Brittney Griner fue escoltada fuera de la cárcel rusa en donde permaneció por diez meses. Luego, la llevaron al aeropuerto de Moscú para tomar un vuelo hacia Abu Dabi. Allí, la basquetbolista estadounidense condenada a nueve años de cárcel por tráfico de drogas, fue intercambiada hoy por un prisionero de Estados Unidos apodado ‘El mercader de la muerte’.
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A cambio de la atleta, el Kremlin pidió a Washington la liberación de Viktor Bout, considerado por la BBC como “uno de los traficantes de armas más prominentes del mundo”. Su historia es conocida porque Hollywood mostró parte de ella con el actor Nicolas Cage como protagonista.
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Para el analista Enrique Banús es claro que, si bien hay una gran diferencia entre lo que hizo Griner -fue arrestada por posesión de cannabis medicinal- y Bout, para esos Estados “ambos terminaron valiendo lo mismo”. Banús también advierte la posibilidad de que este haya sido un intercambio provocado. “A ella la detuvieron por drogas, pero luego la pusieron en aislamiento. Parece que Rusia buscaba que Estados Unidos tuviera que aceptar cualquier oferta”.
Existe una lógica de mercado, agrega el especialista. Un lado tiene prisioneros y sabe que el enemigo también tiene a los suyos, y del otro lado funciona igual; el asunto es negociar 1x1 o 2x1.
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Washington estaba interesado en esa segunda opción.
Según CNN, el presidente ruso, Vladimir Putin, no cedió a los intentos de su par estadounidense, Joe Biden, por repatriar a Paul Whelan, “un exmarine estadounidense arrestado por cargos de espionaje en 2018 y sentenciado a 16 años de prisión dos años después”.
El resultado no fue del agrado de todos en Washington. El medio añade que “la situación se complicó aún más cuando altos funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, molestos ante la perspectiva de liberar a una figura notoria que había tomado años capturar y alarmados por el precedente que sentaría la liberación de Bout, plantearon fuertes objeciones”.
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Historias de intercambios
“El Observador” recuerda que, el 10 de febrero de 1962, se sucedió el primer intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y Rusia durante la Guerra Fría.
“La caminata se desarrolló sobre el puente Glienicke, sobre el río Havel, entre la zona de Berlín bajo la administración de los aliados y Potsdam, Alemania Oriental. Los hombres eran el piloto norteamericano Francis Gary Powers, capturado por los soviéticos, y el espía soviético nacido en Inglaterra Vílyam Guénrijovic Fisher, alias Rudolf Abel, capturado por los norteamericanos”.
Así como se intercambiaban espías por espías, dice Banús, también era usual cambios por presos políticos. El nivel de sofisticación de la época hizo que el asunto ya no se tratara individualmente sino en grupos. “Y así como habían listas de personas, también se negociaba por dinero. De hecho, algunos gobiernos tenían fondos reservados para estos asuntos”.
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A pesar de que esa tensión terminó, la costumbre no se abandonó.
En el 2010, por ejemplo, Washington y Moscú organizaron “el mayor intercambio de espías desde la Guerra Fría en un aeropuerto de Viena, Austria”. Entonces, EE.UU. liberó a diez “personas declaradas culpables en un tribunal de Nueva York por los cuatro espías que cumplían condenas en Rusia desde hacía varios años”.
La práctica también es parte de la guerra entre Rusia y Ucrania. El último martes, se intercambiaron “60 prisioneros de guerra de cada bando”.
Dentro de esa lógica es que el caso Griner - Bout llama la atención. ¿Es una demostración del poder de Putin sobre Biden?
Banús apunta a que es normal que los “dictadores o líderes autoritarios” tengan más fuerza y opciones que los democráticos porque manejan “otras herramientas” de naturaleza cuestionable. Para Biden, sin embargo, “mejor es algo que nada”.
“Pero Vladimir Putin también queda mal al mostrarse dispuesto a negociar a favor de un traficante de armas. Lo habitual es intercambiar espías y no hay tanto problema con ello porque, al final del día, todos los Estados los tienen. Sin embargo, esta situación demuestra que Putin no tiene escrúpulos”, concluye Banús.