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La paz en Ucrania, una perspectiva lejana
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Casi cuatro años después de la invasión rusa, el impulso por poner fin a la guerra en Ucrania se acelera. Nuevas propuestas, cumbres casi diarias y enviados estadounidenses recorriendo Kiev y Moscú marcan un frenesí diplomático impulsado por el presidente Donald Trump, decidido a cerrar el conflicto a toda costa. Pero las probabilidades de un alto el fuego siguen siendo bajas: Rusia y Ucrania persiguen metas irreconciliables, y el deseo de Trump por lograr un acuerdo rápido no altera esa realidad.
Trump quiere finalizar la guerra sin importar las consecuencias para Ucrania o Europa. Su enfoque es lograr resultados al menor costo, lo que inevitablemente implica presionar a la parte más débil: Ucrania. Kiev no solo enfrenta una guerra agotadora, sino también un escándalo de corrupción que debilitó al presidente Volodimir Zelenski tras la caída de su jefe de Gabinete, Andriy Yermak. Esa vulnerabilidad alimenta la convicción en Washington de que más presión producirá concesiones. Pero lo contrario es cierto: un Zelenski políticamente frágil tiene menos margen para aceptar un acuerdo que su pueblo perciba como capitulación. Aunque el deseo de “terminar la guerra” crece, la mayoría de los ucranianos aún rechaza hacerlo en términos rusos.
Rusia, por su parte, no busca un compromiso. Vladimir Putin cree que puede conseguir más en el campo de batalla que en la mesa de negociación. Aun pagando un alto precio humano y económico, confía en que el tiempo juega a su favor. Sus exigencias absurdas –el reconocimiento de las anexiones, la neutralidad ucraniana sin garantías y límites a la soberanía de Kiev– pretenden explotar la prisa de Trump, no alcanzar la paz. Al fingir disposición al diálogo, intenta que Washington culpe a Ucrania si las conversaciones fracasan y que la OTAN se divida.
Sin embargo, Putin también enfrenta límites. La frustración de Trump con su intransigencia ya provocó sanciones adicionales, permisos para ataques ucranianos de largo alcance y presión sobre India por el petróleo ruso. Además, el peso financiero de la guerra ha pasado a Europa, que insiste en sostener a Ucrania mediante la incautación de activos rusos y deuda común, garantizando que no pierda por falta de fondos.
La guerra seguirá. Rusia intentará avanzar; Ucrania resistirá. Los costos crecerán mientras la diplomacia estalle contra los mismos muros. La paz llegará eventualmente cuando el campo de batalla y las circunstancias materiales lo obliguen. No llegará por el impulso diplomático actual, por mucho que Trump lo desee.
–Glosado y editado–

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