¿Por qué negar la educación sexual integral (ESI) cuando esta promueve valores basados en el respeto y los derechos de las personas, tales como la libertad, la no discriminación, el cuidado de la salud y la igualdad? Además, permite a las niñas, niños y adolescentes aprender a protegerse y denunciar casos de abuso sexual, proporcionando los conocimientos y herramientas necesarias en función de su edad.
¿Por qué satanizar a la ESI cuando su objetivo es brindar herramientas a las niñas, niños, adolescentes y jóvenes para que cumplan con su plan de vida? La ESI los empodera con información adecuada acorde con su edad y desarrollo.
La educación sexual integral es parte de una educación completa e indispensable a la que todo ser humano tiene derecho. La sexualidad es parte de la vida de las personas en sus diferentes etapas o edades, y en toda su diversidad, que contribuye al desarrollo de su identidad y, por lo tanto, a su desarrollo social.
La ESI tiene un papel esencial en la salud y el bienestar de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes ya que les brinda, progresivamente y en función de su edad, una educación basada en derechos humanos, igualdad de género, relaciones interpersonales, comportamiento sexual de riesgo y prevención de enfermedades desde una perspectiva positiva.
Entre los efectos positivos que tiene la ESI están el aumento del conocimiento de las y los jóvenes y una mejora de su actitud en lo que respecta a la salud y los comportamientos sexuales y reproductivos. La ESI en la escuela, como fuera de ella, no aumenta la actividad sexual, el comportamiento sexual de riesgo o los índices de ITS y VIH.
La ESI logra mejores resultados cuando los programas se dan en las escuelas y se complementan con la participación de padres o cuidadores principales y docentes, de los institutos pedagógicos y los servicios de salud pensados para los jóvenes.
Más de 49.000 casos de violencia estudiantil a nivel nacional se reportaron en el 2022, a través del portal SíSeVe del Ministerio de Educación. De esta cifra, 9.069 correspondieron a denuncias sobre abuso sexual a menores de edad. Ahí una evidencia palpable de por qué es importante comprender que las niñas, niños y adolescentes, durante su crecimiento, necesitan sentirse acompañados para el desarrollo de su sexualidad y el cuidado de su salud.
Las marchas y contramarchas en torno a la ESI no permiten su implementación en las escuelas del Perú. La educación sexual integral es también un proceso educativo continuo que comienza a una edad temprana, se desarrolla sobre lo aprendido previamente y está contemplada en el Currículo Nacional de la Educación Básica (CNEB) y enmarcada como un espacio de enseñanza –aprendizaje que contribuye al bienestar socioemocional de las y los estudiantes–.
En la actualidad, las y los jóvenes reciben información confusa y contradictoria sobre la sexualidad a medida que transitan hacia la edad adulta. La educación sexual integral los empodera a tomar decisiones acertadas sobre sus relaciones, permitiéndoles desenvolverse en un mundo donde la violencia basada en género, los embarazos precoces y no deseados, el VIH y otras infecciones de transmisión sexual son riesgos para su salud física y mental.
Desde Inppares hacemos un llamado a las autoridades a no retroceder e implementar programas de educación sexual integral en las escuelas del país. Nuestra niñez y adolescencia la necesitan.