Fue en 1955, tenía siete años. De repente tocaron el timbre de la casa de mis padres. Mi madre abrió la puerta. Vi a tres hombres gigantescos. Uno de ellos le dijo a mi madre: “Nos llevamos a ‘Paco’ al estadio para que sea de la ‘”. Era nada más y nada menos que Orestes Jordán, mi tío abuelo que había jugado por los cremas con , jugador rápido y enrasado apodado ‘El León Chinchano’, según me cuentan los que lo vieron. Estaba acompañado de otros dos tíos: Eduardo Rada Jordán y Antonio Calmet Cánepa. Este último había sido arquero para el . Ya en el carro que nos llevaba al , contaba lo significativo de esa posición en un equipo de , así como los momentos buenos y malos que pasaban los porteros. Un segundo eras héroe y al otro, villano. Al año siguiente este equipo se convirtió en el ahora famoso . Pasaron rápido del tabaco a las chelas.

Yo, sentado en el asiento de atrás de un inmenso Dodge, los escuchaba tranquilo. Cuando llegué al estadio por primera vez, estaba lleno y las hinchadas rugían por uno y otro equipo.

Yo, bien sentadito y rodeado de mis tíos, vi cómo le ganaba a la ‘U’ 3-1. Los tres me miraban para ver cómo reaccionaba, pero yo seguía callado, nervioso, tímido, chiquito. Es que, ante mí, vi un equipo que era la combinación entre lo divino y lo infernal. Un Alianza Lima integrado por elegantes y ágiles jugadores como Guillermo Delgado y Víctor Benítez. Solo se comparan a ellosy . Un medio campo compuesto por el motor Carlos Lazón y el maestro Cornelio Heredia, y una delantera avasalladora con Felix Castillo, Guillermo Barbadillo, Valeriano López, Vides Mosquera y Óscar ‘Waki’ Gómez Sánchez. No recuerdo si tapaba Juan Legario o Clemente Velázquez. Algunos de ellos fueron estrellas en diversos equipos del famoso “Dorado” colombiano, donde jugó el gran Alfredo di Stéfano antes de ir al .

Pero también tenía lo suyo. Recuerdo a Alberto Terry, ‘La Saeta Rubia’, a Dimas Zegarra, gigantesco cancerbero bajo los tres palos, y al elegante René ‘La Lora’ Gutiérrez. Un defensa de la calidad de Ismael Soria o un punterazo como Jacinto ‘El Mono’ Villalba. Al terminar el partido, Orestes no pudo más y me dijo: “Bueno, ¿qué te pareció?”. Yo, tímido, respondí: “Me gustan esos de azul con blanco”.

Quiero saludar al ‘compadre’, darle la bienvenida al club de los centenarios y desearle salud. Dedico este artículo a mi primo Rafael ‘Chino’ Miró Quesada. A mis amigos el contraalmirante del cuerpo jurídico de la Marina Hernán Ponce y los doctores Jorge Alva y César Morillas, que son pura ‘U’.

Cuando me llevaron de nuevo a casa había silencio en el carro. Llegué, me metí a la cama y dormí feliz.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Francisco Miró Quesada Rada es Exdirector de El Comercio

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