Creo, como muchos peruanos, que el presidente Ollanta Humala se ha equivocado de plano al designar como primer ministro a Pedro Cateriano. Sin embargo, en atención a sus credenciales democráticas de la década de 1980, hay que darle el beneficio de la duda a partir de condiciones que, solo cuando se satisfagan, podrían franquear el voto de investidura congresal:
Primera, transparencia. Que admita la verdad: la crisis la generó el propio Ejecutivo, porque la censura de Ana Jara fue consecuencia de las manipulaciones de la DINI en este gobierno, que en diciembre del 2013 impuso una reestructuración sin pasar por el Congreso; luego nombró amigos del presidente con facultades y presupuesto mayores que en el pasado; después anunció en la farsa de ‘diálogo’ con la oposición que convocaría a ‘notables’ para recomponer a la DINI y, sin embargo, solo designó a un par de técnicos, uno de los cuales hoy es el nuevo ministro de Defensa.
Segunda, decencia. Que acepte que a Jara le convenía la censura. Caso contrario, habría renunciado en setiembre para postular a su reelección parlamentaria en el 2016; o hubiera sido interpelada por el escándalo de los pañales y las compras irregulares que se hicieron cuando fue ministra de la Mujer. Decencia es también que reconozca que la DINI, durante este gobierno y probablemente con conocimiento del más alto nivel, sí espió y regló a políticos (incluida la vicepresidenta), empresarios y periodistas.
Tercera, compromiso anticorrupción. Desde julio del 2011 este gobierno, aparte de utilizar la megacomisión para perseguir al Apra, ha impedido que se esclarezcan casos cruciales: Belaunde Lossio, López Meneses, irregularidades en Áncash que incluirían a Fredy Otárola, vínculos cuestionables del ex ministro Eleodoro Mayorga con una petrolera, la plata chavista para financiar a Humala y el viaje del hermanísimo a Rusia antes de la juramentación presidencial, entre otros. Por cierto, para los faltos de memoria: el agresivo vocero de Gana Perú, Josué Gutiérrez, fue uno de los acompañantes de Alexis Humala en sus citas clandestinas en Moscú.
Cuarta, independencia. A Cateriano se le conoce como ‘luz verde’ por su subordinación indebida a Nadine Heredia. Ahora tendrá que demostrar que solo coordina con el presidente, sin permitir que en el Perú siga el inconstitucional ‘gobierno en familia’.
Quinta, prudencia. Cateriano viene de ser parte del grupo de choque gubernamental. Su arrogancia deberá dejarla de lado para demostrar que sí es capaz de, por lo menos, sentarse sin insultar en una mesa de diálogo que no puede ser farsesca como las dos anteriores.
Sexta, gabinete de salida. Cateriano debe entender que, en términos netos (descontando presentación al Congreso y entrega de ministerios), queda apenas un año de este gobierno. Así, y después de tanta soberbia e incapacidad para administrar el Estado, al punto de poner en recesión a la economía, no es hora de intentar nuevos y grandes proyectos para los cuales Humala ni siquiera tiene claridad. Basta con que no se traben las inversiones y que se preparen elecciones limpias.
Solo si se satisfacen estas condiciones el nuevo primer ministro será bienvenido en un país harto de vanidades, incompetencias y poses politiqueras.