Una actriz en la azotea interpreta un poema de Vallejo. Líneas basadas en “Los nueve monstruos”, parte del notable “Poemas Humanos”. Los versos del poeta que ella interpreta parecen escritos ayer por la tarde, a propósito de la pandemia. El personaje baja las escaleras, recorre los pasadizos, alcanza las oficinas vacías. Toma el ascensor, aparece en el estacionamiento, oscuro y ruidoso como las entrañas de una ballena. Sube de nuevo y sale a la entrada del Centro Cultural de la Católica, cerca de las boleterías. En la puerta de acceso al cine, se alcanza a escuchar, en arrítmico latido, el pop corn estallando dentro de su olla. Pese a que todo el edificio está vacío, algo late en su interior.
En “Rosaura y los nueve monstruos”, obra escrita y dirigida por Vanessa Vizcarra, Wendy Vásquez recorre los recovecos vacíos de todo el Centro Cultural, convertido en una extensa sala escénica. Cada espacio ha cobrado otra dimensión, visto desde la soledad y trasformado por la palabra del poeta de Santiago de Chuco. Rosaura, su personaje, discurre en un espacio muerto, desierto, pero a su paso empiezan a pasar cosas. En efecto, tras un año y medio de salas cerradas a causa de la emergencia sanitaria, parecería que el teatro ha muerto y, sin embargo, la vida resiste en medio de la oscuridad. Tácitamente, el montaje que desde este viernes 2 de julio se presenta de manera virtual en la plataforma www.ccpucpencasa.com también rinde homenaje a las presencias que habitaron su escenario. Tanto el equipo permanente del Centro Cultural como aquellos que transitaron por él, o los que no volveran a pisarlo pero cuya energía sigue presente. Para Vizcarra, la obra puede formar parte del proceso de duelo colectivo que aún no hemos compartido, así como la esperanza en un renacimiento. “No solo no hemos vivido un proceso de duelo, sino que esta coyuntura política nos ha llevado a otros extremos de tragedia, días antes de cumplir 200 años como República. Sin embargo, lo bueno de las tragedias es que no son permanentes. Siempre son un tránsito hacia nuevos nacimientos”, señala ella con autoridad de dramaturga.
Hace un año el Presidente Sagasti juró al cargo citando a Vallejo al final de su discurso y no faltó quien se sorprendiera poe ello. Incluso hay quienes consideran al poeta “pesimista” o “depresivo”. ¿Que creen que nos dice hoy Vallejo en un poema como “Los nueve monstruos”?
Vanessa Vizcarra: No es la primera vez que trabajo con Vallejo en el escenario. Lo he hecho antes sosteniéndome de su poesía. Es un poeta al que regreso con frecuencia. Es un poeta muy sensible a lo que le rodea, tremendamente capaz de transformarlo en palabras e imágenes. Más bien, creo que su necesidad de conectar con esa realidad que percibe es un acto de esperanza. Yo entiendo la depresión con la inacción, con la incapacidad de accionar hacia algo mejor. Vallejo escribe desde un lugar que puede ser muy triste, oscuro y doloroso, pero intentando avanzar hacia una luz. Y ese ha sido un punto de partida para nosotras, identificadas tanto en las palabras de un poema como “Los nueve monstruos”, que podría haber sido escrito ayer.
Todo el mundo cita la última línea del poema (Hay, hermanos, muchísimo qué hacer), pero pocos parecen haberlo leído completo...
Wendy Vásquez: Y justamente muchos de los que repiten esa línea son aquellos que no han hecho nada. Y por eso parece manoseada, como si hubiera perdido su valor. Cuando releí el poema me resonó muy fuerte. Efectivamente, pareciera que Vallejo lo hubiera escrito pensando en esta pandemia. ¿Qué es lo que hace que eso sea posible? Lo que ocurre es que Vallejo es capaz de llegar al fondo de lo que le ocurre a un ser humano ante una situación adversa. Ese sentimiento de dolor intenso, de desesperanza, de sentir que llegamos a nuestra finitud. Y él es capaz de expresar eso de manera hermosa… Pudo haberlo escrito motivado por la Guerra Civil Española, pero de lo que habla en el fondo es hasta dónde puede llegar nuestro temor ante las situaciones que escapan a nuestro control.
Cuando Rosaura, el personaje que interpreta Wendy dice: “Jamás, señor ministro de salud, fue la salud más mortal” uno se pregunta por qué hemos tenido a Vallejo tan alejado de nuestro presente.
Wendy Vásquez: Es urgente recuperarlo. Está claro que no es un poeta al alcance de la mayor parte de la ciudadanía, circula solo en círculos ilustrados. Lo más probable es que en la calle preguntes por Vallejo y muchos no sepan de quién se trata. Supongo que tiene que ver con el estado actual de la educación y del valor que le damos como sociedad al arte y a la cultura.
Vanessa Vizcarra: Para mí, trabajar el texto de Vallejo ha sido una delicia. En parte un placer mío y también compartido con Wendy. Pienso que hay que rescatarlo urgentemente, del mismo modo que a Blanca Varela, a Ribeyro, a Arguedas… tenemos tanto que enorgullecernos en cuanto a creación cultural solo en el último siglo. Concretamente, de Vallejo existe esa sensación de que es un autor críptico y triste. A mí, más bien, me resulta apasionado e intenso. A veces, demente. En esa dificultad de decodificar su obra hay algo muy placentero. El problema es que estamos muy acostumbrados a que nos expliquen las cosas, a que nos digan cuál es la moraleja. ¡Y la poesía no puede hacer eso! La poesía te abre puertas, te hace sentir, en ella aparecen imágenes que no sabías que estaban allí. Y eso es delicioso, aunque también pueda darnos algo de miedo.
Teniendo a la poesía de Vallejo como sustento, la obra propone muchísimas lecturas. Una de ellas tiene que ver con la esperanza por el regreso al teatro. ¿Cómo ha sido para ustedes este año y medio de espacios escénicos cerrados?
Wendy Vásquez: Horrible. Es muy difícil explicarlo. La pandemia me agarró cuando acababa de tener a mi segundo hijo. Era un tiempo en el que estaba absolutamente preparada, consciente e inconscientemente, para la maternidad. Hibernar en mi casa, dando teta, cuidando. El primer año de pandemia fue retador, sola en casa dos dos niños todo el día. Pero cumplido un año de pandemia no podía más, necesitaba recuperar desesperadamente mi identidad fuera de la maternidad, y empecé a gritar por trabajo. Recién allí me encontré con que no había. que todo estaba parado. Cuando Vanessa me propuso esta mirada del poema, explorando el espacio del centro cultural como un refugio para volver a conectarnos con la esperanza, me entusiasmé mucho. De hecho, cuando fuimos al teatro, ambas nos lanzamos al escenario a echarnos en el piso, como si quisiéramos fusionarnos con él. Nos daba mucha nostalgia ver esos espacios, esas oficinas, esas butacas vacías. Con esperanza, sabemos que se van a volver a llenar.
Vanessa Vizcarra: Con todo lo brutal que ha sido este año y medio, siento que también que nos obligó a salir del espacio de comodidad. Fue duro, pero también una oportunidad para tentar otros espacios y para cuestionarme si no había caído en cierta monotonía. Ahora debemos pensar qué creaciones artísticas vendrán, que nuevos Vallejos empezarán a escribir sobre estos dolores. Es interesante que los seres humanos de todo el mundo hayamos pasado por lo mismo durante todo este tiempo.
Empezamos con Wendy en la azotea del Centro Cultural y a partir de allí recorre todo el espacio, revelándonos el edificio de una forma que nunca lo habíamos visto. La cámara sigue a la actriz sin cortes...
Wendy Vásquez: Ese es un elemento del teatro: la continuidad. Es fantástico ver cómo uno empieza a desafiar los límites de los géneros.
Vanessa Vizcarra: Todo esto empezó con la propuesta de Marco Mulethaler (director del CCPUCP) para hablar desde la plataforma del centro cultural. Rápidamente apareció Vallejo y el poema, que fue nuestra ancla desde el comienzo. Rápidamente también convocamos a Wendy para que sea la voz que lleva adelante esta historia. Luego empezamos a barajar ideas sobre atravesar la ciudad, llevar a Rosaura (nombre del personaje de Calderón de La Barca en La Vida es Sueño, mujer que sigue adelante a pesar de todas las adversidades) desde el malecón hasta el Centro Cultural, atravesando calles, mirando el espacio público. Pero luego aparecieron problemas de producción y complicaciones que nos hicieron virar a un espacio más controlado. Fue entonces que decidimos desplazarnos por el interior del edificio en sí. Todo lo que contiene, el símbolo que representa. Así, el Centro Cultural se convierte en espejo de los espacios que le importan a los demás, todos esos espacios que hemos dejado de visitar: el colegio, la universidad, la oficina.
Wendy Vásquez: Cuando llegamos a la idea de recorrer el espacio físico del Centro Cultural empezó todo a tener un nuevo sentido. Emocionalmente, lo que más me ha impactado al hacerlo es que, finalmente, entender que lo único que podemos hacer además de reconocer nuestro dolor y aceptarlo, es utilizar las experiencias creativas que tenemos a mano para salvarnos.
Tras recorrer todo el edificio, Rosaura alcanza finalmente el teatro en el segundo piso. Sin embargo, ya todos los recovecos del edificio los había convertido previamente en espacio escénico. ¿En estos tiempos en que salen voces diciendo que “teatro en video no es teatro”, ustedes cómo asumen que lo que están haciendo es teatro?
Wendy Vásquez: Esto no es teatro, ¡Es un cortometraje polaco! (ríe)
Vanessa Vizcarra: Tampoco diría que es teatro, pero no por eso dejaré de seguirme llamando teatrera, porque es como yo me reconozco. Hoy en día, que no se ha estado haciendo teatro como solemos hacerlo, sí se han estado haciendo otras cosas que quizás no tengan un nombre claro. Pueden caer en la categoría de video arte, de performance incluso. Pero si bien es audiovisual, se trata de un producto con raíces teatrales muy potentes. Una de ellas es la presencialidad continua del personaje. Seguimos en tiempo real lo que vivió. Por otro lado, una característica muy presente en el audiovisual es su capacidad de generar una ilusión de realidad. El teatro, en cambio, crea convenciones. Estás en un escenario, y el espectador y el artista convenimos en que durante determinado tiempo vas a creer en lo que se te propone. Y esa diferencia está presente en este trabajo.
EL POEMA
LOS NUEVE MONSTRUOS
Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardido¹!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.
Poemas Humanos (1939)
LA DIRECTORA
Vanessa Vizcarra es actriz, directora y dramaturga. Master in Arts, en “Texto y Performance” de la University de London (Birkbeck) en asociación con la Royal Academy of Dramatic Arts, RADA; y licenciada en Comunicaciones con mención en Artes Escénicas de la PUCP. Desde el año 2019 se desempeña como Directora Artística del Festival de Artes Escénicas, FAE Lima.
LA ACTRIZ
Wendy Vásquez es Licenciada en Artes escénicas por la PUCP. Ha desarrollado su carrera en el teatro, el cine y la televisión, trabajando con los directores más destacados del medio. Ha protagonizado una treintena de proyectos en teatro y cine, siendo reconocida por el diario El Comercio como Mejor actriz en los años 2005 y 2008.
EL DATO:
“Rosaura y los nueve monstruos” (Basada en el poema de César Vallejo)
Dirección y dramaturgia de Vanessa Vizcarra
Actúa Wendy Vásquez
Obra disponible desde el 2 de julio a las 8:00 p.m. hasta el 18 de julio. La obra incluye una breve conversación entre la escritora Giovanna Pollarolo, la actriz y la directora, en la que se reflexiona sobre el proceso del montaje y de la poesía de Vallejo como punto de partida.
Entradas en www.ccpucpencasa.com General: S/ 20 Especial PUCP/Clientes BBVA / Suscriptores El Comercio S/ 15
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