un altavoz con alcance global. Cada frase, gesto o símbolo que Bad Bunny inserte será objeto de lectura política. ¿Hará un guiño a Trump? ¿Un dardo contra la colonización? Ese tipo de preguntas no son nuevas: la expectación nace precisamente porque dentro de la trayectoria de Benito Antonio Martínez Ocasio se fue gestando una tradición de hablar sobre lo que muchos artista evitan.

Puerto Rico primero
El año decisivo fue 2019, cuando estalló el escándalo del Telegramgate y miles de puertorriqueños salieron a las calles para exigir la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló. Bad Bunny no se limitó a mirar desde la distancia: en Twitter escribió con furia, “¡Voy a bajar pa’ la isla… Esta gente piensa que tenemos miedo y vamos a demostrarle que están bien equivocados! ¡Vamos pa’ encima puñeta!”. En otro tuit, dejó clara su posición: “Se acabó el cabrón chiste. Esta generación hará la diferencia. Nosotros no nos vamos a dejar”.
Pocos días después, en Instagram, anunció que pausaba su carrera para unirse a las manifestaciones: “Voy a poner pausa a mi carrera, no tengo corazón ni mente para hacer música. Voy para Puerto Rico, hay que salir todos los días a la calle, no podemos darle la espalda al pueblo”. Ese gesto sorprendió incluso a sus seguidores internacionales, a quienes pidió comprensión: “Llegó la hora de despertar, boricua. Mis fanáticos de otros países, espero que me entiendan. No es momento de sacar ni de promocionar música”.

Su activismo no se quedó en redes. Junto a Residente e iLe lanzó la canción “Afilando los cuchillos”, que se convirtió en himno del movimiento y acusaba directamente al gobierno de corrupción e indiferencia ante el dolor del pueblo. Cuando Rosselló anunció su renuncia, Bad Bunny celebró con un mensaje que sintetizaba el espíritu de la protesta: “Estoy orgulloso del pueblo… se siente cabrón hacer historia con mi gente, con mi pueblo. ¡PUERTO RICO PUÑETA!”.
Cinco años más tarde, en 2024, su compromiso volvió a ser evidente. De cara a las elecciones, insistió en que “votar es una de las protestas más grandes que puede hacer el pueblo”. Para Benito, la papeleta no era un trámite: era un arma política en manos de la juventud puertorriqueña.

Ese mismo septiembre, en entrevista con El Tony Pregunta, rompió en llanto al criticar el culto a la clase política: “Los políticos no son superestrellas, son nuestros empleados”. La frase se viralizó y fue interpretada como una bofetada directa al establishment.
En paralelo, financió vallas publicitarias en toda la isla con mensajes abiertamente críticos al Partido Nuevo Progresista (PNP): “¿Quién vota PNP, no ama a Puerto Rico?” y “Votar PNP es votar por la corrupción”. Estas pancartas, firmadas de manera indirecta pero que luego serían confirmadas que eran parte del activismo del cantante, despertó revuelo en el mundo musical y de su país natal.
Ese septiembre también expresó a través de sus redes sociales su frustración con la apatía electoral de los jóvenes, a quienes instó a no ser indiferentes: “El problema no es solo lo que hacen los políticos, sino lo que dejamos de hacer nosotros si no votamos. Hay que sacar a quienes llevan a la isla al despeñadero”.

Una voz latina en Estados Unidos
En octubre del 2025, tras un comentario ofensivo sobre Puerto Rico realizado por un humorista durante un mitin de Trump, Bad Bunny reaccionó de inmediato en redes sociales. Publicó un video en apoyo a Kamala Harris y compartió un clip de la entonces candidata discutiendo sus planes para la isla. Días después, subió otro mensaje en el que defendía el orgullo boricua y recordaba: “A quienes critican a Puerto Rico, les digo que aquí hay corazón y resistencia”. Su respaldo a Harris generó un intenso debate sobre el impacto de su influencia en las elecciones de 2024, sobre todo entre el electorado puertorriqueño en estados clave como Pensilvania.
El tema migratorio ha sido una de sus banderas más visibles. En julio de 2025, estrenó el video de NUEVAYoL, donde incluyó un discurso paródico con la voz de un imitador de Donald Trump que declaraba: “Este país no es nada sin los migrantes”. El gesto fue leído como un manifiesto proinmigrante que reivindicaba a la diáspora latina en Estados Unidos.

Ese mismo año explicó que había dejado fuera a Estados Unidos de su gira “Debí Tirar Más Fotos” por temor a que el ICE realizara redadas en los alrededores de sus conciertos. No se trataba de logística, sino de denuncia: mostrar que incluso en la música los migrantes sienten la sombra del miedo.
La confrontación con Trump y su órbita no se ha quedado en símbolos artísticos. Cuando en un mitin un orador se refirió a Puerto Rico como “isla de basura”, Bad Bunny respondió con un video-tributo que exaltaba la historia y la cultura de su tierra. Con ello, convirtió el insulto en una oportunidad para reivindicar orgullo y memoria colectiva.
Su discurso también se extiende a las consecuencias de la gentrificación y el colonialismo cultural en Puerto Rico, advirtiendo en sus canciones y sus redes sobre el riesgo de que la isla siga la ruta de Hawái: un paraíso turístico levantado sobre el desplazamiento de sus comunidades originarias. Con frases crudas en canciones como “Lo que le pasó a Hawaii”, ha logrado que un debate urbanístico llegue a las listas de reproducción globales.

En este contexto, la confirmación de su show en el Super Bowl LX no es una simple coronación artística. Es la puesta en escena de un artista que sabe que cada gesto suyo tiene repercusión política. Para unos será un momento de orgullo latino, para otros un acto de provocación. Pero lo que resulta innegable es que, desde antes de subirse a ese escenario, la presencia de Bad Bunny despierta la expectativa de su público.
El reto que se avecina no está en cantar para una audiencia global —algo que domina con soltura—, sino en decidir cuánto de Puerto Rico, cuánto de migración y cuánto de resistencia se atreverá a colocar frente a un público que espera entretenimiento, pero que podría terminar escuchando un manifiesto.
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