Enrique Planas

Lo entrevisto en el mismo sofá cabriolé rojo donde tantas veces se explayó Osvaldo Cattone, en el renovado hall de ingreso al teatro. “Todos tenemos una historia con el Marsano”, me dice Giovanni Ciccia, quien lleva tres meses de ensayos con su elenco mientras obreros y técnicos refaccionaban cañerías, alfombras y cableados. En efecto, todos tenemos una historia y la suya empieza en 1976, en una butaca de la platea del teatro, cuando vio por primera vez Aleluya Aleluya con sus padres. “Y te podría decir que si no fuera por el Marsano y por Osvaldo, no sería actor ni me dedicaría a dirigir”, añade.

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