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¿Serán las tierras raras el puente de contacto en las difíciles relaciones entre China y Estados Unidos?
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La congelada relación entre Estados Unidos y China ha mostrado sus primeros signos importantes de deshielo luego de que ambas potencias mundiales acordaran un marco para retomar sus negociaciones comerciales después de que una serie de disputas casi las descarrilaron por completo.
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El acercamiento llega una semana después de una llamada telefónica entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y su homólogo chino, Xi Jinping, y permitirá aplicar el pacto sellado por ambos países en Ginebra en mayo, cuando se dieron una tregua de 90 días en su guerra comercial, reduciendo significativamente los aranceles entre ambos países, que ya llegaban a tres dígitos, de manera temporal.
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El trato requerirá la aprobación de los líderes de ambas naciones, aunque por el lado estadounidense Trump mostró su conformidad al anunciar en la plataforma Truth Social que su entrada en vigor sería “una gran victoria para ambos países”.
En el centro del acuerdo o desacuerdo están las tierras raras, elementos imprescindibles para la construcción de tecnología avanzada de las que China tiene un monopolio casi total y cuya restricción en respuesta a los aranceles anunciados por Trump en abril ha puesto en alerta a las industrias estadounidenses y globales.
Pero Washington no se ha quedado atrás, y en retribución ha pausado la exportación a China de químicos, maquinaria y tecnología como partes de aviones y semiconductores avanzados utilizados para inteligencia artificial, además de amenazar con prohibir que estudiantes chinos vayan a universidades estadounidenses.
¿Qué hay en el acuerdo?
Son estas tensiones las que buscó desinflar el acuerdo anunciado esta semana, aunque los detalles del mismo todavía no han sido revelados al público. Curiosamente, la principal fuente de información sobre el trato fue el mismo presidente Trump, quien reveló mediante su cuenta en la red Truth Social que bajo lo acordado China reanudará el suministro de tierras raras e imanes, mientras que Washington permitirá que los estudiantes chinos sigan atendiendo clases en universidades estadounidenses.
El New York Times habló con una persona cercana a las negociaciones, quien reveló que Estados Unidos también había acordado reducir los controles a productos chinos aplicados desde la reunión en Ginebra en mayo.

Donald Trump también se ufanó de que Estados Unidos aplicará aranceles del 55% a los productos chinos, mientras que China cobraría solo 10% a los productos estadounidenses, cifra que fue cuestionada por analistas que esperaban que se retomara el número acordado el mes pasado en Ginebra, donde Washington acordó bajar los aranceles a los productos chinos del 145% al 30% a cambio de un movimiento similar por parte de Beijing, que los rebajó del 125% al 10%.
El misterio del número fue posteriormente resuelto por un funcionario de la Casa Blanca, que reveló que la cifra presentada por Trump es una combinación de sus gravámenes adicionales del 30% y el promedio aproximado de las tarifas aduaneras preexistentes.
Las tierras raras se refieren a un grupo variado de 17 elementos químicos entre los que se incluyen el escandio, el itrio y los 15 elementos del grupo de los lantánidos (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometeo, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio).
Su nombre de “tierras raras” no hace referencia a su falta de abundancia, sino más bien a la dificultad que se tiene para su extracción y procesamiento, debido a que estos elementos se encuentran diseminados en la corteza terrestre en la forma de óxidos y silicatos junto a otros minerales y deben ser separados mediante el uso de ácidos corrosivos, dejando residuos químicos altamente tóxicos e incluso radiactivos.
Las tierras raras poseen propiedades magnéticas, luminiscentes y electroquímicas únicas que las hacen extremadamente valiosas para la industria, por lo que se utilizan en todo tipo de productos, desde vehículos eléctricos hasta discos duros, turbinas eólicas, aviones de combate y misiles.
Según un informe del 2013 del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, un jet F-35 Lightning II requiere más de 400 kilogramos de tierras raras.

Por su parte, China ha mantenido un relativo silencio sobre las negociaciones, aunque el viceprimer ministro He Lifeng, cabeza de la comitiva de Beijing, declaró -según la cadena estatal CCTV- la necesidad de que ambas partes “sigan mejorando el consenso, reduciendo los malentendidos y fortaleciendo la cooperación”.
Sus contrapartes estadounidenses se mostraron más positivas, con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, afirmando ante el Congreso que considera que “si se cumple el acuerdo comercial inicial delineado en Ginebra, será posible el reequilibrio de las dos economías más grandes del mundo”.
Tierras raras, ¿la clave para una solución?
Pero para Carlos Aquino, coordinador del Centro de Estudios Asiáticos (CEAS) en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, igual de interesante que los detalles todavía exiguos del acuerdo es el hecho de que China ha logrado forzar a Estados Unidos a negociar, una situación en la que fue clave su dominio sobre las tierras raras, materiales esenciales para la fabricación de automóviles, turbinas de viento, aviones y hasta misiles.

“China tiene casi un monopolio mundial de las tierras raras, controlando el 70% u 80% de la extracción y, más importante, el refinamiento de estos elementos”, afirma el experto en conversación con El Comercio. “Son unos minerales muy específicos cuya ausencia es vital y por eso Estados Unidos, Japón y también Europa han estado protestando su restricción”.
Efectos de estrategia ya se han podido ver, con Ford Motors siendo obligada a suspender las actividades de su planta en Chicago por una semana debido a la falta de estos esenciales materiales, según algunos reportes.
Según el catedrático sanmarquino, si bien actualmente se puede encontrar tierras raras en Australia, Estados Unidos y otros países, su procesamiento todavía se lleva a cabo primariamente en China. Y si bien se está tratando hacer el proceso de refinación en otros lugares, los componentes necesarios para esto también son controlados por los chinos.
Una ventaja que el gigante asiático supo aprovechar en las últimas negociaciones en Ginebra, ajustando más sus exportaciones cuando vio que estas no estaban avanzando con la celeridad que quería, con los resultados que ya conocemos.
Una estrategia que Beijing ya ha utilizado previamente con cierto éxito, indica a este Diario el internacionalista César Llona, docente de Negocios Internacionales de la Universidad de Lima. Era setiembre del 2010 cuando el capitán de un barco pesquero chino fue arrestado cerca de las disputadas islas Senkaku, reclamadas tanto por Beijing, Tokio y Taiwán, luego de colisionar con dos botes de la guardia costera japonesa, desatando un embrollo diplomático entre ambos países, siendo así que el gobierno chino restringió la exportación de tierras raras a su vecino.
Una jugada efectiva, ya que Japón dependía en hasta un 90% de las importaciones chinas para suplirse de estos materiales, lo que causó pánico en la maquinaria industrial nipona. Al final, el incidente fue resuelto con la liberación del capitán, pero los efectos de la restricción se sintieron hasta un año después, con los precios de las tierras raras subiendo hasta 10 veces su precio original. A raíz del incidente el gobierno japonés también colocó entre sus prioridades reducir su dependencia a China en cuanto a tierras raras del 90% a 60% en la actualidad.
Para Llona, la utilización de las tierras raras como mecanismo de presión es algo que está en contra del reglamento de la Organización Mundial del Comercio (OMC), así como los aranceles ‘recíprocos’ de Trump, que violan el principio de la nación más favorecida (NMF), son una muestra más de que el sistema basado en reglas para el comercio, originado y promovido por Estados Unidos, ha sido abandonado por su creador.
“Estamos en una crisis sistémica derivada de los cambios en los ejes de poder por el crecimiento de China como superpotencia”, afirma el internacionalista. “Esto ha generado el abandono del sistema que estaba subordinado al poder unipolar de EE.UU. que ya no existe, porque estamos en un mundo multipolar”.
Tregua inestable
Ambos especialistas consultados por El Comercio coinciden en que si bien el acuerdo logrado en Londres podrá aliviar las tensiones momentáneamente, no soluciona los problemas de fondo que han puesto a las dos naciones del mundo en colisión como las restricciones tecnológicas, la rivalidad geoestratégica, la carrera armamentista, y, quizás la mayor preocupación de Trump desde su primera administración, el déficit comercial entre ambos países que ahora alcanza los US$300.000 millones.
Un problema que Aquino recuerda ya se intentó solucionar en el 2020, cuando Washington y Beijing llegaron a un acuerdo en el que China abriría más su economía a inversiones extranjeras y compraría más productos estadounidenses en los siguientes dos años, trato que finalmente no se cumplió por completo.
El experto recuerda que el déficit nace del tipo de productos que se comercializan entre ambos países, ya que si bien Estados Unidos compra de China productos manufacturados como computadoras, artefactos eléctricos y ropa, mientras el país asiático importa del gigante norteamericano productos agrícolas de menor valor como soya y trigo, así como algo de petróleo y gas. Una situación que ha empeorado en los últimos meses con los aranceles, ya que Beijing ha buscado diversificar sus proveedores de productos esenciales como la soya a países como Argentina, Uruguay y Brasil, reduciendo aún más su consumo de productos estadounidenses.
Circunstancias como estas hacen que los analistas vean el trato logrado en Londres como una tregua inestable.
“Este armisticio breve de 90 días que ya fue vulneraoa una vez no va a solucionar la crisis entre los dos países y vamos a seguir viendo desarrollarse este conflicto en los años que vienen”, opina Llona. “No se va a acabar ni va a haber un acuerdo definitivo que restablezca las relaciones pacíficas entre China y los Estados Unidos”.
Es así que para este especialista, cualquier acuerdo que se aborde en los próximos años será transaccional, debido a la dificultad para desacoplar ambas economías, pero no se va a traducir en relaciones pacíficas entre ambas potencias ni se logrará solucionar el déficit comercial.
“¿Qué se podría ver en el corto plazo? Una tregua inestable, que ya ha sido violada previamente por China en cuanto a los acuerdos que se alcanzaron en mayo”, considera el experto. “Aunque creo que presiones internas harán que la administración de Trump claudique en parte y relaje las sanciones que ha impuesto a China pensando en las elecciones intermedias en 2026, que ya no están tan lejos”.
Aunque considera que esta predicción tiene que ser tomada con un granito de arena. “Las características particulares de los líderes influyen en las decisiones de política exterior y las características únicas, irrepetibles, por decirlo de alguna manera, de Donald Trump, le otorgan un factor de imprevisibilidad a lo que va a pasar en el futuro, con lo cual se hace muy difícil anticipar cualquier cosa”, concluye Llona.










