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De susto en susto
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Cada cinco años vuelve el mismo sudor frío, la misma sensación inextricable del establishment de no poder controlar nada, de que el país sabe Dios qué demonios habrá ocultado en la montaña estos años, y qué facturas pasará en las elecciones del 2026. Y, entonces, empieza la angustia irrefrenable por comprender a ese país oculto que han ignorado, como esos padres irresponsables que ignoran a sus hijos toda la infancia y que en la adolescencia buscan prodigarles todo tipo de engreimientos, ignorando que ya es tarde, que los hijos los desprecian y que no hay regalo que llene lo que el amor dejó vacío.
Los sesudos exámenes post elecciones repetirán eufemismos exasperantes: es el voto del Perú profundo, es el voto del país que hemos olvidado, es el voto radical. Nada hay más certero en el Perú electoral que ese caudal de votos molestos con el sistema político que tiene el mismo poder que cualquier otro. Ese es su majestuoso poder moralizador, ese voto vale tanto como el de cualquier ciudadano del distrito con más privilegios del país. Esos votantes no tienen nunca una oportunidad para incendiar la pradera salvo cuando les ponen un ánfora delante y recuerdan que nadie ha venido a solucionarles nada, que les mataron familia y que los han ninguneado. Habrá gente que le va a pedir mesura a estos votantes; es sencillo pedir racionalidad cuando no has perdido nada ni a nadie, cuando abres el caño y cae agua potable. Amenazan a alguien diciéndole que lo va a perder todo cuando, quizá, ya no tiene casi nada.
Por Lima la discusión seguirá siendo en torno a si el alcalde López Aliaga trajo trenes o chatarra, si fueron sobrevaluados o si existe la posibilidad de que sean funcionales. En el otro país, que solo se visita en elecciones, no hay ni siquiera trochas afirmadas, y no se construye un aeropuerto hace décadas. En paralelo, por Lima, se seguirá discutiendo si hay que unir los dos terminales del aeropuerto, si han entregado un aeropuerto horroroso o sofisticado, un galpón afeado o una maravilla logística; si las ampliaciones del metro de Lima son convenientes o si los vagones son mejores que los de Chile. En el otro país, no existe sistema de transporte público.
Falta poco para que todas las profecías catastróficas se vuelvan a cumplir. Por eso, los alarmistas de hoy no son sino agoreros de lo inevitable. Hace cuatro años hubo gente que quiso desaparecer esos votos, acusándolos de farsantes; esa gente nunca tuvo la decencia de pedirles disculpas. Nunca. Por supuesto no se atreven a pisar ciertas regiones, no pueden ni siquiera aparecerse en una plaza pública. Si el establishment cree que esto es solo una cuestión de estrategia, de bloquear a ciertos candidatos populares, de formar coaliciones que no dispersen el voto, lo más probable es que fracasen, pues no hay estrategia para neutralizar el resentimiento. En el Perú democrático se vivirá de susto en susto.

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