Se ha anunciado que los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos se harán en Lima en el 2027. Ya empezaron las celebraciones.
La Cámara de Comercio de Lima reporta que los juegos “contribuirán con un punto porcentual al Producto Bruto Interno entre los años 2024 y 2027″. Dice, además, que, según el ministro de Economía, “por cada dólar que se invierta, unos US$3 o US$4 serán retorno para el país”.
Según la consultora Deloitte, los Juegos Panamericanos que se celebraron en Chile el año pasado contribuirán con “más de US$900 millones al Producto Bruto Interno” de ese país. Con cifras como estas, no queda claro por qué no se realizan tales eventos más a menudo.
Los megaeventos deportivos, como las Olimpiadas o los Panamericanos, sin duda tienden a excitar al público y a los políticos. Pero los análisis independientes sobre los beneficios de tales juegos tienden a ser mucho menos entusiastas que los análisis desinformados o interesados.
Un estudio en el “Journal of Economic Perspectives”, por ejemplo, reporta que “la conclusión abrumadora es que, en la mayoría de los casos, los Juegos Olímpicos suponen una pérdida de dinero para las ciudades anfitrionas [...] es peor para las ciudades de los países en desarrollo que para las del mundo industrializado”. Aun así, cada vez que compiten ciudades o países por auspiciar esos y otros juegos, se habla del beneficio económico que traerán.
El experto académico Andrew Zimbalist se ha dedicado a estudiar la economía de los juegos internacionales. Zimbalist dice que hay mucho análisis que tiene intereses en juego: “Si, por ejemplo, Deloitte, contratada por una cámara de comercio, dijera: ‘Es una idea descabellada, su ciudad nunca debería hacer esto’, no volverán a hacer otro estudio de impacto económico para un acontecimiento deportivo de una megaestrella”.
Según Zimbalist, la industria de la construcción, los sindicatos y la banca de inversión forman intereses políticamente poderosos que pueden ganar cientos o miles de millones de dólares por participar en los juegos. Estos terminan influyendo en la política.
Los mismos argumentos económicos a favor de los Juegos Panamericanos y las Olimpiadas se usan para la Copa Mundial. Según un reporte del Fondo Monetario Internacional, sin embargo, “los estudios sobre el impacto de la Copa Mundial han revelado que la celebración de esta competencia internacional cuatrienal aporta pocos o ningún beneficio en términos de ingresos o empleo a la sede anfitriona”.
Uno de los problemas es que los costos típicamente se disparan. Las Olimpiadas en Atenas se proyectaron en US$1.600 millones, pero costaron US$16.000 millones; las de Beijing también se proyectaron en US$1.600 millones, pero costaron US$40.000 millones; las de Sochi, Rusia, llegaron a costar US$55.000 millones a pesar de ser proyectadas en US$12.000 millones.
Otro problema con los juegos internacionales es que se sustituyen decisiones en el mercado libre por decisiones políticas financiadas con dineros públicos. Eso beneficia a ciertos grupos de presión, pero no a la sociedad. Un estudio de la Universidad de Harvard, por eso, concluye que “la gran mayoría de los estudios sobre megaeventos no demuestran que exista una relación entre estos y el aumento de la actividad económica, ya sea directa o indirecta, a corto o largo plazo. En general, los supuestos beneficios económicos de acoger un acontecimiento se exageran enormemente en los estudios ‘ex ante’”.
Desconozco estudios independientes sobre los últimos Juegos Panamericanos y Parapanamericanos en Lima. Sorprendería si el impacto económico divergiera de la norma. Lo más prudente es dejar de hacer declaraciones extravagantes al respecto y tratar los juegos como lo que son: pan y circo.