A mediados de agosto del 2021, las imágenes de caos en el aeropuerto de Kabul dejaban claro que para decenas de miles de afganos bien valía dejarlo todo -y hasta arriesgar la vida trepando sobre los aviones- con tal de escapar. Los talibanes acababan de regresar al poder tras una ofensiva relámpago iniciada con la precipitada retirada de las fuerzas estadounidenses tras casi veinte años de insurrección. Los islamistas prometieron que no gobernarían con la misma rigidez con la que lo habían hecho entre 1995 y el 2001 y que los derechos de las mujeres serían respetados, pero no fue así. Un año después las historias de los abusos de los fundamentalistas erizan la piel.
El retorno de este movimiento islamista extremista supuso la vuelta a Afganistán de la interpretación más estricta de la ley islámica o sharia, que trajo abajo los derechos que las mujeres habían conseguido en los últimos años. También provocó el aislamiento del país. La comunidad internacional desconoció al nuevo gobierno talibán y le aplicó sanciones económicas. La ayuda de Occidente que financió al país los últimos 20 años no volvió a llegar.
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Los derechos humanos se convirtieron en una ilusión, la prensa independiente desapareció y el exilio fue para muchos la única solución. Uno de los periodistas que salió del país es Mohammad Noman, de 30 años. No es su verdadero nombre, pero prefiere mantenerlo oculto por protección. “Muchas cosas han cambiado. Mucha gente, incluidos colegas periodistas, volaron fuera del país y ahora están viviendo en el exilio y enfrentando las dificultades que eso significa. Lo que perdimos no fue ni siquiera el gobierno, sino las esperanzas de un futuro mejor”, dice a El Comercio desde Pakistán.
Retrocesos
El cambio de mando puso en jaque a los 38 millones de habitantes de Afganistán, un país que hoy está hundido en una crisis económica y humanitaria. La ONU y organizaciones extranjeras como Amnistía Internacional han alertado en varios informes que millones de afganos viven en la pobreza y algunas familias han tenido que escoger entre vender a sus hijas pequeñas o sus órganos. La pérdida de acceso a comida, agua, vivienda y atención médica es cada vez mayor. El deterioro económico ha sido la principal causa de la situación.
Si bien la crisis económica se vivía desde antes del regreso de los talibanes, su retorno significó el colapso del sector bancario. La estocada final llegó cuando Estados Unidos congeló los 9.500 millones de dólares de activos del banco central y el país perdió la ayuda extranjera, que representaba el 45% del PIB del país.
- Nombrado líder en el 2016 luego de un ataque de EE.UU. con dron en el que murió el anterior líder, molá Akhtar Mansur
- Obtuvo el respaldo del egipcio Ayman al Zawahiri, jefe de Al Qaeda que lo llamó “el emir de los fieles”
- Los talibanes publicaron una sola foto de Akhundzada, hace 5 años, cuando asumió el liderazgo del grupo.
- Los talibanes indicaron que vive en Kandahar.
“Más de 20 millones de personas en Afganistán están pasando hambre y están viviendo bajo la línea de la pobreza”, lamenta Noman. “La situación no era mucho mejor con el gobierno anterior, pero con los talibanes la crisis emporó mucho más. Ahora que estoy viviendo en Pakistán recibo mensajes y llamadas de mis familiares pidiéndome que los ayude y pasa lo mismo con amigos y seres queridos que están fuera del país, en Estados Unido, Europa y Canadá. Honestamente, ahora mucha de la gente afgana depende de sus seres queridos que viven fuera del país para sobrevivir”, agrega.
En cuanto al respeto por las mujeres y sus libertades, el retroceso ha sido drástico. Lo que hemos visto en los últimos meses es que las afganas han visto disminuidos sus derechos empezando por la escolarización.
Paulo Botta, analista internacional argentino especializado en Medio Oriente, enfatiza que los talibanes ejecutan los mismos criterios que aplicaban cuando tenían el poder. “Todas esas promesas de que iban a ser más permisivos y menos apegados a sus prácticas del siglo XXI con respecto a los derechos de las mujeres, a las formas de castigo, a la apertura cultural, quedaron en palabras. Desde el punto de vista de la educación, derechos y economía Afganistán está, sin duda, mucho peor que un año atrás”, dice a este Diario.
Futuro sombrío
Los talibanes no pueden escapar de su propia crisis. A la falta de ayuda internacional -cuya necesidad quedó constada en junio pasado con un terremoto que dejó más de 1000 muertos- se suman las fuertes divisiones al interior del movimiento islamista. Su líder supremo, Hibatullah Akhundzada, no es visto con facilidad y se cree que pasa la mayoría del tiempo en Kandahar, región del sur que es cuna de los talibanes.
Botta explica que el primer punto de quiebre se da entre quienes habían formado parte del liderazgo entre 1996 y el 2001 y aquellos que pertenecen a la nueva generación. Además, han aparecido diversos grupos, sobre todo de inspiración salafista y yihadista que también están combatiendo y tratando de controlar territorio en Afganistán.
“No solo hay una diferenciación en el seno de la organización por enfrentamientos de carácter generacional, sino también por ser una sociedad tan compleja desde el punto de vista étnico aparecen de nuevo estas divisiones desde el punto de vista ideológico. Hay extremistas también están tomando las armas en contra de los talibanes”, señala.
¿Es posible que los talibanes caigan pronto? Botta no lo cree. “En primer lugar, tendría que caer sobre sí mismo, implosionar, y no están dadas las condiciones. La otra opción es que caiga a raíz de una presión externa y tampoco parece posible porque esa presión externa no solo tendría que tener una parte militar, sino también ganar apoyo en la población”, considera y apunta que una pieza clave de la crisis es que la comunidad internacional ha dejado de pensar en Afganistán.
La tensión entre los talibanes y Occidente aumentó recientemente luego de que Estados Unidos anunciara que mató al jefe de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, con un ataque con dron en Kabul. Los islamistas condenaron primero el ataque estadounidense en territorio afgano y luego se limitaron a decir que no tenían conocimiento de la presencia de Al Zawahiri en la capital afgana.
El afgano Mohammad Noman tampoco es optimista. “Muchos afganos habían estado sufriendo y trabajando por un futuro mejor, por tener un mejor gobierno, pero, desafortunadamente, con la toma de Afganistán por parte de los talibanes ahora parece que todo quedará como un deseo. No parece que al menos en un futuro cercano podamos alcanzar nuestro propósito de un país mejor”, lamenta.
Franz J. Marty
Periodista independiente en Afganistán
Desde que los talibanes tomaron el control de Afganistán, varios grupos de resistencia han anunciado su oposición armada contra los talibanes. Además, la sección afgana del autodenominado Estado Islámico, desde su aparición en Afganistán en el 2014 y el 2015, ha combatido abiertamente a los talibanes y sigue haciéndolo.
Sin embargo, aunque el Estado Islámico y al menos un puñado de otros grupos de resistencia son capaces de atacar a los talibanes, esto no supone una amenaza existencial. Y es poco probable que esto cambie. Por lo tanto, es poco probable que ninguno de estos grupos pueda, en un futuro previsible, derrocar a los talibanes.
Y aunque se habla mucho de la división interna de los talibanes, lo cierto es que en el pasado y hasta ahora han mostrado una unidad excepcional. En vista de ello, también parece bastante improbable que los talibanes se rompan desde dentro.
Por el momento, y a pesar de los grandes problemas económicos y de otro tipo, parece que el régimen talibán está aquí para quedarse, al menos durante los próximos dos años aproximadamente.
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