Los congresistas siempre buscarán incrementar su sueldo, no importa cuándo lea esto. El debate sobre un aumento del salario congresal no me parece malo, pero existen dos problemas: de forma (lo realizan en los momentos menos oportunos) y de fondo (lo buscan concretar a través de conceptos maquillados).
La polémica alrededor del salario congresal resurgió después de que “Punto final” revelara el acuerdo de la Mesa Directiva que eleva la asignación por función congresal de S/7.617 a S/11.000. Este concepto inventado dentro del sistema unicameral es adicional al salario de S/15.600 y también se otorga mensualmente. En sus inicios, los congresistas recibían un monto menor (S/5.500) y debían rendir cuentas, pero dejaron esto último de lado después de que se revelara una serie de irregularidades –como el Caso ‘Comepollo’– en las facturas que usaban para sustentar los gastos.
Para evitar la rendición de cuentas, los congresistas –de períodos anteriores– hicieron una jugada maestra: elevar el monto de S/5.000 a S/7.000 para que, una vez aplicados los impuestos de ley, el monto percibido por cada congresista no se vea afectado. Por lo tanto, quedó demostrado que el maquillaje tributario solo sirvió para eliminar la rendición de cuentas.
Desde entonces, nadie tiene claro en qué gastan los congresistas su asignación por función congresal. Es cierto que los congresistas cobran S/15.600, pero que solo reciben S/10.000 tras los descuentos de ley, aportes partidarios y otros. Por lo que la asignación por función congresal pareciera ser una excusa para cubrir esos S/5.000 descontados. En el 2014, la entonces congresista Luciana León, al responder por la compra de dos departamentos, reconoció el fin real de su asignación: “¿De qué he vivido? La función congresal de lunes a viernes, S/5.500 por un mes”.
Esta explicación –la de que usan su asignación por función congresal para sus gastos corrientes– se refuerza con el hecho de que los congresistas también reciben un bono de representación. Este monto también fue incrementado en los últimos años –de S/2.800 a S/4.000– para que los legisladores puedan cubrir sus gastos durante su semana de representación. Más allá de esa semana, que es una vez al mes, ¿en qué labores de “función congresal” gastan su asignación extra?
Los congresistas no gastan en viajes ni viáticos, no gastan en personal, no gastan en chofer (utilizan al policía que los resguarda), no gastan en los eventos que realizan y no gastan ni siquiera en las fotocopias que imprimen (sino que las usan como Darwin Espinoza para fines personales). Todo esto es cubierto por el mismo Parlamento.
Si ya tienen S/7.000 adicionales a su sueldo, ¿para qué buscan un aumento? La respuesta quizás la podemos encontrar en las declaraciones de la congresista Kelly Portalatino para mi libro “¿Cuándo se jodió el Congreso?”: “El sueldo del congresista está dentro de lo racional. Lo único que me gustaría que se agregue –porque no puedo ser una hipócrita– es el transporte y, por supuesto, el combustible, porque eso ahorraría bastante, ¿no?”.