Quiroga Vargas el líder y fundador del Inkarri Islam. (Facebook)
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“El peligro silencioso: células iraníes de Hezbolá en el Perú y los riesgos de la escalada Israel-Irán”, por Irma Montes Patiño
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“El peligro silencioso: células iraníes de Hezbolá en el Perú y los riesgos de la escalada Israel-Irán”, por Irma Montes Patiño

“El peligro silencioso: células iraníes de Hezbolá en el Perú y los riesgos de la escalada Israel-Irán”, por Irma Montes Patiño

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En medio de la actual escalada militar entre Israel e Irán, que cobró más de 950 vidas entre civiles y militares antes de alcanzarse un frágil alto el fuego, surge una preocupación adicional para la seguridad regional latinoamericana: la presencia de células iraníes operativas en territorio peruano. El caso de Muhammad Ghaleb Hamdar, arrestado en Lima en octubre del 2014, representa un precedente alarmante que cobra nueva relevancia en el contexto geopolítico actual.

Hamdar, miembro de la Organización de Seguridad Externa de Hezbolá, fue arrestado en Surquillo tras una operación de inteligencia que involucró la colaboración de servicios israelíes. Las autoridades peruanas encontraron residuos de materiales explosivos en su basura, fotografías de potenciales objetivos turísticos peruanos y documentación falsificada. Lo más preocupante es que Hamdar admitió su membresía en Hezbolá durante el proceso judicial. Este caso no fue un evento aislado, sino parte de una estrategia más amplia de penetración iraní en América Latina y ello ilustra la capacidad de involucramiento de organizaciones terroristas internacionales en territorio peruano.

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Francisco Sanz

Cuando Irán se encuentra bajo presión militar directa, históricamente ha recurrido a operaciones asimétricas a través de sus ‘proxys’ globales y el Caso Hamdar demostró que estas redes pueden establecer infraestructura operacional sofisticada, incluyendo acceso a materiales explosivos, reconocimiento de objetivos y capacidades de cobertura. En el contexto actual, la presencia de células inspiradas en este modelo representa un riesgo latente que podría materializarse mediante ataques contra objetivos israelíes, judíos, estadounidenses o infraestructura crítica peruana.

La dimensión más preocupante de esta amenaza es su hibridación con movimientos locales en el Perú. Aquí el peligro más latente está en el llamado Inkarri Islam, organización fundada en el 2012 por Edwar Husain Quiroga Vargas, que fusiona la cultura andina peruana con el Islam fundamentalista chiíta, operando oficialmente como el “Centro Islámico del Perú”. Así lo advirtió la periodista Martha Meier Miró Quesada en su columna de opinión en un diario local ya en el 2020, siendo una de las primeras voces en advertir sobre este peligro. Hoy cobra mayor relevancia este movimiento, que se basa en el etnocacerismo de Antauro Humala donde juntos buscan establecer en el Perú una dictadura autoritaria basada en la raza, combinando elementos del nacionalismo indígena andino con preceptos islámicos radicales.

Quiroga Vargas -quien por cierto llamó a votar por su “hermano en lucha”, Pedro Castillo, en las elecciones del 2021- se autodefine como etnocacerista y colaboró enviando a docenas de jóvenes peruanos a Irán para ser entrenados por clérigos como Mohsen Rabbani. La organización estableció presencia en la región de Apurímac con apoyo del gobierno iraní y personas vinculadas a Hezbolá, donde se reporta colaboración con remanentes de Sendero Luminoso. La combinación de estos elementos puede generar un ecosistema de radicalización de alta volatilidad y así activar células durmientes en territorio latinoamericano pues se crea un caldo de cultivo ideal para la radicalización local y el reclutamiento de operativos que pueden pasar desapercibidos por su origen nacional.

En el contexto actual, donde Israel e Irán han intercambiado ataques directos y la región se encuentra al borde de una conflagración mayor, la presencia de células iraníes en el Perú plantea interrogantes críticos sobre la preparación del país para enfrentar amenazas terroristas. El Caso Hamdar demostró que estas redes pueden establecer capacidades operacionales reales, incluyendo acceso a materiales explosivos y reconocimiento de objetivos.

La colaboración entre Hezbolá y grupos locales como Sendero Luminoso en regiones como Apurímac añade otra dimensión de complejidad, creando una convergencia entre terrorismo internacional e insurgencia local que podría resultar particularmente desestabilizadora.

Las células iraníes en el Perú no son reliquias del pasado, sino amenazas latentes que podrían activarse en cualquier momento de crisis regional. La prevención efectiva requiere no solo vigilancia de seguridad, sino también estrategias de contranarrativa para prevenir la radicalización local. El fortalecimiento de capacidades de respuesta rápida ante amenazas terroristas emergentes se vuelve imperativo ante una amenaza que combina terrorismo internacional, extremismo local y oportunismo político en un cóctel particularmente explosivo para la estabilidad democrática peruana.

(*) Irma Montes Patiño es licenciada en Relaciones Internacionales de la George Washington University

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