El presidente Joe Biden caminó el domingo por un tramo lodoso de la frontera entre Estados Unidos y México, e inspeccionó un transitado puerto de entrada, en su primer viaje a la región en los dos años que lleva en el cargo, una visita que se vio ensombrecida por la tensa situación en torno a la política migratoria, ya que los republicanos tratan de culparlo por las cifras récord de migrantes que entran en el país.
En su primera parada, Biden observó mientras los agentes fronterizos del El Paso le mostraban cómo revisan vehículos en busca de drogas, dinero u otros artículos de contrabando. Luego se dirigió a una calle polvorienta con edificios abandonados y una pequeña zona de juegos infantiles. Cerca de la calle estaba una cerca fronteriza de metal que separa a El Paso de Ciudad Juárez, en México. Biden caminó lentamente a lo largo del muro fronterizo, en un principio acompañado por dos agentes de la Patrulla Fronteriza.
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En una señal de las fuertes tensiones políticas en torno a la inmigración, el gobernador de Texas, Greg Abbott, entregó a Biden una carta a su llegada en la que exponía que el “caos” en la frontera era “resultado directo” de la incapacidad del presidente para hacer cumplir las leyes federales. Posteriormente Biden extrajo la misiva del bolsillo de su saco durante su recorrido y les dijo a los reporteros: “Aún no la leo”.
Al preguntársele qué ha aprendido al ver la frontera de primera mano y hablar con los agentes que trabajan en ella, el mandatario respondió: “Necesitan muchos recursos. Vamos a conseguírselos”.
Durante años, la inmigración ha sido un punto de conflicto grave, debido a que ha expuesto tanto las disfunciones del sistema estadounidense como la agitación en los países de origen de los migrantes, que ha provocado que muchos salgan huyendo. Funcionarios del gobierno estadounidense han intentado contrarrestar las críticas de los republicanos afirmando que el Congreso debería colaborar con ellos para aumentar la financiación de la seguridad fronteriza y revisar la política de inmigración.
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Biden planeaba pasar unas horas en El Paso, Texas, que actualmente es el mayor corredor de cruces ilegales, una situación que obedece en gran parte al flujo de ciudadanos nicaragüenses que huyen de la represión, el crimen y la pobreza en su país. Cuatro nacionalidades —incluida la nicaragüense— ahora están sujetas a una expulsión expedita según las nuevas reglas promulgadas por el gobierno de Biden la semana pasada, que generaron fuertes críticas por parte de los defensores de migrantes.
Biden visitará también el Centro de Servicios para Migrantes, en El Paso, y se reunirá con organizaciones sin fines de lucro y grupos religiosos que apoyan a los inmigrantes que llegan. No está claro si el mandatario hablará con algún migrante.
El anuncio de Biden sobre la seguridad fronteriza y su visita a la frontera pretenden en parte sofocar el bullicio político y atenuar el impacto de las próximas investigaciones sobre inmigración prometidas por los representantes republicanos. Pero cualquier solución duradera requerirá la intervención del Congreso, el cual está fuertemente dividido y donde en los últimos años han fracasado múltiples intentos de promulgar cambios radicales.
Desde El Paso, Biden viajará a Ciudad de México, donde él y los mandatarios de México y Canadá se reunirán el lunes y el martes para una cumbre. La inmigración es uno de los puntos de la agenda.
Migrantes y solicitantes de asilo que huyen de la violencia y la persecución han ido cayendo en la cuenta de que las protecciones en Estados Unidos están disponibles principalmente para los que tienen dinero o la habilidad de hallar a alguien que los patrocine financieramente.
El migrante venezolano José Castillo, que dijo que viajó sin familiares durante cinco meses desde su casa en la isla Margarita para llegar a El Paso el 29 de diciembre, dijo que espera que Biden los “tome en cuenta como seres humanos que somos”.
Castillo se encontraba entre un grupo de unos 30 migrantes que se reunieron a orar el domingo afuera de la iglesia católica del Sagrado Corazón, donde muchos de los recién llegados han estado acampando.
“Hemos sufrido mucho desde que entramos por la selva del Darién y pasar por México. Todo ha sido una batalla, batalla, batalla”, relató el migrante venezolano. Reconoció que está consciente de que se encuentran ilegalmente en Estados Unidos, pero pidió se les dé una oportunidad.
El número de migrantes que cruza la frontera hacia Estados Unidos ha aumentado drásticamente durante los primeros dos años de Biden en el cargo. Hubo más de 2,38 millones de detenciones durante el año que terminó el 30 de septiembre, la primera vez que el número supera los 2 millones. El gobierno federal ha tenido problemas para reducir los cruces fronterizos, y se resiste a adoptar medidas de línea dura que sean parecidas a las implementadas por el gobierno del expresidente Donald Trump.
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