Alberto Fujimori ha muerto. Se fue en su casa, rodeado de su familia y asistido espiritualmente. Se le vio con vida hace menos de una semana y, aunque bastante desmejorado, con el espíritu intacto y un “vamos a ver” cuando le preguntaron por una candidatura.
La partida de Fujimori no marca el fin de una era, sino el principio de una historia. Con su muerte, se pone en valor aquellas acciones que sirvieron para recuperar económicamente el país cuando empezó su gobierno en 1990. Es un hecho objetivo –y no se necesita ser fujimorista para reconocerlo– que, con sus acciones, el ‘Chino’ sentó las bases de las reformas económicas cuyo impacto se mantiene en el tiempo. Con la Constitución de 1993 se instaló en el país la economía social de mercado y el Perú cambió de rumbo.
La lucha contra el terrorismo, la captura de Abimael Guzmán y el exitoso rescate de los rehenes de la residencia del embajador de Japón son los hitos que marcaron su política antisubversiva. En el frente externo selló la paz definitiva con Ecuador.
Pero no estuvo exento de errores y delitos. Delegar en el oscuro asesor Vladimiro Montesinos acciones fundamentales le pasaron factura, e intentar seguir en el poder por un tercer período precipitó su caída.
Fue condenado por “autoría mediata” por las muertes de La Cantuta y Barrios Altos. Luego de cumplir más de 16 años de condena salió en libertad por un indulto humanitario.
Esos son los hechos que marcaron la historia de Alberto Fujimori, actor principal en la historia de nuestro país en los últimos 34 años.
Son muchísimas las personas que valoran sus acciones y que lo siguen hasta la muerte. Vemos las filas interminables de gente frente a su féretro. Ese es su legado.
Y si hay un detalle que resaltar, son las condolencias de actores políticos de distintas tiendas, incluso de quienes admiten discrepancias de fondo con el fallecido exmandatario, pero que ello no les impide una palabra de solidaridad con los deudos y el reconocimiento del trabajo del expresidente.
Son precisamente estas acciones las que nos llevan a pensar que quizá sí es posible una reconciliación nacional. Ya no hay un indulto que divida, tampoco un proceso judicial en curso, solo el recuerdo de un hombre que, con sus aciertos y errores, inició la transformación de un país.
Quizás la desaparición física de Alberto Fujimori permita poner sobre la mesa algunas de las reformas que emprendió y las difíciles decisiones que debió asumir y, tal vez, sirva de reflexión y ejemplo de que la concentración de poder nunca es buena consejera.
¿Cómo asumirá Fuerza Popular este reto? ¿Servirá la figura de Alberto Fujimori para aglutinar un pensamiento de derecha popular que, con sus matices, es mayoría en el país?