Los dos problemas más recientes que el Ejecutivo ha tenido que enfrentar –los incendios forestales y la ola de inseguridad– han desnudado, más allá de lo coyuntural y lo estructural, un serio problema que se arrastra en la conducción del país: un desinterés por aquello que ocurre fuera de la capital.
Los incendios forestales, que impactaron en 22 regiones del país, afectaron, de alguna manera, a tres de cada cuatro peruanos (77%), incluyendo a las tres graduaciones que reportan alguna afectación (mucho, 39%; algo, 17%; poco, 21%), según la más reciente encuesta del IEP (“La República”, 29/9/2024).
Cuando se hace un acercamiento a las dimensiones regionales y solo considerando el mayor impacto (‘mucho’ y ‘algo’), se nota la que podría ser la explicación de la poca la atención que se le puso: la moderada afectación en la capital. La cifra de ‘muy afectados’ es menor en Lima (24%) que en el centro (35%) y en el norte (45%), y mucho menor que en el sur (51%) y, sobre todo, en el oriente (56%).
Como se sabe, el Ejecutivo minimizó el problema en sus primeras reacciones. Pero, a los pocos días, las evidencias hicieron que reculase. Al final de cuentas, no es un hecho menor que gran parte del territorio nacional reporte alguna afectación.
En relación con la inseguridad, entre tanto, no se percibe necesariamente un abordaje más prolijo. De hecho, se han retomado medidas que, en el pasado reciente, no han reportado mejoras tangibles. Sin embargo, se muestra un mayor celo. En efecto, ayer, el ministro del Interior Juan José Santiváñez tuvo que enfrentar una interpelación en el Congreso.
El celo reseñado podría explicarse cuando se verifica que los problemas de seguridad son marcadamente mayores en Lima que en el interior. Un sondeo reciente de Ipsos para “Perú 21″ (17/9/2024) reporta, por ejemplo, que el robo en la calle, el asalto con arma de fuego y la extorsión son mayores en Lima que en “otras ciudades” (33% versus 22%, 18% versus 8%, y 22% versus 12%, respectivamente).
El desdén mostrado supone un riesgo alto que no debe perderse de vista. De no revertirse la situación actual, los próximos comicios generales volverán a mostrar, como pasó en el 2021, que las distancias entre Lima y las regiones trascienden la compleja geografía peruana y las carencias de infraestructura y conectividad.
Aunque pueda parecer un exceso de idealismo, el liderazgo político asentado en la capital debería aspirar a acercarse a las preocupaciones más inmediatas de la ciudadanía, tanto en Lima como en las regiones. Al final de cuentas, como bien dice un aforismo muy instalado en la política estadounidense desde hace varias décadas, ‘all politics is local’. Algo que, por estas latitudes, parece olvidarse con mucha facilidad.