Acaba de presentar su libro de memorias quien fuera la mujer más poderosa del mundo, Ángela Merkel. Pero “Libertad” es más que una antología de vivencias; es una narración en primera persona de la relación que tenemos las mujeres con el poder y de cómo esa situación también nos define.
Cuenta Merkel, a través de una anécdota, cómo manejaba a los machos alfa como Vladimir Putin, quien sabiendo que un perro la había mordido cuando era pequeña y tenía, por ello, temor a estos animales, en el encuentro que ambos tuvieron en el 2007 llevó a su mascota, un labrador. Merkel no podía ocultar su tensión, pero profirió: “Le tengo miedo a los perros, no a los hombres”.
Se ha dicho aquí antes que no es coincidencia que los países con mayores niveles de libertad individual sean justamente aquellos con una alta participación de la sociedad civil y las mejores condiciones para que las mujeres se desarrollen. Países como, por ejemplo, Suecia, la tierra de Stieg Larsson, el padre de esa indómita experta en tecnología y brillante hacker Lisbeth Salander, la protagonista de la trilogía “Millenium”.
Al igual que Merkel, Salander es una guerrera estratégica que no les teme a los hombres y que, por el contrario, dibuja con precisión cada uno de los pasos de la insurrección que la llevará a lograr que se haga justicia.
Pero para que Salander pudiera llegar a un juicio justo, tenía que sobrevivir a los ataques de varios machos alfa de los que fue objeto. Y ese no es un detalle sin importancia. Porque sobrevivir significa no solo no convertirse en una víctima, sino tomar las riendas de la situación, no dejarse acobardar y tener la valentía de contraatacar.
El lunes 25 de noviembre hemos recordado una vez más el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Poner el tema en esta columna no busca volver a repasar los terribles guarismos de la agresión contra las mujeres, sino abogar a favor de todas aquellas insurrectas del Perú que, como Salander, no se acobardan.
En ese sentido, ser aguerrida no solo pasa por hacer cumplir las leyes y denunciar las agresiones, sino que hay que sobrevivir para poder denunciarlas. Por ello, es fundamental –otra vez– buscar ‘role models’ que expresen ese tipo de actitudes y que sean un acicate para las mujeres de todo tipo en el país.
Para eso, es conveniente empezar a repasar cuáles son los mensajes que se están instalando en los nuevos medios que nos trae el ‘streaming’ y tornarlos a otros que insuflen valor a las mujeres, a pesar de los propios temores y el mismísimo sistema de justicia en contra.
Y, en ese propósito, las narrativas que se están destilando en varios sitios de ‘streaming’ nos juegan mal, porque nos degradan o, peor aún, banalizan nuestra dignidad. De aquí en adelante, podríamos buscar contenidos digitales que nos ayuden a ser insurrectas, educarnos para ser protagonistas activas de nuestras propias vidas, y no siempre víctimas, si aprendemos a reaccionar a tiempo.