En el 2011, El Comercio tuvo acceso directo a los cables de Wikileaks. Juan Aurelio Arévalo, autor de esta nota, formó parte del equipo. (Richard Hirano / El Comercio)
En el 2011, El Comercio tuvo acceso directo a los cables de Wikileaks. Juan Aurelio Arévalo, autor de esta nota, formó parte del equipo. (Richard Hirano / El Comercio)

La historia de El Comercio con empieza en enero del 2011 con una llamada al celular de Rossana Echeandía. Era una persona cuyo nombre no conocía y que le preguntaba si estaba enterada de los cables. "¡Soy periodista! ¿Cómo no voy a estar enterada?", le contestó nuestra entonces editora de la Mesa Central. Eran ellos y querían entregarle al Diario los documentos sobre el Perú. Después de un mes de idas y vueltas, le comunicaron que debía viajar a Londres y ahí le dirían los pasos a seguir. Solo estaban enterados el director de entonces (Francisco Miró Quesada Rada) y el jefe de Informaciones, Mario Cortijo.




Ya en Londres, Rossana recibió una llamada que le indicó la dirección donde debía estar la mañana siguiente. Cuando llegó subió unas escaleras estrechas que la llevaron a una especie de bar que a esa hora estaba vacío. Un hombre que limpiaba le dijo que alguien iría por ella y al rato apareció la persona que hasta entonces había sido su contacto telefónico. Caminaron varias cuadras hasta una puerta que daba acceso, otra vez, a unas escaleras muy estrechas y tras atravesar largos pasillos llegaron a una oficina. Ahí le instalaron un programa en su laptop y le dieron un USB. “Cuando llegues a Lima, bajas el programa y así podremos conectarnos para que accedas a la base de datos”. En ese momento, inesperadamente, se abrió una puerta y entró un sujeto alto y delgado con rostro inconfundible: .

No aceptó una entrevista, ni siquiera una foto, pero sí intercambiaron algunas palabras. Assange estaba interesado en el Caso de los 'Petroaudios' y también en visitar el Cusco. Nuestra periodista salió con tanta adrenalina que caminó 7 horas por Londres sin destino. Su pasaje de regreso era para tres días después, pero volvió a la mañana siguiente.

Para revisar la gran cantidad de información, formamos un equipo del que fuimos parte, en un primer momento, Debora Dongo-Soria y el que escribe esta nota, ambos redactores de la sección Política quienes fuimos escogidos por nuestro buen nivel de inglés. Luego se sumó Marisol Grau.

Mientras otros medios habían desarrollado softwares especiales para procesar toda esa información, nosotros solo teníamos la ayuda de dos laptops y una impresora. Las laptops no podían tener conexión a Internet por pedido expreso de Wikileaks para evitar ciberataques. En total, revisamos e imprimimos cerca de 4 mil cables del Departamento de Estado de Estados Unidos, elaborados entre los años 2006 y 2010. En ese período fueron embajadores en el Perú James Curtis Struble (2004-2007) y Michael McKinley (2007-2010).

En los reportes, cuyas categorías iban de "secretos" a "confidenciales" y "desclasificados para uso oficial", se informaba sobre asuntos relacionados con las actividades de los candidatos en la campaña del 2006 y también eran temas recurrentes la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.

La revisión del material fue una tarea sumamente exigente. Se tenía que hacer una traducción exacta de lo que decían los documentos, cruzar la información y consultar el Archivo para entender el contexto en el que se habían producido los hechos. Óscar Castilla, Fabiola Torres y Elizabeth Salazar de la Unidad de Investigación de El Comercio colaboraban en esta tarea. Además, se buscaba a los involucrados para obtener su versión de los hechos.

Los primeros reportajes se publicaron el 13 de febrero del 2011. Uno trataba sobre una solicitud de Jorge del Castillo para que funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en Lima intercedan ante Lourdes Flores a fin de que reconociera su derrota electoral en la primera vuelta del 2006. El otro revelaba las gestiones hechas por la Embajada de Venezuela para que Hugo Chávez tuviera un buen recibimiento en la denominada Cumbre de los Pueblos en mayo del 2008.

Luego de la difusión, la embajadora de Estados Unidos en el Perú, Rose M. Likins visitó la sede central de El Comercio para expresar su preocupación por la publicación de documentos clasificados de su país, aunque admitió que el caso ya era un hecho público. El director le explicó que el interés del Diario no era inmiscuirse en los asuntos internos de Washington, sino descubrir y entender facetas de aquellas personas que nos gobernaban o aspiraban gobernar el Perú, ya que por esos días estábamos en plena campaña electoral. Ante esto, la embajadora dijo estar preocupada por la seguridad de las personas mencionadas y se le explicó que había un riguroso protocolo para separar lo relevante de lo banal. Las identidades de las personas serían reveladas en la medida de que se tratasen de personajes vinculados al mundo político, económico o social, que tuvieran relevancia en el país. Toda información sería previamente cruzada y confrontada con los aludidos.

Al día siguiente, Likins invitó al entonces candidato presidencial Ollanta Humala a su embajada y le entregó información referida a él. Se trataba de un reporte del 2005, que El Comercio no tenía, y que daba cuenta de que el ex ministro del Interior toledista, Fernando Rospigliosi, había acudido para conversar con funcionarios de la embajada para promover una campaña en contra de Humala antes de los comicios del 2006.

Lo que hizo Likins ayudó electoralmente a Humala y generó la duda sobre si El Comercio estaba ocultando información. El Diario emitió un comunicado reiterando que el material entregado por Wikileaks abarcaba el periodo comprendido entre enero del 2006 y los primeros meses del 2010. El reporte sobre Humala no estaba en nuestras manos. Además no se había pagado por el material.

En los días siguientes difundimos cables como el del "ego colosal" de Alan García o el de las afirmaciones de Luis Castañeda, también acerca de García, diciendo que era un buen vendedor de sebo de culebra. También uno sobre las visitas de Humala a la embajada pidiendo que no le negaran la visa. En mayo, Wikileaks nos entregó los cables remitidos entre 1985 y el 2005 y supusimos que allí sí habría información más importante ya que era un periodo marcado por el terrorismo, la hiperinflación del primer gobierno aprista y la corrupción del régimen de Fujimori. Pero nos equivocamos. Entre los reportes no había ninguno clasificado como "Top Secret". Solo "secretos", "confidenciales" y "desclasificados". Eso podría explicar por qué no se encontró información acerca de lo que la Embajada de Estados Unidos reportó sobre el autogople de Fujimori, las matanzas de La Cantuta y Barrios Altos, la captura de Abimael Guzmán, la guerra con Ecuador en el 95, la toma de la Embajada de Japón, el caso de las firmas falsas de Fujimori que El Comercio denunció en el 2000, los 'vladivideos'. Todos estos temas, muy probablemente estaban rotulados como "Top Secret".

El Comercio siguió revisando los cables y, en paralelo, Wikileaks también le entregó los documentos a IDL-Reporteros. Ellos recibieron el paquete completo de 1985 al 2010 y también encontraron poca información sobre la década del noventa.

La mayor filtración de la historia abrió un intenso debate entre la seguridad nacional y el derecho a la información, pero también marcó un hito en el periodismo mundial que nunca había trabajado con un volumen tan grande de información. Wikileaks se alió en un inicio con los cinco medios de comunicación impresos más importantes del mundo: "The New York Times" (Estados Unidos), "Der Spiegel" (Alemania), "The Guardian" (Inglaterra), "Le Monde" (Francia) y "El País" (España). Medios que colaboraron entre sí, más allá de competir. Fue una alianza que tenía como propósito asegurar un alcance global y tener el sello de credibilidad y rigor que solo el periodismo puede ofrecer. Luego se abrieron a otros medios de importancia como "El Espectador" de Colombia, "La Nación" de Argentina, "La Jornada" de México y El Comercio que también formó parte del mayor acontecimiento periodístico de los últimos años.

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