Cuando se elaboró la Constitución de Estados Unidos en 1787, los padres fundadores establecieron que la mejor manera de elegir a los presidentes sería a través de un sistema mixto e indirecto que combinara la votación en el Congreso y la votación popular a través de ciudadanos calificados llamados “electores”. Así nació el Colegio Electoral, una exclusividad de la política estadounidense, y que ha sido objeto de críticas y halagos en los últimos 200 años.
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Los electores se asignan de acuerdo a la población de cada estado. Por eso, California es el que tiene mayor número de electores (54) mientras que Wyoming apenas cuenta con 3. Así, cada estado tiene un número de electores que equivale al número de sus senadores y representantes en el Congreso.
Una parte de la historia que no se suele contar es que fue un sistema alentado por los estados del sur, entonces esclavistas, para tener mayor representatividad en el Colegio Electoral. Debido a que los esclavos entraban al censo pero no votaban, esos estados tenían mayor población y, por lo tanto, un peso importante en la designación de electores.
Tras la abolición de la esclavitud, hicieron todo lo posible para mantener el sistema, que también fue preservado por los llamados “estados liberales”, señalando que era la mejor manera de que tanto los estados grandes y más urbanos como los pequeños y rurales tuvieran influencia en la elección del presidente.
Las bisagras de la elección
Toda esta introducción histórica sirve para entender cómo funciona un sistema donde el voto popular no elige a los mandatarios, como en el resto del mundo. Como le pasó a la demócrata Hillary Clinton en el 2016, que ganó a nivel nacional con casi 3 millones de votos más que Donald Trump, pero perdió en el Colegio Electoral. O al también demócrata Al Gore que fue derrotado en el 2000 por George W. Bush gracias a un puñado de votos en Florida.
- 0,1% es la ventaja que tiene Kamala Harris (48,4%) frente a Donald Trump (48,3%) a nivel nacional, según el promedio de Real Clear Politics.
“Los republicanos no han ganado el voto popular desde el 2004 y políticamente el Colegio Electoral parece favorecerlos, pero sería extremadamente difícil cambiar el sistema porque ellos no lo apoyarían, así que los demócratas tienen que trabajar dentro del sistema”, comenta a El Comercio la politóloga Catherine Reyes-Housholder, doctora en Gobierno de la Universidad de Cornell y profesora del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile.
Al tener cada estado un número asignado de electores (que en todo el país deben sumar 538), gana la presidencia quien obtiene 270 votos electorales. Si en un estado un partido gana el voto popular, le otorga al Colegio Electoral todos sus votos electorales, sea que gane por aplastante mayoría o por una diferencia mínima. Es lo que se llama “el ganador se lleva todo”.
Al ser un sistema bipartidista, cada estado tiene una tendencia favorable hacia los demócratas y republicanos. Por ejemplo, Nueva York suele ser demócrata. Entonces, al ganar este partido el voto popular, por ende el candidato demócrata recibe todos los votos electorales del estado, así gane por una diferencia aplastante o por un margen mínimo.
- Unos 30 millones de estadounidenses ya han votado de manera anticipada, sea por correo o sufragando de manera presencial.
- Las campañas de Harris y Trump han gastado US$2.100 millones. Solo en Pensilvania, los demócratas han invertido US$190 millones frente a US$102 millones de los republicanos.
Y acá viene el juego de los ‘swing states’ o estados bisagra, que son aquellos que no tienen una tendencia determinada, sino que van cambiando, por eso se les dice “pendulares”. Al no tener el panorama claro, es ahí donde los candidatos ponen todos sus esfuerzos, pues saben que un solo voto puede inclinar la balanza.
“Se podría argumentar que los votos en los estados bisagra tienen más peso. Técnicamente, los electores del Colegio Electoral son los que eligen al presidente, y hay un proceso donde los estados, que son autónomos, deciden quiénes van a ser los electores de cada partido”, explica Reyes-Housholder.
Pensilvania, el objetivo
Para este 2024, se definió como ‘swing states’ a Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Carolina del Norte, Georgia, Nevada y Arizona, los mismos que en el 2020, y que esta vez reparten 93 votos electorales, es decir el 17% de todo el país. Esto se suele determinar en los censos, en los que se puede ver la variación demográfica, lo que hace el proceso muy interesante pues cada campaña tiene que escudriñar qué ha pasado en cada uno de estos territorios: si creció o disminuyó la población blanca, afroamericana, latina o asiática, el tipo de actividad económica que realizan, y las preocupaciones que agobian a los ciudadanos, además del motivo por el que subió o bajó el apoyo a sus partidos.
En estos ‘swing states’ la batalla está sumamente reñida, tanto que las diferencias están dentro del margen de error, con una ligerísima ventaja para Trump según los promedios de encuestas.
De los siete, tres de los que están siendo más bombardeados de propaganda y actividad política son los que constituyen el llamado ‘cinturón del óxido’: Pensilvania, Wisconsin y Michigan, una región afectada en la última década por la crisis económica y la desindustrialización. Como recuerda El Orden Mundial, desde 1992 votaron ininterrumpidamente por los demócratas, pero en el 2016 optaron por Trump, quien logró conquistar a los trabajadores blancos sin formación universitaria. Sin embargo, en el 2020, Joe Biden –nacido en Pensilvania– le arrebató estos estados al republicano, lo que ayudó a su victoria.
Pensilvania es, sin duda, el estado más disputado debido a que aporta 19 votos electorales, el mayor número de los ‘swing states’. Según el analista electoral Nate Silver, el candidato que gane en Pensilvania tiene el 90% de probabilidades de ganar la presidencia.
Este estado es considerado un microcosmos de Estados Unidos, debido a su condición demográfica, donde la mayoría de su población es blanca, pero con un creciente número de inmigrantes que se han trasladado a ciudades como Filadelfia y Pittsburgh. Su economía se apoya en el sector energético, mientras que la agricultura sigue siendo la segunda actividad más importante.
El promedio de encuestas que realiza RealClearPolitics le da a Trump una diferencia de apenas 0,6%, por lo que nada está definido.
Catherine Reyes-Housholder
Doctora en Gobierno de la Universidad de Cornell y profesora del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile
De los siete estados bisagra, Pensilvania, Wisconsin y Michigan son los tres estados que los demócratas piensan que tienen que ganar, y que ganaron en la elección del 2020 con Joe Biden. De estos tres, yo diría que Pensilvania sería el más importante porque tiene más votos electorales.
Siempre ha habido estados en los que se sabe cómo van a votar, y otros donde es más difícil saber, pero el fenómeno de las últimas elecciones es que hay menos estados bisagra. Antes había incluso 12 o 15, pero debido a la polarización que hay en el país el número ha bajado.
Tanto la candidatura de Harris como la de Trump han invertido muchísimo tiempo y recursos en los ‘swing states’, sobre todo en Pensilvania que está inundada de publicidad y propaganda. De hecho, Elon Musk, el hombre más rico del mundo y que está haciendo campaña por Trump, está prácticamente viviendo ahí.