La basquetbolista estadounidense Brittney Griner fue enviada a una colonia penal rusa para cumplir una condena de nueve años de prisión por posesión ilegal de drogas.
Nadie sabe cuánto tiempo cumplirá efectivamente, ya que Estados Unidos desea acordar con el gobierno ruso un intercambio de prisioneros para liberarla.
Mira: Trasladan a la estrella del baloncesto estadounidense Brittney Griner a una colonia penal de Rusia
Hasta que eso suceda, su vida dentro de una cárcel rusa ciertamente no será fácil y probablemente soportará condiciones como las de cualquier otro recluso.
Griner perdió su apelación contra su condena por posesión de drogas a principios de noviembre y luego fue trasladada desde un centro de detención de Moscú a una colonia penal.
Pero recién ahora se conoce su paradero. Sus abogados dijeron que está en la colonia penal de mujeres IK-2, en la remota aldea de Yavas en Mordovia, 500 kilómetros al sureste de Moscú.
Tipos de cárceles rusas
El concepto de "colonia penal" revive los recuerdos de los Gulag de la era soviética, pero en este caso simplemente se refiere a una prisión, con varias hileras de edificios bajos que albergan barracones comunales para reclusos y estructuras separadas donde hay talleres de trabajo.
Durante días, nadie, incluidos sus abogados, supo adónde habían enviado a Griner. Para Rusia esto es normal, y cuando las familias de los reclusos no pueden pagar un buen abogado, a veces pueden tardar semanas en recibir una carta desde la cárcel.
La prisión donde está Griner es una de las colonias penitenciarias regulares de Rusia, donde se encuentran la mayoría de los 453.000 reclusos del país.
Los reincidentes o los condenados por delitos graves son enviados a colonias de régimen estricto o de régimen especial.
La diferencia radica en el número de visitas permitidas a los familiares, la frecuencia de paquetes permitidos con comida o ropa y la severidad de los castigos por infringir las normas.
Algunos delitos graves se castigan con tiempo en celdas sin acceso al aire libre.
En el otro extremo de la escala penitenciaria están las "colonias-asentamientos" para los que cometen delitos menores, que son más relajadas e incluso permiten pasar días fuera.
Vivir en un centro de reclusión
La condena de Griner no sorprende a nadie en Rusia: el 13,5% de todas las sentencias en 2021 fueron dictadas por posesión, contrabando o tráfico de drogas ilícitas. Para las mujeres ese número sube al 42%, aunque no todas son castigadas con privación de libertad.
La policía rusa ha sido acusada durante años de reforzar las estadísticas delictivas al plantar droga o presionar a los detenidos para que confesaran. Este no fue el caso de Griner: admitió tener cartuchos con aceite de cannabis en su equipaje cuando regresó a Rusia en febrero para jugar al baloncesto durante la temporada baja de EE.UU.
Para los hombres presos, la violencia es una amenaza constante, ya sea por parte de otros reclusos o del personal.
Videos de tortura, violación y humillación difundidos el año pasado mostraron pruebas contundentes de un sistema organizado de intimidación, extorsión y extracción de confesiones manejado por reclusos incitados por las autoridades penitenciarias.
Ese tipo de violencia no tiene lugar en las cárceles de mujeres, pero Olga Podoplelova, de la ONG “Rusia tras las rejas”, dice que igual la vida de las reclusas no es fácil.
“No hay una jerarquía carcelaria informal establecida en las cárceles de mujeres, pero la administración lo controla todo y hay muchas maneras de convertir la vida de una reclusa en un infierno”, asegura Podoplelova.
Las obligaciones de los presos
Según la ley rusa, los reclusos tienen que trabajar. La mayoría lo hace, ya que negarse normalmente significa tener problemas, aunque la casta más alta de convictos en la jerarquía criminal masculina, conocida como blatnye (traducido literalmente al español como “ladrones”), se niega por principio.
El régimen penitenciario implica un pago exiguo por condiciones que muchos observadores describen como trabajo esclavo.
“Los reclusos trabajan de 12 a 16 horas al día con descansos para el almuerzo y el baño”, afirma Podoplelova.
Mientras que los hombres en las colonias penales a menudo trabajan en el procesamiento de madera o la soldadura, las mujeres se emplean en la costura de ropa, en su mayoría uniformes para el servicio penitenciario, el ejército o la policía.
Las máquinas son viejas y los lugares de trabajo están mal equipados, por lo que Griner, que mide 2,06 metros, tendrá que agacharse frente a la máquina de coser.
La colonia penal de Yavas, donde se afirma que Griner está encarcelada, no tiene buena reputación, y las reclusas que trabajaban allí hablan de palizas e intimidación.
“Trabajé como costurera y hay una ley: si no cumples con la tasa de producción, te golpean”, dijo la ex presa Irina Noskova al medio ruso The New Times en 2013.
Derechos restringidos
Los intentos de luchar por los derechos de los internos trabajadores son raros.
Dos mujeres que denunciaron el problema con una huelga de hambre fueron Maria Alekhina y Nadezhda Tolokonnikova, encarceladas dos años después de que su grupo Pussy Riot realizara una actuación punk en una catedral de Moscú en 2012.
Alekhina cumplió su condena en dos prisiones regulares y dice que las tradiciones que se remontan a los días del sistema Gulag de Joseph Stalin están muy vivas.
“Todo ese (trabajo) es sin alimentación normal, sin sistema médico normal y sin ninguna defensa de los derechos humanos”, dijo recientemente a la agencia de noticias Reuters.
Tolokonnikova cumplió parte de su condena en otra colonia penal de mujeres.
El preso de más alto perfil de Rusia es el político opositor Alexei Navalny, y él también ha emprendido la lucha por mejores condiciones carcelarias y los salarios.
Navalny cumple una condena de nueve años en una colonia de régimen estricto situada 250 kilómetros al este de Moscú. Su abogado ha descrito el sitio como “monstruoso”.
A él también le obligaron a coser ropa, pero logró convencer a las autoridades de que reemplazaran los viejos taburetes cortos de cuatro patas por sillas giratorias adecuadas para él y algunos compañeros de trabajo.
Las autoridades, además, han dificultado su comunicación con sus abogados defensores. Una pantalla de vidrio que los separaba fue reemplazada por una película opaca y luego se le prohibió mostrarles documentos. "Me ponen en una habitación de 1 metro x 1 metro, frente a una pared de plástico con contornos humanos detrás", se quejó.
Es muy poco probable que Brittney Griner enfrente este tipo de presión.
Pero hay pocas posibilidades de que su pasaporte extranjero y su fama deportiva le compren algún alivio de las condiciones soportadas por los presos comunes.
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