La perseverancia ha definido la vida del presidente de EE.UU., Joe Biden. Tras la trágica muerte de su esposa y su hija en un accidente de tráfico siguió cumpliendo con sus obligaciones en el Senado y, después de dos intentos fallidos por llegar a la Casa Blanca, no se rindió y finalmente en 2020 se hizo con la victoria.
Este martes, a sus 81 años y siendo el mandatario de más edad en la historia de Estados Unidos, Biden se convirtió matemáticamente en el candidato demócrata para las elecciones de noviembre.
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A pesar del éxito de hoy, persiste cierto nerviosismo dentro del Partido Demócrata: las encuestas le sitúan varios puntos por debajo de su posible contrincante republicano, el expresidente Donald Trump (2017-2021), y muchos votantes, incluso algunos demócratas, expresan preocupaciones sobre su edad.
Frente a eso, la campaña recuerda que Biden ha sido subestimado constantemente a lo largo de su vida. En 2020, tuvo que enfrentarse a varias figuras destacadas durante las primarias demócratas para ganar la nominación y, pese a un comienzo difícil, persistió hasta convertirse en el candidato, logrando luego vencer a Trump.
Nada parece desalentar a Biden: ni la edad, ni los ataques republicanos, ni siquiera el informe del fiscal especial Robert Hur, quien le investigó por el manejo de materiales clasificados y le describió como “un hombre mayor con una memoria deficiente pero buenas intenciones”.
“Acabemos el trabajo”
La filosofía de Biden aparece encapsulada en su lema de campaña: “Acabemos el trabajo”. Estas tres palabras reflejan la constancia que ha marcado su vida y la razón última que lo llevó a postularse para la reelección, abandonando la promesa que hizo en 2020 de ser un “puente” para las generaciones futuras.
Biden ha dejado claro que la principal razón que lo ha devuelto al ruedo electoral es Trump y la amenaza que en su opinión representa para la democracia estadounidense.
Hace apenas una semana, durante su discurso del estado de la Unión, Biden contrastó la “honradez y la decencia” que él dice representar frente a la “ira, el odio y la venganza” de Trump, a quien acusó de querer borrar la verdad del asalto al Capitolio de 2021 y de “ceder” frente al presidente ruso, Vladímir Putin.
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Para ganar, Joe Biden sabe que debe conectar con la clase trabajadora, a la que considera la “columna vertebral” del país, y para la cual ha gobernado con políticas para favorecer la creación de empleo, invertir en programas sociales y reducir el precio de los medicamentos.
Todas ellas medidas que buscan dar a la clase media “espacio para respirar”, como decía su padre, un vendedor de coches de segunda mano, en una frase que Biden suele recordar en muchos de sus discursos.
Y es que la figura de Biden no puede entenderse sin sus orígenes humildes en el seno de una familia católica de origen irlandés en la ciudad minera de Scranton (Pensilvania).
Este estado del cinturón industrial se decantó por Trump en 2016, pero Biden logró recuperarlo para los demócratas en 2020 y ahora espera repetir la jugada.
Ambición política y tragedia
Detrás de todos esos viajes y de esas sesiones interminables de estrategia late una ambición política implacable: Biden intentó sin éxito hacerse con la nominación presidencial demócrata en 1988 y 2008, y en 2016 estuvo a punto de anunciar su candidatura, pero optó por no hacerlo debido a la muerte por cáncer de su hijo Beau.
Junto a la ambición y la perseverancia, la vida de Biden también se ha visto acompañada constantemente por la tragedia.
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Biden no solo tuvo que decir adiós a Beau en 2015, sino que también sufrió la pérdida de su primera esposa, Neilia Hunter, y su hija de un año, Naomi, en un accidente de tráfico en Navidad de 1972, justo después de haber sido elegido senador por Delaware.
Sus dos hijos, Beau y Hunter, resultaron heridos de gravedad y Biden tuvo que jurar su cargo como senador al lado de las camas de ambos en el hospital de Delaware.
Con el tiempo, Biden pudo reconstruir su vida. Se casó en 1977 con Jill Biden, la actual primera dama y su compañera inseparable, con la que tuvo otra hija. Juntos ahora disfrutan de la compañía de siete nietos.
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