En 1866, Fiódor Dostoievski nos regaló “Crimen y castigo”, una obra cumbre de la literatura universal que, con su profunda exploración de la psicología del crimen y la redención, continúa resonando entre quienes buscan comprender la complejidad del ser humano. En las sombrías calles de San Petersburgo, Rodión Raskólnikov, un joven exestudiante llevado por la desesperación y una teoría propia que justifica el asesinato por un bien mayor, se sumerge en el abismo de la culpa tras dar muerte a una usurera. A través de este personaje y su tormento, Dostoievski desentraña los dilemas morales y la búsqueda de redención que definen la condición humana.
Esta lucha interna de Raskólnikov encuentra un eco sorprendente en los tiempos actuales, tal como lo revelan las declaraciones de Jaime Villanueva, exasesor de la suspendida fiscal de la Nación Patricia Benavides. Su testimonio no solo refuerza la apreciación sobre la corrupción que permea el Ministerio Público, sino que también revela un maquiavélico lodazal, plagado de traiciones, negociaciones ilícitas, estrategias donde la verdad parece ser la primera víctima y que se extiende en todas direcciones sin distinguir colores políticos.
Nos enfrentamos a un escenario donde las alianzas y enemistades trascienden los ideales para sumergirse en un pantano de favores intercambiados y conspiraciones silenciadas. La implicación de figuras claves en maniobras para obstruir investigaciones sobre los delitos por los que se les acusan o usarlos como instrumento de venganza añade una nueva capa a un panorama ya de por sí turbio.
‘El Filósofo’ ha lanzado imputaciones contra el periodista Gustavo Gorriti; los fiscales Pablo Sánchez, Rafael Vela y José Domingo Pérez; los congresistas Martha Moyano, Alejandro Soto, José Balcázar, Ruth Luque y Patricia Chirinos; Vladimir Cerrón, Pedro Castillo, entre una larga lista de nombres de diferente calibre, relevancia y circunstancia.
Incluso dejó entrever la existencia de una confabulación entre los miembros del Jurado Nacional de Elecciones en contra de Keiko Fujimori para que no fuera elegida, algo que ha salido a negar su presidente, Jorge Salas Arenas.
Pero hay más, mucho más. Según el programa “Punto final”, Villanueva sostuvo que, durante un almuerzo celebrado en octubre del 2022, el abogado de Dina Boluarte solicitó que no se formalizara la investigación contra ella por el financiamiento ilegal a la agrupación Perú Libre, anticipando su ascenso a la presidencia. Esta solicitud fue, de acuerdo con su versión, secundada por el fiscal Rafael Vela, quien habría sugerido la desacumulación de la investigación. También, que un abogado vinculado a Los Cuellos Blancos del Puerto y un fiscal serían informantes de la presidenta en los casos en su contra.
Aunque las afirmaciones de Villanueva requieren una profunda investigación y una corroboración mediante pruebas fehacientes, resulta inquietante que, al menos en lo que respecta a la actual mandataria, Boluarte haya sido excluida del Caso Los Dinámicos del Centro en una forma que induce a la suspicacia.
Tras el escándalo, la Fiscalía de la Nación comunicó que ha solicitado copias de todas las declaraciones de Villanueva para iniciar las indagaciones “en el marco de las competencias de este despacho”.
En su laberinto de declaraciones, Villanueva parece haber adoptado una táctica tan antigua como eficaz: la falacia del hombre de paja o espantapájaros. En este caso, pretende desviar la atención acerca de las razones por las que el exasesor se encuentra en su actual situación jurídica.
Menciona nombres, situaciones, chismes de terceros y personas ajenas a los hechos que lo condujeron a ese callejón. Construye argumentos cual hombre de paja solo para derribarlo triunfalmente y que nadie recuerde el caso que lo tiene acorralado: sus negociaciones ilegales vinculadas a la fiscal Benavides; es decir, por la presunta organización criminal La fiscal y su Cúpula del Poder.
Así, Villanueva no solo evade la sustancia de las acusaciones reales en su contra, sino que también manipula la narrativa a su favor, desplazando el foco del debate hacia terrenos más favorables para él. Este uso de la ‘verdad’ no se encuentra diseñado para clarificar, sino para obstruir, distorsionar y, en última instancia, hacer que la opinión pública se distraiga de las cuestiones apremiantes que debería enfrentar. Y le viene dando buenos resultados.
Líderes tan disímiles como Keiko Fujimori y Vladimir Cerrón han aprovechado sus declaraciones como ‘pruebas’ de que sus pendencias judiciales son fruto de una persecución orquestada. Para los dirigentes apristas constituyen ‘evidencia’ de que todo estaba planeado para conducir al expresidente Alan García a su terrible decisión.
La pregunta que surge es si la estrategia empleada por Villanueva, de usar medias verdades y mezclarlas con opiniones difíciles de probar, le proveerá de un escudo duradero ante la justicia y la opinión pública.
Sea cual sea el escenario que aún nos espera, es evidente que se necesita refundar desde los cimientos al Ministerio Público y al sistema judicial en general. No es posible que, en menos de una década, hayamos tenido tres fiscales de la Nación que no finalizaron su gestión por acciones presuntamente irregulares.
Al igual que Raskólnikov, confrontados con nuestros errores y desafíos, se debe elegir un nuevo rumbo, uno que nos lleve hacia la luz de la justicia y la transparencia. Ojalá que todo ello nos conduzca hacia un renacimiento donde la dignidad, la honestidad, la solidaridad y el bien común sean los verdaderos pilares que muevan siempre a fiscales, jueces, congresistas y autoridades en general. El Perú lo merece.