En la Segunda Guerra Mundial, Alemania y Estados Unidos competían en una feroz batalla para ver quién lograba desarrollar primero un programa nuclear.
En los primeros años de la década de los 40 varios equipos de científicos alemanes comenzaron a producir miles cubos de uranio que serían el núcleo de los reactores que estaban desarrollando como parte del incipiente programa nuclear nazi.
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Los alemanes estaban lejos de lograr una bomba atómica, pero confiaban en que estos experimentos les sirvieran para ponerse en ventaja sobre Estados Unidos.
De hecho, la fisión nuclear fue descubierta en 1938 en Berlín.
Fueron los alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann los primeros en saber cómo se podía dividir un átomo, y que al hacerlo se liberaría una gran cantidad de energía.
Años después, sin embargo, el Proyecto Manhattan y su bomba atómica demostró que en realidad los estadounidenses estaban muchísimo más adelantados que los alemanes en tecnología atómica.
Los cubos de uranio, sin embargo, guardan claves sobre el secretismo y el recelo entre ambos países por la carrera nuclear.
Hoy es un misterio el paradero de la inmensa mayoría de los miles de cubos que se fabricaron.
“Es difícil saber lo que ocurrió con estos cubos”, le dice a BBC Mundo Alex Wellerstein, historiador especialista en armas nucleares del Instituto de Tecnología Stevens, en Estados Unidos.
“Los registros que hay no son los mejores”.
En Estados Unidos, solo se han identificado una decena de ellos, lo cual los convierte en un preciado tesoro para los investigadores que intentan reconstruir los comienzos de la era nuclear.
Experimento fallido
Uno de los equipos que experimentaban con los cubos de uranio estaba liderado por el físico Werner Heisenberg, pionero de la mecánica cuántica y ganador del Nobel en 1932.
El proyecto de Heisenberg y sus colegas consistía en atar 664 de estos cubos de 5 cm a unos cables colgantes y sumergirlos en agua pesada.
El agua pesada está formada por oxígeno y deuterio, un isótopo del hidrógeno que tiene el doble de masa que el hidrógeno ordinario.
La idea es que al sumergir los cubos se desatara una reacción en cadena, pero el experimento no funcionó.
Según Timothy Koeth, investigador de la Universidad de Maryland que le ha seguido el rastro a los cubos, Heisenberg habría necesitado 50% más de uranio y mayor cantidad de agua pesada para que el diseño funcionara.
“A pesar de ser el lugar de nacimiento de la física nuclear y tener casi dos años de ventaja respecto a EE.UU., no había una amenaza inminente de una Alemania nuclear al final de la guerra”, dice Koeth en un artículo del Instituto Estadounidense de Física.
Material confiscado
En 1945, mientras los alemanes intentaban refinar sus esfuerzos, Estados Unidos y los Aliados ganaron la guerra.
En ese momento, Estados Unidos conformó una misión para recolectar información y confiscar material relacionado con los avances de los alemanes en materia nuclear.
Así fue como tropas estadounidenses llegaron hasta el laboratorio de Heisenberg en la pequeña población de Haigerloch.
Más de 600 cubos de uranio fueron confiscados y enviados a Estados Unidos, según un informe del Laboratorio Nacional del Noroeste Pacífico de Estados Unidos (PNNL, por sus siglas en inglés).
La idea era conocer qué tan avanzados estaban los alemanes en tecnología nuclear y también evitar que los cubos cayeran en manos de los soviéticos, según explica Wellerstein.
Perdidos
Hoy todavía se desconoce el paradero de la gran mayoría de los cubos.
Se cree que varios de ellos se utilizaron en el desarrollo de armas nucleares de Estados Unidos.
Según Wellerstein, algunas personas comenzaron a regalar los cubos como souvenires, otros científicos los utilizaron como material de análisis y otros cayeron en el mercado negro.
Otros más permanecen como material de colección.
En 2019, la revista Physics Today logró rastrear la ubicación de 7 cubos que según quienes los tienen pertenecieron a los experimentos nucleares de los nazis.
Tres de ellos están en Alemania: uno en el Museo Atomkeller, en Haigerloch, donde antes estuvo el laboratorio de Heinsenberg; otro está en el Museo de Mineralogía de la Universidad de Bonn; y el tercero en la Oficina Federal de Protección contra la Radiación, en Berlín.
Otros dos están en el Museo Nacional de Historia Americana en Washington D.C.; y otro en la Universidad de Harvard.
La revista indica que al parecer un sexto cubo estuvo Instituto Tecnológico de Rochester, pero debido a un cambio en las normas de almacenamiento de material radioactivo, el cubo fue desechado.
Un séptimo cubo está en manos del PNNL, y aunque se le conoce como “el cubo de Heisenberg”, los investigadores no están 100% seguros de su procedencia.
Otro de los cubos lo tiene el propio Koeth, quien lo recibió como un curioso regalo de cumpleaños en 2013.
Koeth colabora junto con el PNNL para averiguar el paradero de los cientos o miles de cubos que aún permanecen perdidos y para conocer más detalles acerca de cómo llegaron a Estados Unidos.
En busca del pedigrí
Más allá de su valor histórico y simbólico, “realmente los cubos no son muy valiosos, no puedes hacer nada con ellos”, dice Wellerstein.
Tampoco son peligrosos, ya que generan una radiación muy débil. Después de agarrar uno de ellos, “basta con lavarte las manos”, dice el experto.
En agosto de 2021, Jon Schwantes y Brittany Robertson, investigadores del PNNL, presentaron un proyecto en el que describen cómo trabajan para identificar el “pedigrí” de varios de los cubos que se han encontrado.
Según explica Schwantes, la idea es comparar distintos cubos e intentar clasificarlos.
Para ello, combinan métodos forenses y radiocronometría, que es la versión nuclear de la técnica que utilizan los geólogos para determinar la edad de una muestra con base en el contenido de isótopos radioactivos.
Miedo
Los expertos coinciden en que Estados Unidos desarrolló velozmente su programa nuclear en gran parte por miedo a que los alemanes lo lograran antes que ellos.
Y aunque algunos ven estos cubos como una curiosidad histórica, otros lo ven como el desencadenante de la peligrosa era de armas nucleares en la que hoy está atrapada el mundo.
“Las armas nucleares, la energía nuclear, la Guerra Fría, el planeta como un rehén nuclear, todo esto fue motivado por el esfuerzo que se generó a partir de estos 600 y tantos cubos” dice Koeth en un artículo de la cadena NPR.
En todo caso las dos grandes preguntas sobre cientos o miles de estos cubos siguen sin respuesta: cuántos existen todavía y dónde están.
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