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El próximo sábado 26 se elegirá la nueva Mesa Directiva (MD) del Parlamento. Será la última del lustro constitucional iniciado en el 2021 y, de no mediar cambios en Palacio de Gobierno, escoltará la gestión de Dina Boluarte hasta el 28 de julio del 2026. El dato no es menor, si se considera el creciente poder del Legislativo en la última década.
Por lo pronto, se sabe de dos listas que, a grandes rasgos, pueden distinguirse como oficialismo y oposición, encabezadas por José Jerí y José Cueto, respectivamente. Jerí prolongaría la alianza actual, quizá con algún cambio de última hora.
Por lo pronto, Acción Popular se sumaría, mientras se desconoce la apuesta que tomará esta vez Avanza País. En tanto, Cueto buscaría consensuar votos de todas las demás bancadas, incluyendo a las de izquierda: de alguna manera, buscaría ser el poeta de la zurda.
Quien controle la MD tendrá el rol de ‘gate keeper’ en el debate Parlamentario, un papel relevante en un Congreso caracterizado por la producción de legislación problemática, incluso alejada de todo criterio técnico. Además, lo que pase en la MD podría marcar, de alguna manera, el reparto de comisiones del mes siguiente.
Finalmente, es importante considerar que cualquier colapso, por ahora lejano, tendrá que canalizarse a través del Parlamento: si Boluarte, por razones fuera de su control, es removida del cargo, quien la suceda surgirá de entre los 130 integrantes del Congreso.
En las dos ocasiones previas (Valentín Paniagua en el 2000, y Francisco Sagasti en el 2020), se eligió una nueva MD ante la imposibilidad práctica de que quienes las encabezaban tomaran las riendas de la presidencia (Martha Hildebrandt y Luis Valdez, respectivamente).
Todo ello es lo que se juega en menos de 10 días. Por tal razón, es necesario mantener la mirada atenta, trascender la denuncia efectista y centrarse, más bien, en la exhaustiva rendición de cuentas por lo que se legisla y por el control político que debe ejercerse. Al final de cuentas, el Congreso se mueve por presión ciudadana. Ejemplos de ello hemos visto muchos.
¿Es iluso aspirar a algo de sensatez en la actual representación? Al menos contención puede lograrse. De hecho, este mismo Congreso tuvo un comportamiento muy distinto con Pedro Castillo en Palacio y María del Carmen Alva en la presidencia del Parlamento cuando fungía de adulto responsable, que con el cogobierno que ha significado Dina Boluarte en la presidencia.
Pero la ambición –parte de lo que Keynes llama “los espíritus animales”–, tan mala consejera, siempre está presente en el último tramo. Toca evitar que no se repita aquella aspiración del animador de fiestas populares que pide señalar a la mesa más bulliciosa para premiarla. Lo que se requiere, más bien, es todo lo contrario.

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