(Ilustración: Víctor Aguilar)
(Ilustración: Víctor Aguilar)
Pedro Olaechea

Considero que hacer propaganda de la diversificación productiva, obviando detalles referentes a cómo se hace operativa desde la gestión pública, puede significar un grave error. Lograr que esta se implemente es realmente importante para conseguir el éxito de las industrias productivas involucradas. Hacia ello debemos apuntar.

Cuando asumí el Ministerio de la Producción en mayo del año pasado, visité numerosos centros de innovación productiva y transferencia tecnológica (CITE), que fueron parte del proyecto de diversificación productiva. Los CITE son plantas piloto en las que se experimentan, desarrollan y preparan paquetes de conocimientos para los productores, con el propósito de mejorar sus productos y asegurar, en gran medida, que tengan éxito.

¿Y qué encontré? Una lluvia de proyectos de inversión pública con una acelerada ejecución sin adecuados parámetros o análisis de opciones, y plantas piloto construidas lejos de sistemas eléctricos y de agua. Por ejemplo, el CITE Yanamayo, en Puno, no cuenta con agua, luz ni desagüe. El CITE Tingo María, además de esas mismas carencias, se encuentra a 10 kilómetros del tendido de alta tensión más cercano.

Se encontraron centros en donde se tuvieron que romper paredes para colocar la maquinaria que llegó después de su construcción, pues no hay otra forma de ingresar con los equipos. También tenían sistemas de energía concentrados en la potencia de los equipos y no en la carga requerida para los sistemas de emergencia.

Eso no es todo. También había problemas con la titularidad y calidad de los suelos donde estos inmuebles se planearon. En el caso de La Convención, en Cusco, el comodato con la Municipalidad vence en dos años. ¿Qué pasará con la inversión de S/20 millones si no hay renovación? ¿Habrá juicio entre el Gobierno Central y un gobierno local? ¿O interminables procesos administrativos? ¿Y si pierde Produce, cómo se recupera el dinero de los contribuyentes invertido en el proyecto?

En temas organizacionales, se pretendía tener un directorio por cada CITE, incluyendo dietas para sus miembros. De concretarse, iban a existir 21 directorios. Ante esta situación, propuse que en lugar de tener un directorio por cada CITE, se tuviera uno por cada tipo de producto. Es decir, un sistema de organización más ligero y que funcione mejor.

Visitando distintas zonas de producción, observé niveles de productividad por debajo de los niveles básicos para ser rentables. Es el caso del café, del cacao, del potencial maderero y un largo etcétera por cada área de producción. ¿Cómo hacer viable el trabajo de nuestras unidades productivas ante el desafío de cerrar las brechas tecnológicas y de productividad?

Por estas razones no seguí con el proyecto tal como estaba planteado. Primero, había que revisar el estado de lo que se nos entregó. Entendí que urgía replantear el proyecto.

La labor no solo debe incluir técnicas de producción, sino de logística, asociación, finanzas, relaciones laborales, ambientales, entre otros temas. Así, una sola unidad de desarrollo puede potenciar soluciones para determinados rubros a escala nacional. Colocar centros similares en todas las regiones solo tendría sentido si tuviéramos los fondos que lamentablemente no sobran en el país. Tenemos recursos limitados y debemos priorizar.

Tengamos la humildad de reconocer que el esfuerzo que tenemos que realizar comienza por el ABC de los emprendimientos que queremos abordar. Es necesario analizar si nuestras bases productivas están acordes con los niveles básicos de competitividad. Y luego, recién, comenzar a construir.

Reconocer que somos un país en el que la plata no sobra, con enormes brechas sociales, nos obliga a pensar seriamente cada acción que tomamos. Administrar mal el dinero de los contribuyentes en los problemas no logra que estos se resuelvan: los agrava e incentiva la corrupción. Cuando se gasta el dinero del Estado, se necesita prudencia y conciencia.

El Citevid (Centro de Innovación Tecnológica Vitivinícola), que abarcó de Tacna a Cajamarca, tomó 15 años de trabajo continuo. Tras errores, ensayos, marchas y contramarchas por cambios en las políticas, recién se empezó a ver resultados. Así el pisco hoy vuelve a ser una realidad.

Con conceptos como el de la diversificación productiva, que suenan muy bien, resulta difícil conversar con empresarios de unidades productivas que fueron convencidos de que un edificio CITE trae felicidad y desarrollo de manera automática. Innovar es un proceso largo y requiere gestión. La verdadera innovación sucede a partir de las capacidades de nuestros productores trabajando en red y en entender un concepto fundamental: el conocimiento genera valor.

No haber supervisado detalles de diseño, gestión y ejecución tiene un costo cuyo impacto se ha buscado corregir. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi) estimó que operar los CITE, una vez concluidos los proyectos de inversión pública, tomaría entre S/50 y S/60 millones por año. Y no se pensó en una estructura de financiamiento viable que reduzca esta futura presión en el presupuesto público.

La visión de una red de CITE, descentralizada y con un enfoque hacia las necesidades de las unidades productivas, debe terminar de tomar forma. Con una organización más ligera, con gente comprometida. Con objetivos puntuales, pero con impacto. Con una comprensión completa de la situación de los productores y sus desafíos para cerrar brechas de productividad. Buscando soluciones prácticas para sus vidas y para aumentar sus ingresos mediante la aplicación de mejoras en su proceso de producción.

Quince años de experiencia me sugieren lo planteado.