“Nada transmite más seriedad que llamarse Mr. Tweet”. Elon Musk acaba de cambiar su nombre en Twitter, quizás su forma de burlarse de los problemas que lo acechan. Porque si hace pocos meses logró salvarse de un juicio con esa misma red social -luego de hacer una oferta de compra agresiva quiso retroceder, así que la plataforma amenazó con llevarlo a una corte para obligarlo a cumplir con su palabra-, otra de sus empresas, Tesla, ahora sí lo sienta en el banquillo de los acusados. Lo señala de ser, justamente, un hombre poco serio.
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El origen de la causa es un tuit del 7 de agosto del 2018. “Estoy considerando privatizar Tesla por 420 dólares [la acción]. Financiación asegurada”, escribió Musk sin tener en consideración que dicha tasación haría que el valor de la empresa disminuyera. De allí que se le acuse de manipular el mercado a su favor y que, en esa publicación, mintió porque tal comprador no existía. Si bien es cierto que el valor de las acciones aumentó ese día en un 11%, recuerda “El Diario.es”, también lo es que luego cayó hasta los US$ 263.
Pero los inversionistas de Tesla no son los primeros en llevar a Musk a juicio. Durante el mismo 2018, la Comisión de la Bolsa y Valores de Estados Unidos comprendió que su publicación no era necesariamente legal. Sin embargo y para evitar mayores investigaciones, el magnate llegó a un acuerdo, pagó una sanción de US$ 20 millones y renunció a ser presidente del consejo de administración por tres años.
Para Alexandra Morales, politóloga especializada en comunicación política, ahora es el momento de ver las repercusiones de las decisiones y publicaciones de Musk. “Si bien antes se le percibía como un millonario mediático, controvertido, que utilizaba Twitter para polemizar, hoy notamos sus desaciertos. Lo que dijo o publicó tiene consecuencias”.
Este contexto, dice Morales, invita a reflexionar sobre dos asuntos en torno al uso de redes sociales. Por ejemplo, muchas organizaciones nacionales e internacionales utilizan Twitter como medio de comunicación oficial. El valor de hacerlo pasa por tener comunicación directa con la audiencia desde una cuenta chequeada. Pero a veces hasta los ministros renuncian desde sus propias cuentas y, a pesar de que no se publica en plataformas sociales oficiales, hay cierta verosimilitud. “Esto deja en evidencia cómo en esta red social se le cree más a las personas que a los medios de comunicación oficiales. Tiene sentido porque el contenido se viraliza más rápido”, anota.
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La especialista agrega: “¿Pero qué sucede cuando, desde esas cuentas personales, se publica información que pone en dudas resultados de elecciones democráticas? ¿O se afirma que el valor de las acciones de una empresa es menor al real? Ese contenido no es verídico. Y como la información no se puede sostener por sí sola, hay polémica. Valdría preguntarse cómo se debe manejar el equilibrio entre la comunicación institucional y la libertad de las personas a decir o tuitear lo que quieran”.
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Asunto de experiencia
Lo segundo que apunta Morales tiene que ver con la libertad de expresión en las redes sociales. ¿Qué pasa cuando el valor de una acción se ve afectada por una publicación del mismo dueño? Y ese es uno de los casos menos complejos. “Allí tiene que intervenir la justicia para subrayar los vacíos legales y los límites de lo que se puede o no publicar. Este es un debate que tiene mucho tiempo, solo que ahora las grandes falencias de las plataformas digitales empiezan a tener efectos en nuestras vidas”.
Pero dejando de lado las reflexiones, lo que es concreto es que Elon Musk -la primera persona en perder US$ 200 mil millones de riqueza, según Bloomberg- también tiene problemas domésticos, cuyas raíces se ubican en su política agresiva de recorte de presupuestos. En San Francisco, donde opera la sede central de Twitter, lo acusan de deber 136.250 dólares. En paralelo, Crown Estate, que tal como dice su nombre, le pertenece a la familia real británica y se dedica a gestionar sus propiedades, denuncia que dejó de pagar el local de Londres.
La estrategia de Musk es responder/tuitear con sorna. Dice Manuel Santillán, doctor por la European University Viadrina de Alemania y experto en estrategias de comunicación, que el magnate sabe que son más las personas que lo apoyan que quienes lo critican. “Él viene de una familia de negociantes, tiene años emprendiendo y ha tenido mucho éxito. Si a esa experiencia se le suma la de asesores de todo tipo, sin dudas se siente seguro de actuar como lo hace”.
Para algunos, sus tuits son ofensivos, descabellados; para otros, geniales. “Pero él sabe que no está cometiendo ningún delito al publicarlos. Lo que busca es mantenerse a la vista de la gente porque eso repercute en sus negocios”.
Santillán concluye: “Parece que es un tipo comprometido con su visión, al que no le importa el dinero y por eso hasta ofrece viajes a Marte. Mucha gente conecta con la idea del soñador. A veces no le salen bien las cosas, pero en la mayoría de casos ocurre lo contrario, a pesar de todas las acusaciones que le hagan”.