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Recuperar la curiosidad en tiempos de pantallas
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Australia sorprendió al mundo al convertirse en el primer país en prohibir el acceso a para menores de 16 años. La Online Safety Amendment Act obliga a plataformas como TikTok, Instagram, You Tube o Snapchat a impedir que tengan cuentas, bajo riesgo de multas millonarias. La medida ha generado debate, pero refleja una inquietud global cada vez más extendida. La infancia está siendo moldeada por lógicas digitales que capturan la atención y erosionan la curiosidad natural de los niños, fragmentan la atención, anticipan las respuestas y reducen el espacio mental necesario para explorar y preguntar. Al fijar una edad mínima, el Estado australiano ha decidido intervenir allí donde el mercado no pone límites, para proteger un período de la vida en el que se construyen la concentración, la autonomía intelectual y la identidad.

La navegación interminable en las redes sociales está reemplazando el juego libre, la observación del entorno, la conversación, la pregunta espontánea, y peor aún, la capacidad de pensar. Felizmente, frente al tsunami de estímulos pasivos de las redes, los sistemas educativos vienen creando espacios para que los estudiantes disfruten la experiencia de descubrir. Por ejemplo, en Canadá y en Francia, los programas nacionales, Let’s Talk Science y Sciences à l’École, son iniciativas que han acercado la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas a millones de niños y jóvenes, a través de talleres prácticos, proyectos guiados por científicos y experiencias de investigación.

Estos espacios sirven para formular preguntas, manipular materiales y ejercitar el pensamiento crítico, convirtiendo el aprendizaje en una vivencia no solo entretenida sino apasionante. Miles de estudiantes en países diversos participan en investigaciones reales, ferias, concursos, donde ‘viven’ la ciencia. En América Latina también han surgido espacios lúdicos y creativos que invitan a niños a explorar, preguntar y aprender haciendo, incluso en contextos de mayores limitaciones.

En línea con estas estrategias internacionales, el Perú cuenta con los Clubes Escolares de Ciencia y Tecnología, impulsados por el Concytec. Tenemos por lo menos 11.000 clubes, que reúnen a más de 133.000 estudiantes y 12.000 docentes en todas las regiones del país. En estos, niñas y niños experimentan que el mundo es un lugar fascinante que merece ser explorado, descubierto, entendido y explicado. La participación de las niñas es ligeramente superior a la de los niños, lo que representa una esperanza para un universo nacional de investigadores todavía mayoritariamente masculino.

Décadas de investigación en educación temprana demuestran que las experiencias activas de aprendizaje fortalecen el desarrollo cognitivo y las habilidades sociales con efectos duraderos, mientras que el consumo pasivo de pantallas las erosiona. Estudios longitudinales muestran que el uso intensivo de redes sociales está asociado con dificultades de atención y concentración. La Unesco advierte que los entornos digitales diseñados para la gratificación inmediata afectan el bienestar y los hábitos de aprendizaje cuando desplazan la reflexión, la interacción y la persistencia.

Es evidente, sin embargo, que sería un error simplificar el debate y demonizar la tecnología pues las plataformas digitales son también herramientas pedagógicas fundamentales, cuando se usan adecuadamente y con acompañamiento adulto. Hoy existen recursos digitales de enorme valor para aprender ciencias, programar, realizar experimentos virtuales, observar fenómenos naturales y conectarse con comunidades globales del conocimiento. El problema pues no es la tecnología, sino su uso abusivo demasiado temprano y sin control alguno.

Hoy es más importante que nunca que la educación enseñe a nuestros niños a mirar el mundo con curiosidad y a preguntarse por qué y cómo el cielo cambia de color, de dónde viene la electricidad, por qué necesitamos oxígeno para vivir y cómo se mide lo invisible, como el viento o el calor. Tan importante como saber preguntar es interactuar, explorar y conversar con otros, aprender a equivocarse sin miedo y dejar volar la imaginación. Estas son enseñanzas que nacen del encuentro con las ciencias y que ninguna pantalla de las redes sociales, por sí misma, puede sustituir plenamente.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Fabiola León-Velarde es Fisióloga, Facultad de Ciencias de la Universidad Cayetano Heredia

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