Se le criticó por ser demasiado arraigado a Washington, demasiado reacio a hacer campaña durante la pandemia y demasiado mayor, pero Joe Biden superó a los escépticos y se convertirá el miércoles en el 46° presidente de Estados Unidos, con no pocos retos por delante.
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En lo inmediato, el demócrata Biden deberá tranquilizar a una nación tensa después de la salida de la Casa Blanca del republicano Donald Trump con un segundo juicio político pendiente, esta vez por el asalto de varios de sus seguidores al Congreso, que dejó cinco muertos.
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El nuevo presidente no podrá centrarse, sin embargo, en sanar las heridas políticas. Tendrá también que liderar la lucha contra una pandemia feroz, reparar una economía que se hunde y unir a una ciudadanía profundamente dividida.
Los demócratas esperaban que la victoria de Biden en noviembre permitiera pasar la página de la divisiva presidencia de Trump.
El mandatario republicano no reconoció sin embargo su derrota y, con la ayuda de sus más fervientes partidarios, lanzó acusaciones infundadas sobre un supuesto fraude electoral que culminaron el 6 de enero en la toma del Capitolio, el templo de la democracia estadounidense.
Ante el sombrío panorama, Biden ha estado reiterando el mensaje que dio poco después de las elecciones: la ayuda está en camino.
“La crisis de profundo dolor humano salta a la vista”, dijo el jueves desde su feudo de Wilmington, Delaware. “Tenemos que actuar y tenemos que hacerlo ahora”.
Pero, ¿puede el hombre que se ha presentado como sanador cumplir sus objetivos en un país donde la ideología de Trump, independientemente de haber perdido la reelección, muestra pocas señales de disminuir?
Rara vez dos candidatos presidenciales fueron tan distintos como en la campaña de 2020, que enfrentó al veterano político Biden, exvicepresidente y exsenador, con el multimillonario empresario Trump, llegado hace cuatro años como un “outsider” a la Oficina Oval.
Mientras que Trump apenas movió un dedo para liderar la lucha contra la pandemia luego de las elecciones, aparte de vanagloriarse de acelerar el desarrollo de las vacunas, Biden prometió un “nuevo capítulo” para la nación.
Ya anunció un plan de rescate de 1,9 billones de dólares para impulsar la primera economía mundial y luchar contra el coronavirus, que incluirá la inyección de 100 millones dosis de vacunas en sus primeros 100 días en el cargo.
Pero el inicio de su mandato se verá probablemente eclipsado por el juicio político de Trump.
Veterano de la política
Tras competir por la Casa Blanca en 1987 y 2008, “Joe, el de clase media” buscó una tercera oportunidad, convencido de que podía restaurar el “alma” de Estados Unidos.
Y a pesar de una campaña llevada a cabo principalmente desde su casa por la pandemia, mientras su rival hacía actos multitudinarios por todo el país, logró desbancar al republicano Trump.
Cuando tome el juramento del cargo, Biden, de 78 años, será el jefe de Estado estadounidense de mayor edad en ser investido en la historia del país.
Biden llegó a la arena política nacional con solo 29 años, tras una sorpresiva victoria como candidato a senador por Delaware en 1972.
Pero un mes después, la tragedia lo golpeó: su esposa Neilia y su hija de un año Naomi murieron en un accidente de tráfico mientras estaban de compras navideñas.
Los dos hijos de Biden resultaron gravemente heridos, pero sobrevivieron, aunque en 2015, el mayor, Beau, murió de cáncer.
Estas pérdidas forjaron la empatía que transmite Biden cuando interactúa con la gente, una cualidad que Trump nunca logró mostrar, ni siquiera ante la pandemia que ha dejado cerca de 400.000 muertos en Estados Unidos.
Las habilidades políticas de Biden en el mano a mano son incomparables: puede encantar a estudiantes universitarios, compadecerse de los maquinistas desempleados de la zona industrial del Medio Oeste y hacer una crítica feroz de sus rivales.
Su propensión afable y sociable se vio restringida por el covid-19, que en marzo lo obligó a quedarse en casa y lo volvió más cauteloso.
Aunque ya no tiene el dinamismo de cuando era vicepresidente de Barack Obama, Biden mantiene su sonrisa deslumbrante. Su andar sin embargo es más delicado y su cabello blanco luce más fino.
Sus opositores, e incluso algunos demócratas, se preguntaban si Biden, locuaz y propenso a cometer errores, tropezaría en su larga campaña contra Trump. El presidente de 74 años lo llamaba regularmente “Joe el dormido” y llegó a decir que tenía sus capacidades mentales disminuidas.
Pero Biden se encogía de hombros ante los ataques, y en septiembre, en un arranque de frustración por las incesantes interrupciones de Trump durante su primer debate, llegó a pedirle que se callara.
“Un puente”
El demócrata comenzó su carrera en el Congreso de los senadores más jóvenes de la historia norteamericana. Pasó más de tres décadas en la Cámara Alta antes de ser la mano derecha de Obama de 2009 a 2017.
El mensaje de Biden durante la campaña se basó en gran medida en su asociación con el todavía popular primer presidente negro de Estados Unidos, y en su capacidad para negociar con muchos líderes mundiales. “Conozco a estos tipos”, solía decir.
Su propuesta de política moderada en un momento de gran polarización fue un bálsamo para un electorado agotado de los escándalos y el caos en la Casa Blanca de Trump.
Pero Biden también prometió tomar medidas progresistas sobre el cambio climático, la injusticia racial y el alivio de la deuda estudiantil universitaria.
Cuando asuma, muchos se preguntarán posiblemente si el anciano estadista irá más allá de un segundo mandato.
“Me veo a mí mismo como un puente, no como otra cosa”, dijo Biden en marzo en un mitin en Detroit, Michigan, junto a otros líderes demócratas, incluida la mujer que se convertiría en su compañera de fórmula, la senadora Kamala Harris, de 56 años, vicepresidenta electa.
“Hay toda una generación de líderes que llegaron después de mí”, dijo. “Son el futuro de este país”.
La remontada histórica
Algunos lo consideraban demasiado viejo o demasiado centrista. Y, a pesar de ser el favorito del ‘establishment’ demócrata, la campaña de Biden parecía encaminarse al desastre a principios de este año, tras decepcionantes derrotas en las primarias demócratas ante el fogoso Bernie Sanders, mucho más radical.
Pero Biden, a quien Obama llamó un “león de la historia estadounidense”, regresó rugiendo en las internas en Carolina del Sur gracias al apoyo abrumador de los votantes negros, una base crucial para todo demócrata.
Lograr la nominación marcó un fuerte contraste con su retirada en 1988, cuando renunció en medio de acusaciones de plagio de un discurso del político británico Neil Kinnock.
En 2008 no le fue mejor, y abandonó la pugna después de reunir menos del 1% de los votos en las asambleas de votantes de Iowa.
Ese año finalmente fue elegido compañero de fórmula por Obama, quien le asignó supervisar la recuperación económica durante la Gran Recesión.
Como senador, fue cuestionado, incluso por Harris, por asociarse con conocidos segregacionistas y oponerse a las políticas de transporte de la década de 1970 para que niños negros asistieran a escuelas predominantemente blancas.
También fue criticado por ayudar a redactar una ley contra el crimen en 1994 que, según muchos demócratas, aumentó los encarcelamientos y afectó de manera desproporcionada a los afroestadounidenses. Biden recientemente calificó esto como un “error”.
Otros episodios del Senado también amenazaron con estropear su campaña presidencial: su voto de 2003 a favor de la guerra de Irak y su presidencia de controvertidas audiencias en 1991 en las que la profesora Anita Hill acusó al nominado a la Corte Suprema Clarence Thomas de acoso sexual.
Acusaciones de Trump
Biden comparte los conmovedores detalles de su historia familiar con tanta frecuencia que se han convertido en parte de una marca política.
El accidente de 1972 dejó a sus hijos Beau, de cuatro años, y Hunter, de dos, gravemente heridos. Biden conoció a su segunda esposa, la profesora Jill Jacobs, en 1975, y se casaron dos años después. Tienen una hija, Ashley.
Sus hijos se recuperaron de sus heridas y Beau siguió a su padre en la política, convirtiéndose en fiscal general de Delaware, pero la estrella demócrata en ascenso murió por un tumor cerebral en 2015 a los 46 años.
El abogado y cabildero Hunter Biden tuvo una trayectoria diferente.
Recibió un salario lucrativo como miembro de la junta directiva de una compañía de gas ucraniana acusada de corrupción mientras su padre era vicepresidente.
La presión de Trump para que Ucrania investigara a los Biden derivó en el juicio político al presidente por parte de la Cámara de Representantes de mayoría demócrata, pero terminó absuelto por el Senado liderado por los republicanos.
Hunter no fue acusado de ningún cargo, pero Trump siguió sacando el tema en la campaña, asegurando que los Biden eran una “familia criminal” que se enriquecía con la corrupción.
Esas acusaciones no afectaron a unos votantes más preocupados por otros asuntos, como la pandemia y la crisis económica que provocó.
“Ponerse de pie”
Joseph Robinette Biden Jr. nació el 20 de noviembre de 1942 y creció en Scranton, Pensilvania, en una familia de origen irlandés muy católica.
Su padre era vendedor de autos, pero en la década de 1950 perdió su trabajo y la familia se mudó al vecino estado de Delaware cuando él tenía 10 años.
“Mi papá siempre decía: ‘Campeón, cuando te tumban, te pones de pie’”, cuenta Biden.
En Delaware, Biden trabajó de joven como salvavidas en una piscina de un barrio negro y allí aprendió de las injusticias y desigualdades que afectan a esta comunidad, lo que despertó su interés por la política.
Biden estudió en la Universidad de Delaware y en la Escuela de Derecho de la Universidad de Syracuse, y ha expresado su orgullo por no ser un producto de la élite de la Ivy League.
De niño sufrió por un tartamudeo muy fuerte, pero lo superó y desde entonces apoya a otros del “mismo club”, como contó un adolescente en la convención nacional demócrata al agradecerle sus consejos.
Convivir con el dolor
Biden suele destacar el respaldo de su esposa Jill, de 69 años, la mujer que “volvió a unir” a su familia.
Pero dijo que convive con el dolor tras la muerte de Beau. “Nunca desaparece”, aseguró. Esta pérdida lo hizo descartar una candidatura presidencial en 2016.
Incluso hoy, a menudo se detiene para saludar a los bomberos, recordando que fueron ellos quienes salvaron a sus hijos cuando ocurrió el accidente.
También lo salvaron a él. En 1988, los bomberos lo llevaron de urgencia al hospital después de que sufriera un aneurisma. Biden estaba tan grave que llamaron a un sacerdote para darle los últimos ritos.
Casi todos los domingos, Biden, católico practicante, acude a misa en St. Joseph on the Brandywine, una histórica iglesia en su acomodado vecindario de Wilmington.
Allí, en el cementerio, descansan sus padres, su primera esposa e hija, y su hijo Beau, bajo una lápida decorada con pequeñas banderas estadounidenses.
Hace un año, Biden confesó cuánto influye Beau en su vida. “Cada mañana me levanto (...) y me pregunto: ¿Estaría orgulloso de mí?”.
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