Comprometido en la disputa global con China y con la consigna de que “Estados Unidos vuelva a ser grande”, Donald Trump anunció que quiere subir los aranceles, en particular a China. Declaró que quiere recuperar el canal de Panamá porque le estarían cobrando tarifas desmedidas a su país, además de haber una creciente influencia china, acusaciones, ambas, que el presidente panameño ha desmentido. En paralelo, abrió la interrogante sobre una posible intervención en México para ocuparse –dice– de destruir los cárteles de la droga; reiteró su interés por comprarle Groenlandia a Dinamarca, y bromeó con anexarse Canadá.
La actitud de Trump frente a Panamá podría anticipar un endurecimiento en la región de la disputa con China. Europa, condicionada por la misma agenda global, se encuentra atravesada, además, por revividos sentimientos nacionalistas de grupos que, al mismo tiempo que miran con desconfianza o rechazo el proyecto europeo y la migración, tienen una clara vocación antiliberal. En las elecciones para el Parlamento europeo de junio pasado, las derechas extremas obtuvieron mayoría en Austria, Bélgica, Eslovenia, Francia, Hungría e Italia, y la segunda votación en Alemania, Eslovaquia, Países Bajos, Polonia, República Checa y Rumania. No obstante, aunque forman parte de una misma y amplia corriente política, tienen importantes diferencias geopolíticas: unas son atlantistas y otras tienen simpatías por Rusia e incluso algunos de sus integrantes han mostrado cercanía con Vladimir Putin. Las agrupaciones alemanas de extrema derecha, asentadas sobre todo en estados de la antigua Alemania del Este y con simpatías a favor del acercamiento a Rusia, son ultranacionalistas y radicalmente antiinmigrantes. Su electorado expresaría una añoranza tradicionalista, o tal vez no han recibido los beneficios que esperaban de la reunificación alemana.
Mientras tanto, el Medio Oriente es una región convulsionada por guerras, intromisión de potencias extranjeras, fundamentalismos religiosos y la prepotencia del gobierno de Israel que, con apoyo estadounidense, pretende rediseñar el mapa político y estatal de la región.
La disputa por la hegemonía global se manifiesta, en general, en la violación de normas internacionales y en un retroceso radical del multilateralismo. Esto se devela, por ejemplo, en la nula escucha a los llamados de la ONU en aras de la paz en Medio Oriente.
En un período como el actual, los cambios pueden acelerarse y abrirse nuevos espacios de disputa, con las consecuentes nuevas alianzas, conflictos entre Estados e impactos al interior de cada país. Así las cosas, ¿qué año nuevo le espera a América Latina?