Gabriel Fernández Capello, Vicentico, debe estar cansado de que le pregunten por enésima vez si es ‘freak’, por el título del primer sencillo de este nuevo álbum que ha lanzado, como solista, después de siete años. “Te diría que sí y que no. Yo considerarme a mí mismo no me considero nada”. Bastante conocida es la poca simpatía que siente por las entrevistas, pero en una reciente, concedida a un medio argentino, explicaba que le costaba la charla sobre preguntas raras “no porque piense que son boludeces; (...) me cuesta jugar el papel de contestar la cosa normalmente”. Concluía que la charla con la prensa le resultaba interesante porque lo hacía pensar sobre la música y el momento.
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Y es precisamente así, reflexivo, como se muestra el líder de Los Fabulosos Cadillacs en esta entrevista donde habla sobre el proceso de crear en tiempos de ‘streaming’, de crisis sanitaria, de inmediatez, de ‘feats’ y de fórmulas musicales agotadas. Habla del poder de la sanación de la música, de las cosas que no haría “a esta altura de su vida” y de cuánto extraña venir al Perú.
–¿Qué es “El pozo brillante”, de qué va este disco?
Es una pregunta amplia y bastante difícil de contestar, aunque haya sido yo quien lo haya hecho (sonríe). Digamos que es un disco que grabé durante fines del 2018 y parte del 2019. Me tomé como un año y medio grabarlo. Fue muy entrañable hacerlo, muy largo, pero muy entretenido. Lo pude sacar recién ahora por la pandemia.
¿Qué es? El pozo brillante es como cuando estás en un cuarto con la luz apagada y empiezas a ver. Es un modo de describirlo. Es eso, pero también es lo que tenemos dentro o lo que yo siento que tenemos adentro. Es el camino del disco.
–En este tiempo de encierro por la pandemia, en el que tuvimos oportunidad de encontrarnos con nosotros mismos, surgió alguna idea que pudo convertirse en canción y añadirla a los temas que ya habías grabado?
El disco yo lo terminé a fines del 2019, previo a la pandemia. Lo cerré y no volví a incluir más nada. Pero sí, durante la pandemia y la cuarentena pasé por todo eso que dices. Estuve mucho tiempo adentro de casa, por suerte la pasé bien, yo disfruté mucho estar en mi casa y no hacer nada. Me dediqué también a hacer música, pero más recreativamente. Lo más lindo de hacer música es cuando no tienes que hacer nada más que simplemente tocarla.
–Digamos, de manera terapéutica...
De manera terapéutica, sí. Grabé y grabé montones de cosas, pero es lo que hago siempre, en realidad. Antes de hacer un disco, puedo pasar un año entero buscando ideas. Las guardo y después vuelvo a ellas y encuentro alguna célula, alguna frase, palabra, melodía o título, algo que me sirve para arrancar.
–Decías que las canciones que componen este disco son el resultado de un viaje interior. ¿Cómo ha sido este viaje?
Hacer canciones, por lo menos para mí y creo que para montones de artistas, es un viaje interior. Todo está en el pozo brillante ese del que hablábamos. Allí uno puede entrar y buscar. A veces es incómodo, a veces lindo, otras veces te da susto o alegría. Es eso, encontrarse con cosas y en mi caso, me es como un poco irrefrenable tratar de darle forma de canción a esas ideas. No sé por qué quiero hacer eso, es así y lo acepto con alegría porque me encanta. El camino de hacer un disco o meterse con eso siempre es arduo. Es lindo y es difícil, es todo.
–¿En qué categoría musical ubicas “El pozo brillante”?
Podría decirte que dentro de la música, las categorías son un poco aleatorias. Para mí la música se divide, si hay que dividirla, en música popular y culta. Yo formo parte de la música popular y me acerco a ella de un modo absolutamente intuitivo y de ese modo voy aceptando qué es lo que quiero hacer. No sé bien qué es este disco, es todo y nada a la vez, pero tiene influencia de todos lados. Estoy influenciado por el pop, el rock, por los melódicos, por los cantantes, por la música popular de todos lados.
–¿Cómo es hacer música en tiempos de Spotify y hits inmediatos?
Según qué ambiciones tenga uno. Podría ser muy fácil, extremadamente fácil, pero como yo veo las cosas, no puedo hacerlo de ese modo. Yo tengo que hacer un disco, no puedo hacer una canción en la ‘compu’ y subirla. O sea, sí lo puedo hacer, de hecho lo hago, pero tengo que trabajar un montón. No se me ocurre la idea de “me grabo un ritmito en la ‘compu’, canto arriba y saco la canción”. No estoy en desacuerdo, me parece espectacular y entiendo al 100% que alguien lo haga. Me parece inteligente, es un modo de sacar la cabeza afuera, pero yo no puedo a esta altura de mi vida, hacer eso. Yo prefiero hacer un disco y que sea lo que Dios quiera. Si después no lo escucha nadie, que no lo escuche nadie. O que lo escuche una persona y me diga “escuché tal canción y me tocó un poco”, yo ya estoy satisfecho.
–¿Cómo estás a “esta altura” de tu vida, como dices?
Estoy bastante bien (ríe). Para alguien como yo, que cuando empecé a cantar y a tocar a los 20 años, no tenía mucho futuro en el sentido de que era muy mal estudiante. No tenía trabajo, no sabía qué iba a hacer y de repente encontré la música como un camino para expresarme y para decir todo lo que a mí me pasaba. Y ese camino dura hasta hoy, que tengo 56 y ya voy a cumplir 57 años. Es una suerte inmensa que me haya sucedido eso y lo agradezco siempre. La música es una salvación absoluta. No quiero ponerme místico ni raro, pero la música es algo muy heavy y con mucho poder de sanación, de curación. Esa es mi vida y se la agradezco infinitamente. (La música) realmente me ha hecho vivir momentos increíbles.
–Este disco sale después de siete años, te tomó casi dos hacerlo.
Fue un proceso largo, pero también porque nos gustaba que fuera de ese modo. Este disco lo coproduje con mi amigo Héctor Castillo, que tiene su estudio en Estados Unidos, y trabajamos todo este tiempo porque nos gustó y porque tuvimos la oportunidad de hacerlo así. Hay otros discos que los hice en meses, en este caso no sé por qué se fue estirando y estirando. Cada vez se estiraba más y cada vez más nos gustaba. Digamos que cuanto más raro, mejor. Creo que la premisa para este disco fue: “cuanto más raro todo, mejor; cuanto más intrincado, más divertido”.
–¿Qué piensas de la moda de los discos trabajados en colaboración con otros artistas?
Pienso que es raro como que haya una obligación de hacer colaboraciones. Lo que más me importa a mí es la canción, si las canciones necesitan dos cantantes o tres, bienvenidos sean, buscamos el modo de hacerlo. Pero si no necesita, solo ponerlo, no. A veces uno está cantando en primera persona y aparece otro cantante en primera persona y uno no sabe quién está cantando, qué espíritu o qué corazón está cantando la canción. Empieza a perderse todo. Distinto es el caso cuando hay dos cantantes que van a cantar juntos, eligen una canción, cantan y sus voces suenan bonitas. Yo canté millones de duetos con gente impresionante y lo disfruté mucho, pero no llamaría a otro cantante solo por llamarlo o porque sea una fórmula. Ya es aburrido todo eso.
–¿Tienes planes para hacer otro disco a corto o mediano plazo, volver a las giras, tocar en Perú?
Otro disco, seguro. Durante la pandemia, como te decía, fui guardando un montón de material y sí me gustaría pronto grabar y sacar otro disco. También quiero tocar, pero todavía no se puede. Cuando se pueda, obvio.
Extraño mucho estar ahí, me encanta, amo ir a Perú. No lo digo como una cuestión demagógica, porque no tengo ningún interés en quedar bien con nadie, lo digo como una expresión de deseo, tengo muchas ganas de que pronto pueda ir, ver el mar. Y no solamente visitar Lima, sino todo el país que tantas veces recorrí.
El dato:
“El pozo brillante”, de Sony Music, es el sétimo disco como solista de Vicentico. Contiene 11 temas entre los que destacan los sencillos “Freak”, “No puedo”, “Cuando salga” y también una versión de “Ain’t Go No (I Got Life)”, popularizada por Nina Simone, el único tema que no fue escrito por el artista argentino.
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